Imagina un tipo que no sólo devoraba defensas con su olfato goleador, sino que después se calzaba el traje de directivo para armar dinastías en los clubes más emblemáticos de México.
Ricardo Peláez Linares no es solo un nombre en los libros de historia del balompié azteca; es una fuerza imparable, un contador público que prefirió el rugido de la afición al crujir de los números en una oficina. Nacido el 14 de marzo de 1963 en la bulliciosa Ciudad de México, este coloso de 1.84 metros de altura ha sido el corazón latiendo de generaciones de futboleros. Desde sus inicios como un joven promesa en las fuerzas básicas hasta su rol como arquitecto de títulos legendarios, Peláez encarna el espíritu indomable del fútbol mexicano.
De las calles de México a las fuerzas básicas
Ricardo Peláez no llegó al fútbol por casualidad; lo mamó desde chiquito en las canchas polvorientas de la capital mexicana. En 1980, con apenas 17 años, se unió a las fuerzas básicas del Club América, el equipo que sería su primer gran amor (y uno de varios regresos). Pero Peláez no era solo patas rápidas; era un tipo con cabeza. Mientras pateaba balones, se graduó como Contador Público, cumpliendo el sueño de su padre de que terminara la universidad.
Su debut en la Primera División llegó en la temporada 1985-86 con las Águilas, donde rápidamente demostró su instinto asesino frente al arco. En solo dos años (1985-1987), jugó 53 partidos y clavó 16 goles, contribuyendo al título del Torneo PRODE 1985, un campeonato especial que marcó el renacer del América en los 80. Pero Peláez buscaba más minutos, más gloria. Así que en 1987, dio el salto al Club Necaxa, un movimiento que cambiaría su destino para siempre.
La década dorada en Necaxa
¡Ah, Necaxa! Si la carrera de Peláez fuera una película, este sería el acto principal, lleno de drama, goles y trofeos. De 1987 a 1997, Ricardo se convirtió en el alma de los Rayos, jugando 352 partidos y anotando 138 goles en la liga, un récord que lo erige como el máximo artillero histórico del club con 158 dianas en total. Imagina: un mexicano puro, liderando una era dorada donde Necaxa pasó de ser un equipo modesto a bicampeón nacional.
Bajo la batuta de técnicos como Manuel Lapuente, Peláez formó duplas letales con cracks como Ivo Basay y el Ratón Zárate. Sus logros en esta etapa son de antología:
- Bicampeón de la Primera División: Torneos 1994-95 y 1995-96. En el 95, fue clave en la Copa México y el Campeón de Campeones.
- Recopa de la Concacaf 1994: Un título continental que puso a Necaxa en el mapa internacional.
- Subcampeonatos en Invierno 1996 y otras liguillas, mostrando consistencia brutal.
Peláez no solo anotaba; definía partidos. Su olfato para el gol lo llevó a ser un ídolo hidrorayo, y como mexicano, representaba el orgullo de un fútbol local que competía con extranjeros. En total, en su carrera como jugador, sumó 187 goles en Primera División, colocándose como el 11° máximo goleador histórico de la Liga MX. Un depredador nato que elevó el estándar del delantero azteca.




