Interpol finalmente detuvo en Miami, Florida, a César Román Mora Velázquez, excontralor del estado de Hidalgo y uno de los principales implicados en el escándalo de corrupción conocido como la “Estafa Siniestra”. La noticia, confirmada por la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo (PGJEH), marca un punto de quiebre en el llamado maxiproceso que investiga el desvío de recursos públicos durante la administración de Omar Fayad, actual embajador de México en Noruega.
Aunque se le buscaba desde marzo de 2023 y contaba con ficha roja de Interpol, su detención no fue producto de una operación directa contra la corrupción, sino una consecuencia migratoria: las autoridades estadounidenses simplemente no renovaron su visa. Así, cayó el funcionario que debía vigilar el uso correcto del dinero público y que, según múltiples órdenes de aprehensión, participó activamente en su desvío.
Las acusaciones en su contra son amplias y graves: peculado, uso ilícito de atribuciones, amenazas, además de un juicio civil por extinción de dominio. El monto estimado del daño al erario asciende a 522 millones de pesos, aunque algunos reportes —como el de Reforma— señalan que el desfalco total podría superar los 2,500 millones. A través de simulaciones de contratos, adquisiciones ficticias y empresas fachada, el esquema permitió el vaciado sistemático de recursos públicos con el pretexto de atender la emergencia por covid-19.
Uno de los ejemplos más burdos fue la adquisición de un software de vigilancia de obras por 12 millones de pesos. Se pagó, pero nunca se entregó. El fraude se extendió a al menos 13 municipios y dos secretarías del estado, y estuvo articulado por un grupo de funcionarios que incluía desde ediles hasta altos cargos administrativos. Los recursos “extraordinarios” solicitados para caminos y suministros médicos terminaron diluyéndose en el vacío de la corrupción.
La “Estafa Siniestra” salió a la luz a días de que Julio Menchaca asumiera la gubernatura en 2022. Desde entonces, la investigación ha estado marcada por una retórica de combate a la impunidad, pero también por un uso político que beneficia al nuevo gobierno morenista. Lo irónico es que, mientras se presume una lucha contra los excesos del pasado priista, la red de complicidades actual sigue intacta, y sus aliados —como el Partido Verde, que ha sido bastión clave del oficialismo— han sido señalados por prácticas similares en otros estados.
La captura de Mora Velázquez representa un avance, sí, pero también una oportunidad para preguntarse cuánta justicia hay detrás de cada golpe mediático y cuánta simulación persiste entre los supuestos renovadores del sistema. La corrupción no tiene partido, pero sí patrones que se repiten. Y en México, esos patrones no distinguen entre el verde, el guinda o el tricolor: todos saben jugar el mismo juego.




