Lo que alguna vez fue promesa de sustento económico y cultural para las comunidades yucatecas, hoy se enfrenta a graves amenazas: sobreexplotación, pesca furtiva y escasez de especies clave como el mero, el pulpo, la langosta y el pepino de mar. Las autoridades mexicanas, como la Conapesca o la Secretaría de Marina (Semar), no han tomado cartas en el asunto, pero las mujeres pescadoras, madres de familia, comerciantes y buscadoras han decidido tomar el timón de la conservación de especies y protección de espacios marinos en sus propios términos.
En el norte de la península de Yucatán, en el puerto de Celestún, fue creado por primera vez un refugio pesquero como respuesta a la protección de recursos y especies que han sido amenazados por la sobreexplotación y la pesca furtiva. Desde la creación de este espacio, en 2019, se ha logrado la prohibición de la pesca ilegal por un periodo de 5 años para ayudar a las especies marinas a recuperarse. También, han logrado garantizar condiciones seguras para que sus poblaciones se regeneren de manera efectiva.
Sin embargo, las mujeres guardianas buscan que esa protección no se quede solo en el papel. Aunque son minoría, han llevado su labor a otro nivel. Con tan solo 10 personas al frente, 5 hombres y 5 mujeres, las guardianas del mar participan en la vigilancia comunitaria para cuidar el mar y frenar la pesca ilegal. ¿Cómo lo hacen? Organizando recorridos de vigilancia voluntarios, supervisando las capturas permitidas, documentando irregularidades, registrando evidencia y presentando denuncias al Sistema de Denuncia de Pesca Ilegal de la Conapesca.
A tan solo 1 año de su integración formal, llevan un uniforme característico: binoculares, impermeable, cámara fotográfica, un botiquín, bloqueador solar, una tablet, libreta y navegador satelital. A partir de su integración, han desafiado estereotipos y se han apropiado de espacios que eran diseñados específicamente para los hombres pescadores.
“Antes pensábamos que esto era solo para hombres. Pero comenzamos a involucrarnos en la vigilancia porque notamos que, cuando los varones se encontraban con pescadores furtivos, los enfrentamientos eran más fuertes. Entonces lo vimos como una estrategia: con nosotras se calman un poco. Lo que hacemos es tratar de impedir que pesquen dentro del refugio pesquero y que no capturen especies en veda”, explicó Reina Dzul, una de las integrantes de la vigilancia comunitaria, originaria de Celestún. Como parte del destino natural de estas mujeres, creció en una familia de pescadores y terminó casándose con uno. Ella empezó a integrarse a los talleres de educación ambiental, posteriormente participó en charlas a escuelas primarias de la región y eventualmente pasó a realizar recorridos de vigilancia.
Para realizar las labores de vigilancia, se organizan de un día para otro, principalmente por cuestiones de seguridad, por condiciones del clima y para solicitar si cuentan con los recursos suficientes para combustible. Normalmente, solo necesitan de 5 a 6 personas para completar el grupo. Ellas revelan que no reciben apoyos estatales ni federales, pero sí de la organización internacional WildAid, una organización ambiental originaria de Canadá.
Su integración a lo largo de los años, ha dado muchos resultados. Según datos, se han decomisado 300 embarcaciones, 588 vehículos y más de 7000 artes de pesca. Además, se han puesto a disposición de las autoridades 104 personas por relación con la pesca furtiva.
Es importante destacar la labor de las mujeres yucatecas por la prevención de la pesca furtiva y protección de especies. Sin embargo, no pretenden sustituir las obligaciones de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) y la Secretaría de Marina (Semar). De hecho, invitan a las autoridades a trabajar con ellas y principalmente, aportar recursos para continuar con sus labores de conservación y resistir con su propia fuerza.
