¡A ver, pendejo! ¡Quítate, yo lo hago!
Para mi hermano de vida, Carlos Alberto Flores de la Rosa
Son ya muchos años que mi compadre Carlos Flores y yo somos asiduos visitantes de la Línea de Fuego, esa mezcla de mercado de pulgas y tianguis que tanto nos fascina por la pluralidad de cosas y personas que la frecuentan, donde lo mismo se compra un exvoto, que un kilo de fresas o de rambután; donde igual se consigue una réplica de Cartier que uno original; donde, finalmente, uno ve a los vendedores clásicos, muchos de ellos con su pequeño tenderete, sin prisa, haciendo gala de aquella vieja anécdota del indígena que no quería enajenar toda su mercancía: ¡Luego qué vendo!
Nuestras visitas se resumen en deambular entre decenas de anticuarios (los hay de distinto tamaño, y de diversos productos, desde funcionales hasta cachivaches inservibles) avituallarnos de sendos tacos de buche, maciza y cuerito; y por supuesto de filosofar, platicar mientras compramos algún mugrero que no sirve para nada; creo que el record lo tengo yo, con un rollo viejo de pianola que, evidentemente sin pianola, no tiene otra utilidad práctica que sumarse a cosas inservibles en mi gabinete.
Una de tantas visitas, la filosofastra nos llevó a discutir en torno a lo bien que nos ha tratado la vida, con una estabilidad en todos los aspectos, y justo nos preguntamos cómo logramos, de ser aquellos dos chavitos de secundaría por los que nadie daba dos pesos, transformarnos en sendos profesionistas destacados cada uno en nuestro ámbito (modestia aparte). Primero discutimos si fue el ímpetu, el estudio o el esfuerzo, terminamos coincidiendo en una frase: a ver pendejo, quítate, yo lo hago. Efectivamente, además de trabajar, hacer el extra que otros no quieren hacer.
Y es esta filosofía de vida, la que lo llevó por los caminos de la educación secundaria, primero como profesor de electrónica y música, ahora como director académico de una institución que, gracias a su esfuerzo y tesón, ocupa los primeros lugares en todos los ámbitos. Hoy que cumple 25 años en secundaria Cedros, su trabajo lo ha llevado a ser reconocido como uno de los profesores más importantes de Aguascalientes, tanto que la comunidad hidrocálida le entregó, a través del Ayuntamiento, un premio por su distinguida trayectoria. Al compadre, al amigo, al profesor, al hermano: felicidades y larga vida.




