El discurso oficial sobre los avances de la Cuarta Transformación se vio interrumpido por una consigna que resonó más fuerte que cualquier narrativa institucional: “¡Seguridad, seguridad, seguridad!”. Fue el grito unánime de un grupo de mujeres en Cuautla, Morelos, que interpeló directamente a la presidenta Claudia Sheinbaum durante un acto público en la Antigua Estación del Ferrocarril.
Mientras Sheinbaum presentaba los Comités de Tejedoras de la Patria y detallaba los logros de su gobierno en materia de bienestar social, un sector de la audiencia irrumpió para exigir atención urgente a la crisis de violencia que afecta a la región oriente de Morelos, una zona marcada por el asentamiento del crimen organizado y el abandono institucional. El reclamo no fue una irrupción caprichosa; fue el reflejo de una desesperación acumulada por años.
La presidenta intentó contener el momento con un “Espérenme tantito”, gesto que no pasó desapercibido por su carga simbólica: el tiempo institucional no es el mismo que el de las víctimas. Acto seguido, giró el mensaje hacia la gobernadora Margarita González Saravia, asegurando que ya se contempla una “acción especial” para fortalecer la seguridad en la región.
Entre anuncios y gestos diplomáticos, Sheinbaum propuso que la mandataria estatal se incorpore al Gabinete de Seguridad en Palacio Nacional e incluso abrió la posibilidad de que dicho gabinete sesione en Morelos. La respuesta de González Saravia fue de manual: agradeció el respaldo y reiteró su disposición a coordinarse con el gobierno federal. “La seguridad de las y los morelenses es una prioridad absoluta”, aseguró, como si las cifras de homicidios, desapariciones y extorsiones en la zona oriente no llevaran tiempo contando otra historia.
La escena revela una tensión central: mientras el discurso presidencial insiste en los logros del proyecto de transformación, las mujeres en el territorio marcan otra urgencia. El evento también dejó ver la creciente presión que enfrenta la presidenta, no solo como líder del Ejecutivo, sino como figura clave en un país donde las mujeres exigen más que palabras para enfrentar una violencia que, en muchos estados, se ha vuelto estructural.
Resulta irónico que la protesta ocurriera en un acto dedicado a las “Tejedoras de la Patria”, cuando lo que se deshilacha, día a día, es la confianza en que las instituciones puedan garantizar la vida. El contraste entre el guion político y el grito ciudadano expone la brecha entre lo que se promete y lo que se vive en la calle.
Al cierre del acto, Sheinbaum retomó el tono institucional e invitó a la ciudadanía a participar en la elección del 1 de junio para renovar al Poder Judicial. Pero para muchas de las asistentes, lo urgente no son los jueces, sino el miedo con el que salen de casa. Lo que se demanda no es solamente representación, sino protección.




