La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decidió hacer lo que a algunos congresos locales se les olvidó: leer la Constitución. En un fallo histórico —y necesario desde hace décadas— invalidó normas en Guerrero y Aguascalientes que, con una mano en la Biblia y otra en el Código Penal, permitían violentar a menores LGBT+ en nombre del “bien familiar”.
Primero, el caso de Guerrero, joya legislativa donde los padres podían someter a sus hijos a “terapias de conversión” sin temor a pisar la cárcel. El artículo 177 Ter del Código Penal estatal decía, en resumen: si el niño es gay o trans, lo podemos “corregir” en casa. Todo muy amoroso, por supuesto. La SCJN les recordó que ni el prejuicio disfrazado de educación, ni el estigma con sotana, caben dentro del ejercicio legítimo de la patria potestad.
Margarita Ríos Farjat, ministra ponente, fue clara: someter a niños a estas prácticas pseudocientíficas —que van desde violencia emocional hasta sesiones tipo exorcismo— no es cuidado, es tortura. El tribunal, por unanimidad, eliminó el fragmento que permitía a los tutores ejercer violencia legalizada bajo el argumento de que “los padres saben lo mejor para sus hijos”. Spoiler: no, si eso incluye intentar “hacerlos” heterosexuales.
Javier Laynez, otro ministro, puso el dedo en la llaga: estas terapias no son otra cosa que violencia sistemática contra la diversidad. Y en vez de proteger a las infancias, Guerrero les ofrecía impunidad a quienes las lastiman. A partir de ahora, quienes insistan en aplicar ECOSIG a menores podrían recibir hasta seis años de cárcel. Una medida que algunos consideran drástica, pero que en realidad llega con décadas de retraso.
Por si fuera poco, la Corte también invalidó el artículo 57 del Código Civil de Aguascalientes, esa joya jurídica que básicamente decía que solo un hombre y una mujer pueden reconocer a un hijo fuera del matrimonio. Las familias homoparentales, por supuesto, ni en la foto. La SCJN tuvo que recordarles a los legisladores que las niñas y niños también tienen derecho a una identidad legal, incluso si sus padres no caben en el molde conservador.
El Pleno de la Corte fue tajante: la identidad familiar no se construye con cromosomas ni con prejuicios, sino con afecto y responsabilidad. Reconocer legalmente a los hijos de parejas del mismo sexo no es una concesión, es una obligación del Estado. Tal vez alguien debería explicárselo al Congreso de Aguascalientes con dibujos.
Mientras tanto, Guerrero queda exhibido como el único estado de los 19 que han legislado sobre ECOSIG que creyó sensato eximir a los padres de cualquier consecuencia penal. Otros estados como Puebla o Colima, más despiertos o simplemente menos medievales, han impuesto incluso la pérdida de la patria potestad. En contraste, Guerrero apostó por legalizar la violencia bajo el lema “porque los niños no saben lo que les conviene”.
Para quienes aún creen que ser LGBT+ es un error a corregir, la SCJN tiene noticias: ni el amor se endereza, ni la orientación sexual es un camino con retorno. La patria potestad no es una franquicia para ejercer violencia y la crianza no puede justificar prácticas pseudocientíficas que violan los derechos fundamentales de la infancia.
Y por si alguien aún tiene dudas, la ONU, la OMS, y todo organismo serio ya lo dijeron: las terapias de conversión no solo no funcionan, sino que matan. Provocan depresión, ansiedad, autolesiones y suicidio. Pero, claro, siempre habrá quien crea que una buena dosis de “conversión” es mejor que dejar que un hijo “se le desvíe”.
La Corte, por fortuna, optó por la sensatez jurídica sobre la moral selectiva. En vez de legislar con estampitas o referencias bíblicas, optó por el interés superior del menor, el derecho a una identidad libre de violencia, y la protección reforzada a los grupos vulnerables.
Así, mientras algunos padres se preparan para actualizar sus métodos de “educación” y algunos congresistas redactan sus próximos comunicados indignados, la niñez y adolescencia LGBT+ en México tiene un respiro. Porque por fin, alguien les dijo lo obvio: no hay nada que curar.




