El conflicto entre Irán e Israel, que estalló el 13 de junio de 2025 con bombardeos israelíes a instalaciones nucleares iraníes, ha entrado en pausa tras doce días de fuego cruzado, más de 600 muertos iraníes —en su mayoría civiles—, y 28 fallecidos en Israel. La tregua, impulsada por el presidente estadounidense Donald Trump, parece más una cuerda floja que una solución firme.
Trump fue el primero en cantar victoria desde su red social Truth, asegurando que ambas naciones acordaron un cese al fuego “total” en un plazo escalonado de 24 horas. El mandatario incluso se aventuró a llamar al episodio “La guerra de los 12 días” y agradeció a Dios por la supuesta paz, mientras negaba que se tratara de un triunfo unilateral. Sin embargo, medios como The New York Times y la BBC señalaron que los daños a instalaciones estratégicas iraníes fueron mínimos, contradiciendo las versiones triunfalistas de Israel.
Desde Teherán, el presidente Masud Pezeshkian declaró el fin del conflicto, condenando la “agresión imprudente” del “régimen sionista” y asegurando que Israel fracasó en su intento por destruir el programa nuclear iraní. Irán, según Pezeshkian, resistió heroicamente, evitó una caída del conocimiento científico y no cederá su soberanía ante ataques. Además, aseguró estar abierto al diálogo si el cese al fuego se respeta.
Del otro lado, el primer ministro Benjamín Netanyahu no bajó el tono: sostuvo que Israel logró una “victoria histórica” y advirtió que si Irán reactiva su programa nuclear, responderán con la misma “determinación y fuerza”. Añadió que la operación militar logró retrasar “por años” tanto el programa nuclear como el de misiles balísticos iraníes, aunque sin ofrecer pruebas concretas.
La aparente contradicción entre ambos discursos deja en evidencia el carácter provisional del acuerdo. A pesar de los comunicados, Israel continuó ataques puntuales tras acusar a Irán de lanzar misiles durante la vigencia de la tregua. Según reportes de medios israelíes, el radar de Teherán fue bombardeado tras una supuesta violación del alto al fuego, mientras que la televisión estatal iraní negó los hechos y los calificó de falsos.
Incluso el presidente Trump perdió la paciencia. En declaraciones desde la Casa Blanca antes de partir a la Cumbre de la OTAN, pidió a Israel “calmarse ya” tras enterarse de nuevos ataques. Su enojo se intensificó cuando sus esfuerzos diplomáticos parecían desmoronarse en tiempo real. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, trató de reconducir la narrativa destacando la postura de Trump como un “líder firme” contra la posibilidad de un Irán nuclear.
Mientras los aeropuertos israelíes reanudan operaciones y las alertas antimisiles siguen sonando, el Ejército de Israel redirige su atención a Gaza, retomando la ofensiva contra Hamás. El jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, afirmó que se entró en una nueva fase, basada en los “logros” contra Irán, aunque reconoció que hay muchos desafíos por delante.
Así, el conflicto entre Israel e Irán parece haber cambiado de escenario más que concluido. El cese al fuego se mantiene de forma inestable, sostenido por advertencias cruzadas, acusaciones de incumplimiento y una comunidad internacional que solo atina a pedir “moderación”. Como en una secuela mal escrita, los personajes repiten líneas ya conocidas: amenazas de ataque, llamados a la paz y egos nacionales inflados. Por ahora, el mundo contiene el aliento. Pero la pregunta persiste: ¿es esta paz una pausa… o la antesala de una guerra más larga?




