Las relaciones amorosas son complejas. No existe un manual o guía que nos enseñe cómo es o debe ser una relación exitosa, simplemente nos dejamos llevar por lo que sentimos y lo que se siente ‘correcto’. Pero, ¿qué pasa cuando sentimos que amamos demasiado? ¿Qué tanto es demasiado? ¿Es mejor guardarnos todo ese amor y mostrarnos indiferentes?

Todas las personas estamos en busca de acompañamiento. Ya sea a través de citas, encuentros casuales, relaciones serias, o cualquier otro tipo de relación humana. Cada uno de nosotrxs descubrimos a nuestro ritmo qué nos funciona al momento de relacionarnos, pero mucho de esto se ve atravesado por normas sociales, la forma en la que fuimos criados, nuestras propias experiencias y resultado de decepciones amorosas.
Y es que, según la sociedad, hay que bajarle dos rayitas a nuestra intensidad al momento de mostrar interés por alguien, porque si no, “se espantan”. O peor aún, cuando nosotrxs nos cachamos desarrollando sentimientos por alguien, decidimos evitar sentir demasiado, por miedo a mostrarnos vulnerables.
Seguramente alguna vez has estado en esa situación. Conoces a alguien, te interesa, desarrollas sentimientos por esa persona, la idealizas y entonces, das un paso hacia atrás. Pero, ¿porrr? Según Jordan Meisel, una psicóloga neoyorquina que a menudo trabaja con estudiantes universitarios y veinteañeros, resalta que mucho de este rechazo a mostrarnos vulnerables en contextos románticos se debe a una sensación de desilusión con el mundo.
“Está muy de moda ser cínico, pesimista y visionario.” Menciona, además señala que al adoptar una postura evitativa, indiferente y pasiva, nos hace creer que nos estamos protegiendo. Y bueno, te preguntarás ¿protegernos de qué? ¿de ser rechazadxs? ¿de salir lastimadxs? ¿de nunca volver a enamorarnxs?
Sí a todo. Y es normal. Por un lado, no nos han entrenado para lidiar con un desamor, es algo que aprendemos a la mala, y que tal vez nunca dejamos de sanar. Por otra parte, lo que sí nos han enseñado es a sentir vergüenza por mostrarnos auténticxs, vulnerables y honestxs. Pero no nos damos cuenta que es esta visión la que nos nubla la mente al momento de crear lazos, cuando la vulnerabilidad y honestidad, son necesarias para formar relaciones profundas y significativas.
Es importante recordar y reconocer que todas las personas somos seres con emociones complejas atravesadas por miedos, inseguridades y experiencias que muchas veces preferimos ocultar. Aunque nos cueste admitirlo, es válido ser honestxs al respecto, y hasta necesario. Lo cierto es que nadie se salva de tener estos miedos, en especial cuando se trata de formar un vínculo profundo y vulnerable con lxs demás. Entonces, ¿por qué convertir ese proceso aún más complicado con juicios o exigencias que no toman en cuenta la historia emocional del otro?
Lo ideal sería que, en lugar de apresurarnos a juzgar la forma en que alguien se relaciona, pudiéramos detenernos un momento y preguntarnos: ¿de dónde viene este mecanismo de defensa? ¿qué cosas le atraviesan? ¿qué tan diferente es a mi contexto personal? Practicar la empatía y honestidad en estos contextos, no significa justificar todas las faltas, pero sí entender que cada quien tiene sus propias heridas y sus diferentes formas de protegerse.




