Elegante, cerebral, técnico y líder nato. Así se resume la carrera de Álex Darío Aguinaga Garzón, uno de los futbolistas más emblemáticos en la historia del fútbol ecuatoriano y una leyenda inmortal del Club Necaxa en México. Nacido en Ibarra, Ecuador, el 9 de julio de 1969, Aguinaga dejó una huella imborrable tanto en su país como en el extranjero.
Debutó profesionalmente a los 16 años con Deportivo Quito, pero su talento desbordante no tardó en llamar la atención más allá de las fronteras. En 1989, fichó por el Club Necaxa de México, donde se convirtió en el cerebro del equipo durante más de una década. Con los Rayos ganó tres títulos de Liga MX (1994-95, 1995-96 e Invierno 1998), una Copa México, un Campeón de Campeones, la Concacaf Liga de Campeones y el tercer lugar en el Mundial de Clubes 2000, venciendo al mismísimo Real Madrid.
Aguinaga disputó más de 460 partidos con Necaxa y anotó cerca de 80 goles, convirtiéndose en uno de los extranjeros más queridos y respetados del fútbol mexicano. Tras una breve etapa en Cruz Azul, regresó a Ecuador para vestir los colores de Liga de Quito, donde se retiró en 2005 coronándose campeón nacional.
Pero su grandeza no se limitó a clubes. Con la Selección de Ecuador, Álex Aguinaga fue capitán, símbolo y referente durante casi dos décadas. Participó en ocho ediciones de la Copa América (récord absoluto), acumuló 109 partidos internacionales y anotó 23 goles. Fue pieza clave en la histórica clasificación al Mundial de Corea-Japón 2002, el primero en la historia de la Tricolor, y tuvo el honor de portar el gafete de capitán en esa justa mundialista.
Su visión de juego, precisión en los pases y capacidad para manejar los tiempos de los partidos lo convirtieron en un auténtico “arquitecto del mediocampo”. Su dupla con Ivo Basay en Necaxa y su papel como número 10 en la selección ecuatoriana lo convirtieron en un ícono del fútbol latinoamericano.
Tras su retiro, Aguinaga inició su carrera como director técnico, pasando por clubes como San Luis, Barcelona SC, Deportivo Cuenca y Liga de Quito. También ha incursionado como comentarista deportivo, donde sigue compartiendo su experiencia y análisis con la misma lucidez que mostraba en el terreno de juego.
Hoy, Álex Aguinaga es recordado no solo por sus títulos y sus números, sino por su fidelidad, su liderazgo y su influencia en el desarrollo del fútbol ecuatoriano. Fue más que un jugador: fue el estratega silencioso que convirtió en posible lo que antes parecía un sueño lejano.




