¿Sabes qué tienen en común estas tres figuras mexicanas? Todos fueron conocidos por cerrarle las puertas a artistas emergentes, por llevar a cabo prácticas machistas y monopolizar el muralismo mexicano.
Cuando hablamos del arte mexicano, gran parte de la información disponible suele centrarse en la obra de José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Estos artistas, todos nacidos en México, son conocidos como los grandes maestros, pioneros y, a menudo, como los “genios” detrás del muralismo mexicano, un movimiento que transformó el arte en el país y que dejó una huella a nivel internacional.
Lo que nos cuenta la historia, es que a través de sus aportaciones lograron la construcción de una nueva identidad nacional, incorporando las luchas sociales y las aspiraciones del pueblo, destacando el nacionalismo dentro de su arte. Pero, lo que a menudo se olvida mencionar es que aunque inició como una promesa de revolución cultural, poco a poco se fue convirtiendo en un grupo exclusivo, influyente y poderoso que cerró puertas a múltiples expresiones, corrientes y artistas. ¿Concidencia? No lo creo.
Los tres grandes… abusadores
Para empezar, cuentan con un largo historial de unir sus fuerzas para negarle espacios a artistas, específicamente mujeres. Tal fue el caso de María Izquierdo, quien en 1945 recibió el encargo de realizar un mural en el Palacio de Gobierno del entonces Distrito Federal. Ella no era una desconocida. Contaba con una amplia trayectoria artística: había sido la primera mujer mexicana en exponer en los Estados Unidos, estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes y era columnista de Excélsior y la revista Hoy.
Izquierdo trabajó en el boceto de su mural, recaudó todo el material, personal y elementos necesarios para llevar a cabo su obra. Hasta que Rivera, Orozco y Siquerios hicieron lo suyo: lograron detener la realización del mural bajo el argumento de que la artista “no dominaba la técnica” y que “no contaba la capacidad física” para realizarlo. En su lugar, sugirieron que el mural fuera realizado en un espacio de “menor importancia” como una escuela o un mercado.
Otras víctimas de los “tres grandes” fueron las destacadas Leonora Carrington, Remedios Varo o Aurora Reyes. Todas ellas desarrollaron propuestas innovadoras, dentro de la técnica del muralismo o con sus propios movimientos como el surrealismo, y buscaron espacios en museos y galerías que también frecuentaban Siqueiros, Rivera y Orozco. Sin embargo, el poder y la influencia de estos muralistas se tradujeron en obstáculos directos para ellas, llegando incluso a vetarlas por completo de estos espacios.
Además de las voces de estas mujeres, artistas mexicanos, extranjeros radicados en México y críticos, se posicionaron en contra de estas prácticas excluyentes. Fue así como tomó fuerza el movimiento conocido como la “Ruptura”, un colectivo diverso que se unió con el propósito de visibilizar el monopolio ejercido por los muralistas y abrir el panorama artístico a nuevas expresiones, lenguajes y voces.
Tal vez la historia se olvide de esta particular serie de eventos que revelan mucho más del carácter de estos tres grandes muralistas, pero estos artistas no van a dejar que muera en olvido tan fácilmente. Tal como lo hicieron a través de cartas abiertas y artículos publicados en medios de la época, como “María Izquierdo vs. Los Tres Grandes”, “No son ellos los inventores” o “La Pintura Mural”. Este último lo evidencia de esta forma: “Yo me pregunto: ¿cómo será posible que estas tres personas, faltas de compañerismo y locas de egolatría, puedan determinar qué otros pintores han de pintar lo que ellos quieren para sí? No hay un solo pintor, viviente en la actualidad, que pueda jactarse de haber recibido un elogio de su boca.”




