La tercera automotriz japonesa por volumen enfrenta una crisis que podría marcar un punto de inflexión. Nissan Motor confirmó que despedirá a 20 mil trabajadores en todo el mundo hasta 2027, en un plan de reestructuración que también contempla el cierre de siete plantas de producción. La medida, justificada por su nueva dirigencia como una “respuesta urgente” a un escenario financiero adverso, busca compensar pérdidas por 670.9 mil millones de yenes (unos 4.5 mil millones de dólares) registradas en su ejercicio fiscal 2024, la mayor en más de 25 años.
Las razones del desplome son múltiples: depreciación de activos, incremento en costos operativos y una marcada caída de ventas, especialmente en China, donde los fabricantes locales han acelerado su ventaja competitiva. A ello se suman los nuevos aranceles automotrices impuestos por el gobierno de Estados Unidos, que afectarán directamente la rentabilidad de Nissan al impactar unas 420 mil unidades exportadas desde Japón y México, mercados que representan casi el 45 % de sus ventas en EE.UU.
La magnitud del golpe financiero es tal que Nissan evitó publicar proyecciones de ganancias para el nuevo ejercicio fiscal. En cambio, optó por anunciar medidas drásticas: reducción del número de plantas de 17 a 10, un recorte del 30 % en capacidad de producción (excluyendo China) y el abandono de inversiones estratégicas como la planta de baterías eléctricas en Kitakyushu.
El recién nombrado CEO, Iván Espinosa, mexicano con más de dos décadas en la empresa, encabeza este viraje. A diferencia de su antecesor Makoto Uchida —criticado por su pasividad—, Espinosa promueve una reestructuración más veloz y contundente, al tiempo que busca retomar alianzas estratégicas con Renault, Mitsubishi y posiblemente Honda, a pesar del fracaso reciente en las negociaciones de fusión.
“La realidad es clara”, dijo Espinosa en su primer informe financiero al frente de Nissan. “La empresa debe priorizar su supervivencia con urgencia y determinación”. La frase resume el tono de una estrategia defensiva que, aunque arriesgada, intenta evitar un nuevo colapso como el que casi los llevó a la bancarrota hace un cuarto de siglo, antes de ser rescatados por Renault.
En este nuevo panorama, los recortes no solo afectarán fábricas de ensamblaje, sino también las dedicadas a trenes de propulsión, aunque los directivos evitaron precisar los países o regiones más impactadas. Argentina ya fue excluida del mapa productivo, mientras que en México se consolidará la producción de camionetas, lo que sugiere un cambio estratégico más que un abandono de ese país.
En paralelo, el entorno comercial global ha empezado a tensarse. Los aranceles impulsados por la administración Trump impactan ya a otros gigantes automotrices: General Motors prevé pérdidas de hasta 5 mil millones de dólares; Ford calcula un golpe anual de 1.5 mil millones; Toyota y Mazda también advierten efectos negativos. Nissan estima que solo los aranceles le costarán 450 mil millones de yenes adicionales, complicando aún más su proyección a corto plazo.
A pesar del anuncio, las acciones de Nissan repuntaron un 3 % tras la presentación del plan, lo que sugiere que los mercados financieros perciben los recortes como una señal de disciplina y no de debilidad. No obstante, el valor bursátil de la empresa acumula una caída del 26 % en lo que va del año.
Las decisiones tomadas por Espinosa reconfiguran el rumbo de Nissan. En un contexto en que el futuro del automóvil eléctrico exige innovación, escalabilidad y alianzas estratégicas, la empresa parece haber optado por la contención antes que la expansión. La pregunta no es solo si logrará superar la crisis, sino a qué costo humano e industrial se dará esa recuperación.
