Aunque el mundo entero pareció haber dejado atrás la peor etapa de la pandemia, la reciente aparición de la variante NB.1.8.1 recuerda que el SARS-CoV-2 continúa activo y adaptándose. Identificada por primera vez el 22 de enero de 2025 a partir de una recombinación de la cepa XDV.1.5.1, esta subvariante de Ómicron ha sido clasificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “variante bajo vigilancia”. ¿La razón? Su velocidad de propagación. ¿El alivio? Su bajo riesgo aparente para la salud pública, al menos por ahora.
Hasta el 18 de mayo, NB.1.8.1 representaba ya el 10.7% de las secuencias genéticas de COVID-19 registradas globalmente, desplazando a variantes anteriores en regiones como el Pacífico Occidental (subió de 8.9% a 11.7%), América (de 1.6% a 4.9%) y Europa (de 1% a 6%). La expansión ha sido lo suficientemente notable como para motivar una respuesta técnica de la OMS, sin llegar a detonar alarmas sanitarias generalizadas. A la fecha, se ha detectado en al menos 22 países, incluyendo Estados Unidos, India, China, Egipto y las Maldivas. En México no se han reportado casos, pero las autoridades mantienen vigilancia activa, según el secretario de Salud, David Kershenobich.
La diferencia central de NB.1.8.1 radica en su eficacia para contagiar. Estudios preliminares indican que sus mutaciones en la espícula —la estructura que permite al virus ingresar a las células— le otorgan una ventaja frente a los anticuerpos generados por infecciones previas. Como explica María Tomás, microbióloga del Hospital de A Coruña y vocera de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), este sublinaje de Ómicron “podría facilitar su expansión”, al reducir la respuesta neutralizante de nuestro sistema inmune.
No obstante, el aumento en contagios no ha venido acompañado de un repunte en hospitalizaciones graves, ingresos a terapia intensiva o muertes. Tanto la OMS como especialistas de la SEIMC coinciden en que, por ahora, la severidad clínica de NB.1.8.1 no difiere significativamente de otras variantes recientes. La sintomatología tampoco ofrece sorpresas: fiebre, dolor de garganta, congestión nasal, fatiga y malestar general se mantienen como señales clave.
En cuanto a la protección inmunológica, las vacunas existentes siguen funcionando. El Grupo Técnico Asesor de la OMS sobre la Evolución del Virus sostiene que la evasión inmunitaria de NB.1.8.1 es mínima en comparación con otras variantes como la LP.8.1. De hecho, quienes recibieron las vacunas más recientes —especialmente contra la cepa JN.1— mantienen una buena defensa frente a esta nueva versión del virus. Según Tomás, en personas vacunadas recientemente, un contagio sería probablemente asintomático o muy leve.
Pese al bajo riesgo declarado, la OMS ha instado a los países miembros a no bajar la guardia. Sus recomendaciones incluyen la realización de ensayos de neutralización con sueros humanos y modelos animales, el seguimiento genómico constante, la evaluación comparativa de síntomas y hospitalizaciones, así como mantener actualizadas las estrategias nacionales de vacunación. En Europa, por ejemplo, la Agencia Europea de Medicamentos ya sugirió actualizar las fórmulas para la campaña 2025-2026.
El contexto también ayuda a matizar: el ligero aumento en casos de COVID-19 coincide con una menor circulación de otros virus respiratorios como la gripe o el sincitial, un fenómeno que ya se había observado en años anteriores. Por ello, más que un repunte incontrolado, NB.1.8.1 parece formar parte del relevo natural entre variantes en circulación.
La experiencia acumulada a lo largo de la pandemia ha fortalecido las capacidades globales de vigilancia, aunque no necesariamente la percepción pública del riesgo. NB.1.8.1 no ha desatado confinamientos ni cierres fronterizos, pero sí ha vuelto a poner en primer plano la necesidad de contar con sistemas de salud adaptativos y campañas de información transparentes. Como recordó la OMS en su último informe, “la vigilancia activa y la cooperación internacional siguen siendo esenciales”.
Si bien el panorama dista de ser alarmante, el virus aún no ha dicho su última palabra. La responsabilidad colectiva no desaparece solo porque los noticiarios ya no abran con curvas epidemiológicas. Como en cualquier secuela inesperada de una franquicia aparentemente concluida, el COVID-19 sigue apareciendo, más sutil, pero igual de persistente.




