Destapes
En la siempre acelerada carrera política de Aguascalientes, esta semana tocó el turno a Paulo Martínez, diputado federal, de anunciar que levanta la mano para la alcaldía. Con la seguridad que otorgan los años -pues cuenta con 28 años de militancia blanquiazul– y el respaldo de encuestas que lo favorecen, el panista asegura que su partido retendrá el triunfo en 2027.
El discurso no es nuevo, pero sí revelador: en la opinión del panismo local, Morena, aunque es la esperanza de México, lo cierto es que no tiene esperanzas en Aguascalientes, porque aquí la gente sí es estudiada. La declaración, más que un análisis serio, suena a una mezcla de triunfalismo y clasismo que refleja la confianza ciega de ciertos sectores del PAN en su hegemonía local. Pero conviene preguntarse: ¿se puede ganar una elección con soberbia y desdén hacia los adversarios?
Una pasarela de aspirantes
El destape de Martínez ocurre en una semana donde pareciera que todos aceleraron la marcha. La inminente encuesta de noviembre agitó las aguas y de pronto la ciudad se llenó de espectaculares, giras y declaraciones.
Por un lado, apareció Galleryworks, la empresa de espectaculares que, fiel a su estilo, volvió a inundar las calles con su estrategia de revista-portada-espectacular. Una fórmula ya vista que no convence a quienes buscan propuestas reales.
Por otra parte, Mónica Becerra intenta reposicionarse: vuelve del DIF con el argumento de haber cumplido un ciclo, pero el electorado recuerda su paso como diputada y cuestiona si este ir y venir entre cargos es realmente vocación de servicio o simple carrera política.
El senador Antonio Martín del Campo también se dejó ver, incluso al llevar a algunos medios de comunicación hasta el Senado para mostrar agenda, actividad y músculo mediático.
Desde Morena, la figura de Nora Ruvalcaba vuelve al escenario: algunos medios jugaron con la idea de que había pedido licencia, aunque en realidad solo solicitó unos días por motivos de salud.
A esta pasarela se suma Paloma Mezquita, menos mediática pero constante en su militancia, siempre desde la derecha y con una disciplina partidista que no todos logran mantener.
El resultado de esta baraja es claro: la carrera por la alcaldía ya comenzó, aunque todavía falte tiempo para la definición oficial.
El papel de la gobernadora
En este juego de aspirantes, una figura se impone por encima de todos: la gobernadora Teresa Jiménez. Lo dice la propia lógica interna del PAN: las candidaturas serán lo que ella decida. Lo mismo en las alcaldías que en la sucesión a la gubernatura.
Este escenario es un recordatorio de cómo funciona la política en Aguascalientes: las instituciones partidistas se subordinan a los liderazgos personales. El Partido Acción Nacional, aunque debilitado a nivel nacional, se aferra a su condición de orgullo local. Y ese orgullo se traduce en verticalidad: se obedece a quien encabeza el gobierno. De nuevo, la pregunta es inevitable: ¿cuánto de democracia interna queda en un partido donde la voz decisiva está en una sola persona?
Morena y sus propios fantasmas
Mientras el PAN vive en la lógica de la definición vertical, Morena lidia con otro tipo de problemas: la necesidad de desmarcarse de los escándalos nacionales. Sus figuras locales intentan apagar fuegos en entrevistas, bajo la premisa de que en su partido no hay corrupción, pero la realidad siempre los alcanza: Segalmex, el huachicol fiscal, las acusaciones de robo y desvíos.
En este contexto, resulta difícil que Morena logre convencer a un electorado que ve cómo sus dirigentes se enredan en justificaciones. De ahí que los comentarios y posturas de algunos actores políticos -como Paulo Martínez– sobre la supuesta falta de esperanzas de que Morena llegue a la gubernatura en Aguascalientes no se formulen solo desde la arrogancia, sino que también son reflejo de un adversario debilitado en el escenario público.
Jueces en apuros
Otro asunto igualmente preocupante tiene que ver con el Poder Judicial. Lo que debería ser un contrapeso sólido aparece como un espacio de inmadurez, improvisación y falta de experiencia.
Al sintonizar radio pasillo, nos hemos enterado de que ya hay personas juzgadoras que solo pasar el primer mes ya querían renunciar, algo que revela que no tienen la madurez necesaria y -más grave aún- hubo quienes fueron exhibidos en audiencias orales, lo que pone en evidencia la falta de preparación técnica. Incluso algunos consejeros les pidieron resistir, como si el cargo se tratara de aguantar presiones, pero no de ejercer justicia.
El diagnóstico es demoledor: pobre Poder Judicial, incapaz de sostener la legitimidad que la ciudadanía exige. Los magistrados, aunque menos visibles, no se salvan del señalamiento: tampoco dominan la técnica jurídica. Los cursos no reemplazan los años de práctica, y en un sistema de oralidad penal se nota de inmediato quién sabe y quién improvisa.
El Supremo Tribunal y los abogados inconformes
La crisis no termina ahí. La presidencia del Supremo Tribunal de Justicia se convirtió en un campo minado, con nombramientos cuestionados y con juristas y abogados litigantes que se sienten burlados por la llegada de perfiles sin la trayectoria suficiente.
En la práctica, esto significa audiencias mal conducidas, resoluciones poco sólidas y una creciente desconfianza social. El comentario es claro: veremos cuánto duran algunos magistrados y jueces antes de que la realidad los exhiba. La justicia, en teoría, debería ser un espacio de certezas; en la práctica, hoy es un territorio de dudas.
Política y justicia: dos caras del mismo problema
Aunque parecen temas distintos, la política electoral y la crisis judicial están unidas por un mismo hilo conductor: la falta de institucionalidad. En la política, las decisiones no las marcan los procesos internos, sino la voluntad de la gobernadora o el capricho del grupo en el poder. En la justicia, los cargos se entregan a quienes no tienen la experiencia, con la esperanza de que el tiempo y los cursos llenen los vacíos.
En ambos casos, la consecuencia es la misma: debilidad institucional. Y en ambos, la pregunta también se repite: ¿qué tan sostenible es un sistema donde las reglas importan menos que las voluntades?
Un panorama hacia 2027
El escenario es el de una ciudad y un estado que ya se preparan para el 2027, aunque todavía falten dos años. El PAN confía en su hegemonía, mientras que Morena lucha con sus propios demonios. Desde las sombras, Movimiento Ciudadano podría dar una sorpresa, quizá no como para ganar la gubernatura en Aguascalientes, pero sí para consolidarse como una opción política viable en el imaginario ciudadano. Y el PRI… bueno, lo único bueno que queda del PRI es la docuserie que recién se estrenó en una plataforma digital de cuyo nombre no logramos acordarnos. Estas aguas agitadas, los aspirantes se adelantan con espectaculares y giras, y los jueces hacen malabares para sostener su legitimidad.
Todo esto ocurre en un clima de incertidumbre ciudadana: ¿quién garantiza que los próximos procesos electorales se desarrollarán con instituciones fuertes? ¿qué certeza jurídica tendrá el ciudadano común cuando vea que los jueces mismos dudan de su papel? La política se adelanta y la justicia se atrasa. Y en medio de ambas, la sociedad observa, se cansa, pero también decide.
Sobre aviso no hay engaño
Hoy ya sabemos cómo se mueven las piezas: políticos que levantan la mano antes de tiempo, gobernadoras que definen candidaturas, partidos que se desdibujan, jueces que bajan la cabeza y ciudadanos que siguen esperando justicia. El reto, de aquí al 2027, será romper esta lógica de anticipaciones vacías y cargos improvisados. Porque, de no hacerlo, Aguascalientes corre el riesgo de llegar a la siguiente elección con una política arrogante y una justicia debilitada. Y ese sí sería el peor de los escenarios.
