Bajo presión
Otro reflejo
Solemos explicar el concepto de “el Otro” diciendo que es todo lo que no eres tú: lo que está fuera del Yo. Una definición tan sencilla que, a menudo, termina en simplificación. El Otro no piensa como tú, no siente como tú, no recuerda lo que tú viviste. No comparte tus creencias ni tus afectos. No es una extensión de tu mente, mucho menos de tus deseos. Tiene voluntad propia, historias distintas, aspiraciones que no coinciden con las tuyas.
Pero cuando le hablo a mi hijo de “el Otro”, no me detengo en las diferencias. Prefiero remarcar las simpatías: le digo que el Otro es un reflejo que nos ayuda a ver nuestras propias particularidades y, sobre todo, nuestros límites. Insisto en esto último porque olvidamos, con demasiada facilidad, una idea básica: ningún derecho es absoluto. Todo derecho encuentra su límite en el momento en que su ejercicio afecta o vulnera los derechos de los demás.
Así lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos: el ejercicio de nuestras libertades sólo puede limitarse para asegurar el reconocimiento y respeto de los derechos ajenos, y para satisfacer las exigencias de la moral, el orden público y el bienestar común en una sociedad democrática. Es por eso que el Estado tiene la facultad -y la responsabilidad- de imponer límites para garantizar el orden, proteger a sus ciudadanos y permitir la vida común en condiciones de respeto.
Intento explicarle esto a mi hijo: mientras más insistimos en lo que nos separa de los demás, menos razones tenemos para convivir y menos espacio queda para desarrollar la empatía. No sé si estos argumentos le sirvan, pero es mi responsabilidad compartirlos. Lo crío en un entorno agresivo y polarizado, donde pensar diferente basta para convertir al otro en enemigo y clausurar toda posibilidad de diálogo.
Ese es justo el punto de conflicto entre el gobierno federal y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), un desencuentro que ya afecta a millones de estudiantes.
Después de reunirse con los titulares de Gobernación, Educación y el director del ISSSTE, y de recibir la propuesta de instalar un “Colectivo Interdisciplinario” para analizar el sistema de pensiones, además de realizar una consulta nacional en cada escuela sobre reglas para el ingreso, promoción y reconocimiento del magisterio, la CNTE desestimó el ofrecimiento como “pura paja”.
Las manifestaciones continuarán. La capital del país seguirá sitiada. La amenaza de boicot a las elecciones del 1 de junio sigue vigente. Todos perdemos.
Una vez más, el gobierno parece víctima de la polarización que sembró para llegar al poder. Y ahora, atrapado en su propio discurso, tropieza al reiterar que “no habrá represión”. El discurso lopezobradorista, con su afán diferenciador respecto al calderonismo, abandonó nociones fundamentales para la convivencia democrática. Se ha olvidado que garantizar la seguridad de los ciudadanos es también un deber del Estado.
Para marcar distancia con Calderón, Morena impulsó la narrativa de que no eran gobiernos represores. Tan es así que, en la Estrategia Nacional de Seguridad de Claudia Sheinbaum, se plantean cuatro ejes -atención a las causas; consolidación de la Guardia Nacional; fortalecimiento de la inteligencia; y coordinación con entidades federativas- que, aunque plausibles, dejan fuera algo esencial: la seguridad cotidiana de los mexicanos.
Usar a la Guardia Nacional o a las policías estatales no es sinónimo de represión. Pero la presidenta ya dijo que esa vía está descartada. Y el enfoque de atender las causas resulta inútil en un caso como el de la CNTE, que rechaza de plano cualquier propuesta del gobierno.
Una vez más, la presidenta Claudia Sheinbaum aparece sola. No hay operadores políticos capaces de desactivar el conflicto. Nadie que medie. Y en la oposición, tampoco hay interlocutores viables: se limitan a denunciar las violaciones de derechos cometidas por la CNTE y a burlarse de los vínculos que antaño los unieron con Morena. Como si fuera un castigo merecido: no es lo mismo ser borracho que cantinero. Ahora toca pagar las promesas de campaña, aunque eso signifique el desastre financiero.
Hemos llegado a este punto porque se olvidó que gobernar implica fijar reglas de convivencia. No se trata de reprimir a la Coordinadora, sino de frenar la constante vulneración de los derechos de todos. De recuperar la responsabilidad política.
En cuanto a la oposición, no hay remedio. Renunciaron a la pedagogía política y a la construcción de una alternativa. Solo queda contemplar la dignidad extraviada en medio de su falta de imaginación.
Coda. El Otro es el reflejo que permite reconocernos. Todos somos los Otros.
@aldan




