Isaac del Toro, ciclista mexicano de 20 años, ha hecho historia al convertirse en el primer mexicano en liderar el Giro de Italia, ganar una etapa, portar la maglia rosa y terminar como subcampeón general. A su corta edad, su ascenso al podio de una de las grandes vueltas del ciclismo mundial no solo representa una hazaña deportiva, sino también un retrato descarnado del abandono institucional que enfrentan los atletas de alto rendimiento en México.
Pese a que la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), ahora dirigida por Rommel Pacheco, intentó adjudicarse parte del logro al señalar que Isaac es “fruto de la Olimpiada Nacional”, su familia desmintió de forma contundente cualquier tipo de respaldo oficial. José del Toro, padre del ciclista, calificó de “falta de respeto” que se intente utilizar el nombre de su hijo como ejemplo de éxito institucional, cuando, asegura, jamás recibieron ayuda del gobierno ni en los momentos más difíciles.
“¿Cómo hablan de apoyo cuando no ha sido apoyado?”, cuestionó José en entrevista con diversos medios. Detalló que, durante años, su familia costeó tratamientos médicos —como suplementos y consultas para atender desde osteoporosis hasta tumores— así como los gastos de competencia, viajes, bicicletas y alimentación. Recordó incluso cómo, en la víspera de un Campeonato Mundial, Isaac lo llamó para decirle que tenía hambre y sed porque no tenían qué comer.
Este testimonio expone una realidad conocida, pero normalizada: muchos atletas mexicanos deben abrirse paso sin respaldo estatal, dependiendo de esfuerzos personales, apoyo familiar y de terceros, como el equipo A.R. Monex o talleres mecánicos que, como “TNT Bicicletas”, ayudaron a armar su bici en pedazos.
La narrativa del sacrificio contrasta con el repentino entusiasmo institucional por adjudicarse el mérito una vez alcanzada la cima. Esta lógica de la “fotografía tardía” no es nueva en el deporte mexicano, donde los apoyos aparecen en los discursos, pero no en los trayectos. “Yo no conozco a un ciclista que le paguen viáticos, inscripción o pasaje”, insistió José del Toro.
El ascenso de Isaac no fue improvisado. Desde los 16 años emigró a Italia para desarrollarse como ciclista, impulsado por la afición de sus padres. En 2023 ganó el Tour del Porvenir, versión sub-23 del Tour de Francia. En 2024 brilló en el Down Under australiano y la Vuelta a Asturias. En 2025 ganó la clásica Milano-Torino. Su crecimiento ha sido constante, imparable y, sobre todo, independiente del aparato gubernamental.
Aunque Isaac ha expresado su deseo de competir en Los Ángeles 2028, su participación dependerá del Comité Olímpico Mexicano, otro organismo cuyos criterios de selección han sido cuestionados en el pasado. De concretarse, no solo representaría una esperanza para el olimpismo nacional, sino también una oportunidad para enmendar, aunque sea parcialmente, la omisión institucional que marcó su formación.
En medio del furor, con ciclistas celebrando su logro en el Ángel de la Independencia y los reflectores posados sobre él, su padre recuerda que Isaac alguna vez pidió autógrafos a quienes hoy deja atrás en la pista. El Torito los soñó y ahora los supera. Pero lo hizo pedaleando cuesta arriba, cargando no solo el peso de su bicicleta, sino también el del abandono estructural.




