Hágase la austeridad…
El movimiento fundado por el expresidente López Obrador atraviesa una gran crisis de imagen: cuadros de primer nivel han sido expuestos dándose una vida de verdadero lujo. Lo anterior no tendría nada de malo, si en el fondo no hiciera contraste con una de las principales banderas ideológicas del partido: la austeridad.
AMLO es el responsable de esa narrativa que hoy parece desmoronarse ante los excesos de miembros notables de Morena, incluida su familia. “No puede haber gobierno rico, con pueblo pobre”, decía el tabasqueño. Pero en ese partido parece estar ocurriendo todo lo contrario, sin mayor recato y sin temor a represalias desde el más alto nivel.
Quienes antes pregonaban la austeridad, hoy pasean, tienen propiedades en el extranjero y gustan de ropa y joyas de diseñador. Prefieren la vida sibarita, antes que la medianía del mexicano que apenas completa la quincena con los apoyos de los programas sociales. Entre unos y otros, hay un abismo.
El tema no es menor. Tras ser “balconeado” en medios de comunicación y redes sociales por su viaje a Japón (que incluyó hoteles de lujo y compra en tiendas de diseñador) el hijo del ex presidente tabasqueño acusó un linchamiento político en su contra, cargado de “odio” y “clasismo”.
En una errática y atropellada carta dirigida a la opinión pública, intentó aclarar un viaje que, bajo otro contexto, no tendría por qué aclarar. Y no tendría por qué hacerlo, si no fuera porque rompe por completo con el discurso de su padre y de la hoy presidenta de la República, quien ha reiterado que el poder debe ejercerse con humildad y sencillez.
Y repito, no es un tema menor, porque los excesos de algunos y algunas morenistas, como la senadora Andrea Chávez, han provocado reacciones al más alto nivel. La dirigencia nacional de ese partido ha tenido que salir incluso a recordarle a militancia de todos los niveles, que se conduzcan con honestidad, sencillez y sobre todo “sin hacer derroche de recursos económicos”.
Pero nada parece cambiar pese a los jalones de oreja. Los principales operadores políticos del partido defienden a capa y espada su lifestyle. No por nada atravesaron años de lucha para alcanzar el poder, se auto convencen algunos.
El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, quien durante años criticó los derroches de jueces, secretarios de Estado y legisladores de oposición, hoy justifica sin mayor apuro sus viajes en primera clase, sus traslados en camionetas blindadas y sus vacaciones en los principales destinos turísticos de Europa.
Y esa vida ostentosa, repito, que contrasta con la realidad de más de 46 millones de mexicanos que viven en situación de pobreza, se vuelve un problema de comunicación institucional para el partido y para la presidenta Sheinbaum, quien ahora carga con la falta de disciplina y la rebelión de cuadros morenistas.
El mismo Andrés Manuel López Beltrán, a quien se adjudica el verdadero control del partido por herencia de su padre, ha dicho que hay una operación de espionaje en su contra, como una reacción torpe ante el escarmiento público. Pero a pesar de representar todo lo que su progenitor criticó en el pasado, continúa con un estilo de vida muy alejado del joven de clase media, que conocimos en sus primeras apariciones públicas.
Haría bien el movimiento en replantear sus directrices narrativas y dejar atrás ideas arcaicas como la pobreza franciscana, para evolucionar a lo que hoy parece ser una adaptación a conveniencia y justificada de la justa medianía: “Hágase la austeridad…en los bueyes de mi compadre”.




