La Columna J
Amores materialistas
“El amor se ha vuelto una transacción vacía que alude a la consideración material de la expresión inocua del ego”.
Estimado lector de este reconocido medio, LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, espero que se encuentre bien y que sus momentos sean afables. Gracias por prestar atención y consideración a esta columna semanal.
En esta ocasión quiero hacer una referencia a la película Amores materialistas, actualmente en cartelera. Aunque su trama transita entre lo romántico, lo trágico y lo cómico, considero que representa una crítica plausible al capitalismo que caracteriza a nuestro momento histórico.
La película, protagonizada por Dakota Johnson, Chris Evans y Pedro Pascal, comienza con una breve escena ambientada en la prehistoria, donde un homo erectus llega con su pareja y le ofrece una especie de anillo hecho de flores. Posteriormente, la trama se centra en el personaje interpretado por Dakota, quien se dedica a vincular parejas bajo ciertos parámetros de coincidencia, con el objetivo de que pertenezcan al mismo segmento socioeconómico y cultural, previendo así la “viabilidad” de la relación.
“El amor se ha vuelto una experiencia de consumo: queremos lo placentero del encuentro, pero sin el peso de la responsabilidad; deseamos cercanía sin compromiso, y cuando el vínculo deja de satisfacer, lo desechamos como si fuera un producto defectuoso”
-Zygmunt Bauman, Amor líquido
En un mundo materialista y vacío, los parámetros que prevalecen son la altura, el peso, la edad, la posición laboral, el ingreso anual, el círculo social y, evidentemente, los cánones de belleza impuestos por la sociedad. Bajo esos estándares, la protagonista genera relaciones amorosas que, además de proporcionarle ingresos, representan una prosperidad considerable para la empresa que lucra con el amor. Todo parece funcionar de manera sistémica y ecuánime, hasta que, en un giro, se reencuentra con un exnovio al que amaba profundamente. Sin embargo, su condición económica -insuficiente bajo los criterios de la plataforma- hace inviable la relación. En términos numéricos, estaba “en números rojos”.
En paralelo, ella conoce al personaje interpretado por Pedro Pascal, quien representa al llamado “unicornio”: un hombre de buen gusto, bien vestido, con cuerpo atlético, refinado, pero sobre todo, inmensamente rico. Él comienza a cortejarla mediante una seducción basada en lo material. No obstante, hay algo en la tesitura de esa circunstancia que hace que se desvanezca la posibilidad de construir una relación sustentada en el amor.
Desde una perspectiva filosófica, se extiende una reflexión sobre cómo el ser humano ha interiorizado una metanarrativa impuesta, orientada a una pseudovaloración material que clasifica a las personas para perpetuar los círculos sociales, bajo la errabunda y perniciosa disolución de las esencias ontológicas del individuo. Efectivamente, las bases materiales son las que condicionan hoy el estatus del amor, desplazando el afecto, el cuidado y la ternura por lógicas de mercado, por ecuaciones entre conveniencia y capital simbólico.
Aunque el concepto de matrimonio tiene origen romano, bajo una arista legal de herencia y pertenencia, ha sido un eje social sobre el cual han oscilado las relaciones sentimentales durante milenios. Sin embargo, partiendo de la evolución de la lucha de clases y del materialismo dialéctico, podemos afirmar que hoy se comercializa con el amor. No es que antes no existieran arreglos o conveniencias entre familias, sino que ahora, con la supuesta libertad que nos ofrece la modernidad, reproducimos la misma sátira social, pero de forma más encubierta. El núcleo familiar se desquebraja, se difumina: estamos ante un amor líquido.
“El amor líquido no fracasa porque no haya afecto, sino porque el miedo a la permanencia es más fuerte que el deseo de construir. Se prefiere la conexión momentánea, rápida y sin profundidad, como un clic que se da y se borra con la misma facilidad”
-Zygmunt Bauman, Amor líquido
No cabe duda de que muchos de los puntos clave de la película están inspirados en las obras de Bauman. Quien tiene poder económico expresa la relación endeble entre su ego y su pretensión de conquista. Quien es pobre, por el contrario, carga con una condena aparentemente inquebrantable, aunque conserva la aspiración -a veces ingenua- de encontrar el amor ideal, ese que el subconsciente colectivo ha romantizado.
El amor y las relaciones seguirán siendo una categoría social reservada para aquellos que logren tener un sentido común que trascienda el materialismo rampante, en un mundo donde las personas valen por lo que tienen, no por lo que son.
“El amor, por definición, es un evento violento. No ocurre gradualmente. Es una ruptura, una revolución. De pronto, todo cambia. El amor no es simplemente algo que sucede: es una decisión radical de comprometerse con la contingencia del otro” -Slavoj Žižek
In silentio mei verba, la palabra es poder.




