El volcán Kilauea, ubicado en la costa sureste de Hawái, ha vuelto a ofrecer uno de sus espectáculos más imponentes. Durante el fin de semana del 25 y 26 de mayo, este gigante de fuego considerado uno de los más activos del planeta, protagonizó un breve pero intenso episodio eruptivo dentro de su cráter Halemaʻumaʻu, elevando fuentes de lava hasta los 300 metros de altura. Aunque la escena fue visualmente sobrecogedora, no representó riesgos para las comunidades cercanas.
De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), la erupción se originó en los respiraderos norte y sur de la caldera, alcanzando su punto máximo la tarde del domingo. El respiradero norte proyectó columnas incandescentes de hasta 300 metros, mientras que el sur alcanzó los 70 metros. El fenómeno, pese a su magnitud visual, duró apenas seis horas, con un descenso progresivo en la intensidad del flujo hasta su interrupción total en la noche.
Este tipo de actividad intermitente no es nueva para el Kilauea. Desde diciembre de 2024, se han documentado múltiples episodios similares, incluyendo eventos recientes el 2, 6, 11 y 16 de mayo. Cada uno ha seguido un patrón predecible: acumulación de presión magmática, inclinación inflacionaria del terreno, erupción repentina y, finalmente, una inclinación deflacionaria tras la liberación de energía. Esta secuencia genera una especie de “latido geológico”, con ciclos de presión que recuerdan al ritmo de una batería marcando la próxima entrada del bajo.
La erupción más reciente, aunque breve, fue notable por su sincronía con lluvias intensas, lo que añadió un dramatismo visual al ya impresionante paisaje del Parque Nacional de los Volcanes de Hawái. Las cámaras en vivo del USGS registraron cómo las fuentes de lava perdían fuerza hasta extinguirse, dejando solo una incandescencia residual que continúa activa bajo la superficie del cráter.
A pesar de la espectacularidad del evento, el Observatorio Volcánico de Hawái ha mantenido un aviso naranja solo para la aviación, dada la posible dispersión de ceniza. La zona afectada por la erupción está cerrada al acceso público, por lo que no hay reportes de daños ni de evacuaciones necesarias.
El Kilauea demuestra una vez más por qué es vigilado con atención global: su constante actividad, aunque por ahora contenida y sin consecuencias humanas, pone en evidencia la delicada relación entre las fuerzas geológicas y los ecosistemas que habitan sobre ellas. Como un DJ que repite el mismo beat con ligeras variaciones, el volcán sigue marcando su ritmo: breve, potente y predeciblemente impredecible.




