Cuando el Tío Sam dice “Ayuda a tu país… y a ti mismo”, no se refiere a reciclar ni a pagar impuestos: habla de denunciar a tus vecinos si no tienen papeles. La imagen, reciclada de las viejas glorias de propaganda bélica estadounidense, ha sido reconfigurada con una estética que recuerda más a American History X que a Capitán América. Esta vez, el icónico personaje clava un cartel con la consigna “Denuncia a todos los invasores extranjeros”, avalado nada menos que por la Casa Blanca y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), según reportaron El País, AFP y ElDiario.es.
No es una parodia ni un desliz de redes: el gobierno de Donald Trump ha abrazado públicamente una pieza propagandística de origen supremacista. El autor original, Mr. Robert, un usuario de X con historial abiertamente racista, confesó estar sorprendido de que su cartel terminara en los canales oficiales del gobierno. Su sorpresa fue tan genuina como preocupante: “No parecía que fuera a tener más impacto”, escribió, aunque se mostró encantado con la acogida oficial de su mensaje.
Por si fuera poco, el cartel también fue difundido por el influencer cristiano C. Jay Engel, un activista digital que aboga por “una contrarrevolución angloprotestante” para limpiar Estados Unidos de migrantes no europeos. Engel celebró que su versión del Tío Sam fuera adoptada por las instituciones y compartida con el número directo del ICE. En su visión apocalíptico-cristiana, sólo la fe (y las deportaciones) pueden salvar a EE.UU. de su noche más oscura.
Detrás de todo esto aparece la figura de Stephen Miller, viejo conocido de la maquinaria antiinmigrante de Trump. Como apunta AFP, Miller sigue siendo el cerebro detrás del discurso que intenta “salvar la civilización occidental” con redadas y muros. Bajo su lógica, la retórica violenta no es colateral, sino central: cada palabra busca justificar un operativo real.
Y operativo hay. Según ElDiario.es, en Los Ángeles las redadas del ICE se han intensificado en las últimas semanas. La policía ha arrestado a casi 400 personas, la mayoría por desobedecer órdenes de dispersión. La Guardia Nacional ha desplegado 4,000 soldados y 700 marines. Aunque no tienen autoridad para arrestar, sí pueden “detener temporalmente” a civiles hasta que lleguen los federales. En otras palabras: no pueden esposarte, pero sí sujetarte hasta que llegue quien sí puede hacerlo. Un giro interesante en la reinterpretación moderna del “ciudadano vigilante”.
El contraste es brutal: por un lado, carteles patrioteros que reciclan la estética vintage para encubrir ideología supremacista; por el otro, la maquinaria estatal operando como fuerza de choque contra comunidades enteras. Lo que antes era mensaje marginal, ahora es política institucional.
Para Aaron Reichlin-Melnick, del Consejo Americano de Inmigración, este tipo de propaganda es una señal alarmante de retroceso. “Estoy profundamente preocupado por este país”, dijo en El País. La frase suena a cliché, pero en contexto se vuelve una advertencia clara: cuando los íconos patrios se ponen el uniforme del odio, el problema ya no es simbólico.
Mientras tanto, el cartel se sigue vendiendo online por 17.95 dólares, como si fuera una pieza de colección del nuevo orden. Así, el Tío Sam cambia su mensaje de reclutamiento a delación, y Estados Unidos su historia de acogida a una de vigilancia.




