Con un profundo respeto, hoy nos despedimos y al mismo tiempo celebramos el tiempo compartido y el legado de Edilberto Aldán Ahedo, quien por más de una década fue nuestro director editorial, un hombre a quien, en lo personal y en lo profesional, le debo una gratitud inmensurable.
A lo largo de los años, he tenido el privilegio de ser testigo de su incansable dedicación y su sacrificio profesional. Su entrega no ha sido solo una cualidad admirable, sino el motor que ha impulsado la calidad de este proyecto. Cada decisión editorial, cada estrategia implementada, reflejó su compromiso inquebrantable con la excelencia y la verdad. Su liderazgo no se basaba en la autoridad, sino en la convicción de un trabajo bien hecho y en la capacidad de inspirar a todo un equipo a alcanzar los más altos estándares.
Más allá de su rol directivo, su talento como escritor es innegable. Es una de las mentes más brillantes y sagaces con las que he tenido la oportunidad de colaborar, dotado de una capacidad única para ver la historia detrás de los hechos y la profundidad en las palabras. Su aguda inteligencia y su vasto conocimiento han sido un recurso indispensable para nuestra redacción, un faro que ha guiado a nuestros colaboradores hacia una narrativa más sólida y coherente. El sentido de colaboración y el apoyo que siempre brindó han cimentado lo que hoy tenemos, una cultura de trabajo basada en el respeto mutuo y en la búsqueda de la mejora constante.
Esta despedida se da en un clima de respeto mutuo y dejamos las puertas abiertas, pues el lazo que hemos construido trasciende el ámbito laboral. La amistad que ha florecido en este tiempo es, para mí, un valor que atesoro y que estoy seguro continuará. Su partida es un paso hacia nuevos horizontes que, estoy seguro, lo llevarán a desafíos igualmente gratificantes y exitosos. Él nos deja una base sólida, un equipo más talentoso y preparado.
Como dijo Séneca: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”. Con su dedicación, nos enseñó a valorar cada instante y a emplear nuestro tiempo con propósito. Su legado no se mide solo en páginas, textos, imágenes impresas o en logros, sino en la marca que dejó en cada uno de nosotros y en la dirección del proyecto que nos ayudó a trazar.
En nombre propio y en el de toda la organización, le agradezco su entrega, su talento y su amistad. Esta siempre será su casa, y esperamos con gran interés conocer los nuevos éxitos que le depara el futuro, que sabemos, serán fructíferos.
Francisco M. Aguirre Arias




