Justo cuando las banderas arcoíris ondeaban en cientos de ciudades por el mes del Orgullo, el Departamento de Defensa de Estados Unidos decidió borrar uno de sus gestos más simbólicos hacia la comunidad LGBTIQ+: el USNS Harvey Milk fue rebautizado como Oscar V. Peterson, según oficializó el secretario de Defensa, Pete Hegseth.
El gesto —que en apariencia busca “despolitizar” los nombres de las embarcaciones militares— se ejecutó con puntualidad casi provocadora. El propio Hegseth afirmó que “no vamos a rebautizar el barco con nombres políticos”, y justificó el cambio bajo el argumento de honrar al suboficial Peterson, condecorado póstumamente por su heroísmo en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la decisión ha sido ampliamente leída como un retroceso en la representación de minorías sexuales en espacios públicos, especialmente por coincidir con una fecha significativa para los derechos LGBTIQ+.
Harvey Milk no solo fue el primer político abiertamente gay electo en EEUU; también fue un veterano de la Marina que debió abandonar su puesto tras ser interrogado por su orientación sexual. Su historia, sellada por un asesinato político en 1978, ha sido símbolo global de resistencia. La elección de su nombre para un buque —tomada por la administración de Joe Biden en 2021— fue interpretada como un acto de justicia simbólica. De ahí que su eliminación haya generado duras críticas, especialmente desde sectores demócratas y activistas por los derechos civiles.
El cambio no ocurre en un vacío político. Medios como CBS han señalado que otros barcos de la misma clase —nombrados en honor a figuras como Thurgood Marshall o Lucy Stone— podrían ser los siguientes en sufrir una “desactivación simbólica”. En palabras del propio Hegseth, se trata de “sacar la política de la nomenclatura”, una frase que adquiere peso específico cuando se toma en cuenta que fue dicha por un funcionario de la administración Trump, la misma que ha promovido restricciones a la visibilidad y derechos de la población LGBTIQ+.
El documental La época de Harvey Milk, recientemente reestrenado en la plataforma Filmin, recuerda que Milk anticipó que su vida corría peligro por ser quien era. Su “testamento político” —grabado antes de su asesinato— advertía sobre la fragilidad de los avances. “Es vital que las minorías culturales y étnicas, los gays y las feministas, aúnen fuerzas”, decía. Su legado fue más allá de la identidad sexual: defendía también a personas mayores, con discapacidad y a comunidades desplazadas.
Hoy, más de cuatro décadas después, su legado sigue desafiando el olvido institucional. Desde el aeropuerto Harvey Milk en San Francisco hasta la bandera gigante que ondea en el barrio de Castro, su memoria resiste los intentos de relegarla a los márgenes de la historia oficial. La pregunta que queda tras este cambio de nombre no es solo por qué se hizo, sino qué revela sobre el rumbo que algunos sectores buscan imprimirle a la memoria colectiva. Porque cuando una nación decide a quién honra y a quién borra, también decide qué valores proyecta hacia el futuro.




