En las entrañas de Monterrey, donde el acero de las fábricas se mezcla con el rugido de los estadios, nació un guerrero con melena al viento y un instinto que perforaba redes como cuchillo en mantequilla. Antonio de Nigris Guajardo, conocido como “Toño” por los suyos y “El Tano” por una afición que aún llora su ausencia, vino al mundo el 1 de abril de 1978, hijo de Leticia Guajardo y Jesús Alfonso de Nigris. En una familia donde el fútbol, más que un juego, una religión, Toño no solo pateó balones, los convirtió en himnos. Con 70 goles en 13 equipos y 6 países, este regiomontano llevó el orgullo mexicano desde el Tecnológico hasta las canchas de Grecia, donde un corazón traicionero lo apagó el 15 de noviembre de 2009, a los 31 años. Pero su fuego no se extingue.
El niño que hizo temblar el Tecnológico con Rayados
Visualiza a un chavo flaco, con la mirada afilada y el balón pegado al pie, corriendo por las calles de Monterrey donde el sol quema como un regate y el viento susurra sueños de gloria. Toño creció en una dinastía futbolera, sus hermanos Poncho, el incansable showman, y Aldo, quien heredaría su olfato goleador, lo rodeaban de pasión albiazul.
Desde pequeño, destacó en equipos amateurs y hasta en tenis, pero el fútbol era su destino. En 1999, debutó con Saltillo Soccer, filial de Rayados, y el 6 de febrero de 2000, bajo el mando del español Benito Floro, pisó la Primera División contra Morelia. Entró al minuto 73 en una goleada 5-0, pero ese instante fue el chispazo que encendió una leyenda.
Con Rayados, entre 1999-2002 y un regreso fugaz en 2006, Toño fue un huracán: 81 partidos, 37 goles, más de la mitad de su carrera. En el Invierno 2000, marcó 11 goles en 17 juegos, empatando el récord de Pedro Pineda como el Rayado más letal en un torneo corto. Sus cabezazos eran misiles, sus disparos desde fuera del área, poemas violentos que hacían estallar el Tecnológico. En el Verano 2001, sus 9 goles en fase regular y uno en Liguilla llevaron a Rayados a playoffs por primera vez en torneos cortos. Un doblete contra Puebla hizo rugir el estadio con un grito unánime. La afición lo bautizó “El Tano” por su herencia italiana, pero para La Pandilla era un dios. Ganó el Novato del Año 2000, defendió la camiseta con uñas y dientes, y Monterrey lo amó con un fervor que, 15 años después, aún quema.
Un mexicano que conquistó el mundo
Toño no se conformaba con un solo césped; su hambre lo llevó a cruzar océanos. En 2002, dejó Rayados por el América, apenas 3 partidos, 1 gol, un destello fugaz en el Clásico Joven que dejó sabor a poco. Pero Europa lo llamó, y con pasaporte italiano en mano, llegó al Villarreal en febrero de 2003, en préstamo. Jugó 10 partidos, marcó en su debut, aunque los goles fueron escasos. En Polideportivo Ejido (Segunda División, 2003-2004), peleó en el barro español: 31 duelos, 2 goles, una lucha que forjó su carácter de acero.
El destino lo llevó a Colombia con Once Caldas en 2004: 20 partidos, 8 goles, y un momento que duele de emoción, la Intercontinental 2003 contra Oporto. Anotó en la tanda de penales, aunque cayeron; Toño lloró en Yokohama, pero esa final lo inmortalizó.
Regresó a México con Puebla (2004-2005): 25 juegos, 5 goles, un regreso que sanó su alma nómada. Luego, en Pumas (2005), vivió su cima: 30 partidos, 10 goles, incluida una final de Copa Sudamericana contra Boca Juniors, perdida en penales, pero su doblete en semis contra San Lorenzo fue un rugido.
El mundo no dejó de llamarlo. En 2006, un contrato falso con Shandong Luneng de China lo llevó a pelear con FIFA. En Santos FC de Brasil (2006), jugó 2 partidos, marcó 1 gol, una samba breve pero sabrosa. Turquía fue su segunda casa, en Gaziantepspor (2006-2008), dejó 39 partidos y 15 goles, un huracán en Anatolia. En Ankaraspor (2008), sumó 25 juegos y 7 tantos. En Ankaragücü (2009), un mal cardíaco detectado canceló su licencia, pero Toño, terco, no paró. Grecia lo acogió en Larisa (2009), 8 partidos, soñando con Sudáfrica 2010. En total, 13 equipos en 6 países, 70 goles en 9 años. Toño no era un turista; era un embajador mexicano, abriendo caminos con sudor y sonrisa.
El gol que hizo temblar a Brasil
Toño no solo era rayado; era México en botas. Debutó con el Tri el 7 de marzo de 2001 en Guadalajara, un amistoso contra Brasil, golazo al 2-0 en un 3-3 épico, un remate que dejó a Ronaldo en el polvo y a la afición gritando. En total, 17 partidos (o 16, según algunas crónicas), 4 goles; un doblete contra Jamaica en eliminatorias al 2002, presencias en Copa América 2001 y Confederaciones 2001. No fue al Mundial Corea-Japón 2002 pero su garra inspiró generaciones. Toño era el delantero que México soñaba, valiente, letal, con el escudo tatuado en el pecho.
El adiós que partió almas
La madrugada del 15 de noviembre de 2009, en Larisa, Toño despertó con un puño en el pecho. Su esposa, Sonia Guerra, llamó la ambulancia; en el trayecto al hospital, un mal cardíaco congénito, detectado en Turquía, lo apagó a los 31. Dejó a su hija, Miranda, a Sonia, a una familia destrozada. Poncho voló a Grecia: “Lo abracé en la autopsia, le dije ‘no estás solo’”. Aldo, en la Liguilla del Apertura 2009, anotó contra América con una playera de Toño: “Él me metió ese gol”. Rayados ganó el título y se lo dedicó; 10 mil en el Tecnológico despidieron sus cenizas con ovaciones. Doña Lety, su madre, aún dice: “Toño eres tú para mí, no perdí a nadie”.
Legado que no muere
Toño sigue vivo en cada grito de Rayados, en los 83 goles de Aldo en 232 partidos con La Pandilla, en los títulos que honran al hermano. En La Casa de los Famosos México, Aldo Tamez (sobrino) revivió a su tío, robándose la noche con “Toño era el mejor de los De Nigris”. No hay trofeos colectivos en su vitrina, pero su corona es el amor: 70 goles, un legado de coraje que late en el fútbol tricolor.
Toño de Nigris no jugó para estadísticas; jugó para sentir el pulso de la vida. En cada regate, en cada red que besaba, dejaba un pedazo de su alma. México lo extraña, pero México lo lleva adentro.




