En el corazón de la Ciudad de México, donde las calles de la colonia Guerrero bullen de vida cotidiana, nació un talento destinado a desafiar el destino. César Villaluz, el mediocampista que un día soñó con conquistar el mundo y otro se vio forzado a reinventarse, encarna la esencia cruda del fútbol; gloria efímera y resiliencia infinita. A sus 37 años, su historia no es la de un héroe intocable, sino la de un guerrero que, entre lesiones traicioneras y oportunidades esquivas, sigue pateando el balón con la misma hambre de 2005.
Semillas de un campeón en barrios húmedos
Imagina un niño de cuatro años, con un balón caído bajo el brazo, correteando por las canchas improvisadas de un barrio humilde. Así arrancó la odisea de César Osvaldo Villaluz Martínez, nacido el 18 de julio de 1988 en la bulliciosa Ciudad de México. Desde temprana edad, el fútbol no era un juego, sino un escape y una promesa. A los 10 años, sus habilidades lo llevaron a las fuerzas básicas de Cruz Azul, el club que se convertiría en su segundo hogar.
Allí, en La Noria, Villaluz escaló categorías como un cohete. Entrenaba con la disciplina de un monje, inspirado por ídolos como Cuauhtémoc Blanco: “Desde chavo, el fútbol era mi todo; me sacaba de la realidad dura del barrio”, confesó en una entrevista, recordando cómo su familia, encabezada por su padre, Porfirio, fallecido en 2020 por complicaciones de salud, lo respaldaba con sacrificios diarios. Para 2005, con apenas 17 años, Jesús Ramírez lo convocó a la Selección Mexicana Sub-17. Lo que vendría cambiaría su vida para siempre.
Ascensos brillantes y caídas dolorosas
El debut de César Villaluz en la Liga MX llegó como un trueno el 2 de abril de 2006, con Cruz Azul ante San Luis. Un mes después, el 3 de mayo, anotaba su primer gol profesional contra Toluca en el Nemesio Díez, un presagio de su explosividad. En Cruz Azul, donde jugó de 2006 a 2011, acumuló 195 partidos y 22 goles, destacando en tres finales perdidas: Clausura 2008 ante Santos, Apertura 2009 ante Monterrey y, la más traumática, Apertura 2008 ante Toluca. Sin títulos, pero con destellos de genio.
La salida de La Máquina en 2012 lo llevó a un periplo errante. En San Luis (2011-2013), disputó 50 encuentros con 5 goles, pero una fractura de peroné ante América lo limitó. Tigres lo fichó en 2013, pero solo jugó 10 partidos antes de ser cedido a Jaguares de Chiapas (2013-2015), donde sumó 40 apariciones y 3 tantos. En 2016, bajó al Ascenso MX con Celaya (20 partidos, 2 goles), probando suerte en España con el Polideportivo Cacereño (Tercera División, breve paso sin impacto).
Guatemala marcó un respiro, en Deportivo San Pedro (2017-2020), fue capitán y referente, con cifras estables en la liga local. De regreso a México, Alebrijes de Oaxaca (2020) y Cancún FC (2021) en Expansión MX le dieron minutos fugaces (15 partidos combinados, 1 gol). En 2022, la controvertida Liga de Balompié Mexicano (LBM) lo revivió siendo campeón de Copa con Halcones de Querétaro, y luego con Industriales de Naucalpan (2023).
Transferencias y cesiones definieron su ruta, sin un título de Liga MX que tanto anheló.
La gloria Sub-17 y sueños truncados
César Villaluz no solo jugó fútbol; lo conquistó. En la Copa Mundial Sub-17 de 2005 en Perú, junto a Giovani dos Santos y Carlos Vela, fue pilar de la primera selección mexicana en coronarse campeona mundial. Disputó 5 partidos, anotó 3 goles, incluyendo un doblete en semis ante Holanda y ayudó a la victoria 3-0 en la final contra Brasil: “El título Sub-17 me cambió la vida; fue el mayor logro como futbolista, un torneo que disfruté muchísimo”, declaró a Milenio en 2014.
En 2007, repitió hazaña en el Mundial Sub-20 de Canadá, aunque México cayó en cuartos. Con la Mayor, debutó en 2007 y marcó su único gol en un amistoso contra Guatemala.
Premios que brillan en la memoria
Más que trofeos colectivos, Villaluz cosechó distinciones que validan su talento puro. El Campeonato Mundial Sub-17 2005 lo catapultó al Premio Nacional del Deporte en 2005, como uno de los atletas juveniles más destacados de México. En Cruz Azul, fue revelación del Apertura 2008, con elogios por su dribbling y asistencias (10 en esa temporada). No hay récords Guinness, pero su tripleta goleadora en el Mundial Sub-17 lo inmortaliza como “el relámpago celeste”.
Goles épicos, finales amargas y lesiones implacables
El fútbol de César Villaluz es un collage de éxtasis y agonía. Icónico: su doblete contra Holanda en semis del Mundial Sub-17, allanando el camino al título. En clubes, el gol al Toluca en 2006, su debut soñado. Pero el lado oscuro llegó el 14 de diciembre de 2008, en la final ante Toluca. Al minuto 73, José Manuel Cruzalta lo arrolló en el área, sin penal marcado por Roberto García Orozco, dejándolo inconsciente. Salió en camilla, con conmoción cerebral, mientras Cruz Azul empataba pero perdía en penales: “No sentí dolor; me reseteó el casete hasta el hospital”, relató. Regresó tras dos meses, pero el brillo se apagó.
El fantasma de la final olvidada
César Villaluz evitó escándalos personales, pero su carrera está teñida por controversias arbitrales. La jugada con Cruzalta en 2008 generó furia, no hubo roja ni penal, y Toluca se coronó: “Hubiera cambiado todo; con VAR, era obvio”, dijo el ex árbitro, García Orozco. Villaluz nunca demandó, pero la polémica persiste: ¿fue el fin de su ascenso? En 2013, un limbo contractual entre Tigres y Chiapas lo dejó sin jugar meses, “atorado entre directivas”, como confesó a ESPN. Objetivamente, estas sombras resaltan la fragilidad del sistema, no las fallas suyas.
De la Kings League a Exatlón
Hoy, César Villaluz no cuelga los botines; los reinventa. Tras la LBM, brilló en la Kings League Américas: 3 goles y 4 asistencias con Los Aliens FC (2024), una asistencia con West Santos FC, y un debut prometedor con Peluche Caligari (febrero 2025), equipo de Werevertumorro y El Escorpión Dorado. Pero el gran giro llegó al debutar en Exatlón México con la casaca Roja, por Azteca UNO: “Estoy preparado para esta realidad extrema; el fútbol me dio disciplina, ahora la pongo a prueba”, declaró en un video promocional.
César Villaluz no es solo un campeón sub-17; es el eco de lo que el fútbol mexicano podría ser; talento puro, golpeado pero indomable. Su legado, más allá de los 30 goles en 328 partidos profesionales, radica en la lección de resiliencia, de la gloria peruana al polvo de la LBM. Hoy, en Exatlón, con su hijo pisando La Noria, Villaluz prueba que el verdadero título es levantarse.




