Pocos futbolistas en la historia del balompié mexicano han dejado una huella tan profunda como Luis Roberto Alves “Zague”. Con su imponente estatura, elegancia para definir y una carrera marcada por goles, títulos y pasión, el hijo del legendario “Lobo Solitario” no solo heredó la camiseta del Club América, sino también el amor por el fútbol que lo convirtió en una leyenda.
Detrás del máximo goleador en la historia del América hay una historia de sacrificio, disciplina, orgullo familiar y amor por México. Desde sus primeros pasos en Brasil hasta su consolidación como figura mediática, la vida de Zague ha estado ligada, de una u otra forma, al balón.
Los primeros sueños de velocidad
Antes de conquistar los estadios, Zague soñaba con la velocidad. Durante su infancia en Brasil, donde vivió tras el retiro de su padre José Alves “Zague”, creció fascinado por los circuitos, los autos y los héroes del automovilismo. En varias entrevistas, ha recordado que, de niño, pasaba horas frente al televisor siguiendo las carreras de figuras como Emerson Fittipaldi y Nelson Piquet, ídolos nacionales del volante: “Siempre me encantaron los autos, la adrenalina, la competencia. De niño soñaba con ser piloto de Fórmula 1. Pero la vida me llevó por otro camino… el del fútbol”, confesó en una charla con ESPN.
Aquel sueño de infancia nunca se concretó, pero sí moldeó parte de su personalidad, la obsesión por ganar, la precisión en cada jugada y la velocidad que lo caracterizó en la cancha. El propio Zague ha dicho que su manera de atacar los espacios y de anticiparse a los rivales tenía algo de esa mentalidad competitiva que admiraba en los pilotos.
América, su gran amor
En 1985, con apenas 18 años, Zague regresó a México para cumplir un sueño familiar: vestir los colores del Club América. El mismo club donde su padre había dejado huella. Su debut con el primer equipo fue el inicio de una historia dorada.
Durante sus primeros años, tuvo que competir por un lugar con delanteros de enorme talento como Carlos Hermosillo y Eduardo Bacas, pero su calidad y constancia lo llevaron a consolidarse como titular. En la temporada 1987-88, Zague ya era un nombre indispensable en el ataque azulcrema.
Fue pieza fundamental en los campeonatos de Liga 1987-88 y 1988-89, además de ganar múltiples Campeón de Campeones y Copas de Campeones de la CONCACAF. Su potencia, velocidad y remate con ambas piernas lo convirtieron en una pesadilla para las defensas rivales.
Con el paso del tiempo, su nombre se volvió sinónimo de gol. Con 188 anotaciones oficiales, Zague se consolidó como el máximo goleador histórico del Club América, una marca que hasta hoy, más de dos décadas después de su retiro, sigue sin ser superada: “El América es mi casa, mi vida. Es el club que me dio todo, y por el que siempre dejaría el alma”, dijo Zague.
La gloria con la Selección Mexicana
Su rendimiento con el América lo catapultó al escenario internacional. En 1988 debutó con la Selección Mexicana, iniciando una historia llena de goles, alegría y orgullo nacional.
Con el “Tri”, Zague disputó 83 partidos y anotó 23 goles, dejando actuaciones memorables. La más recordada, sin duda, fue en la Copa Oro 1993, donde México se coronó campeón y Zague se convirtió en el máximo goleador del torneo con 11 goles, incluyendo siete en un solo partido ante Martinica, un récord histórico que aún se mantiene.
Ese mismo año fue pieza clave en la Copa América 1993, torneo en el que México fue subcampeón tras caer ante Argentina. Su entrega, liderazgo y olfato goleador lo hicieron un referente ofensivo.
En 1994, formó parte de la Selección Mexicana en el Mundial de Estados Unidos, donde el Tricolor alcanzó los octavos de final. Aunque México fue eliminado en penales por Bulgaria, Zague dejó claro su compromiso y amor por la camiseta nacional.
Atlante, Necaxa y los últimos capítulos como futbolista
Tras más de una década con el América, en 1996, Zague decidió cambiar de aires y fichó por el Atlante, club con el que vivió una gran temporada: 30 partidos, 17 goles y un nivel que recordaba al de sus mejores años.
En 1997 regresó brevemente al América, aunque ya no con el mismo protagonismo. Su carrera siguió en el Atlante (1998-1999) y posteriormente en el Necaxa (2000-2003), donde aportó experiencia y liderazgo, además de 23 goles en más de 100 partidos.
En 2003, a los 36 años, anunció su retiro oficial con un emotivo homenaje en el Estadio Azteca, durante un partido entre el América y el FC Barcelona. Aquella noche, miles de aficionados lo despidieron con una ovación que resumía toda una carrera de entrega y goles.
Momentos difíciles y polémicas
No todo en la vida de Zague fue gloria. En diversas entrevistas, ha recordado momentos de frustración, como cuando el América bloqueó su salida al fútbol europeo pese a tener ofertas concretas de clubes en España y Portugal: “Tuve opciones reales para irme a Europa, pero las decisiones no dependían de mí. Me dolió, pero seguí enfocado en dar lo mejor en México”, comentó en 2019.
Años después, ya como figura mediática, enfrentó un escándalo público tras la filtración de un video íntimo en 2018, lo que lo llevó a una etapa personal complicada. Zague afrontó el momento con madurez y tiempo después logró reinventarse profesionalmente, regresando al análisis deportivo con una imagen renovada.
De los goles a los micrófonos
Tras colgar los botines, Zague mantuvo su vínculo con el fútbol desde otro frente: los medios de comunicación. Ha sido analista y comentarista en TV Azteca y ESPN, donde ha participado en coberturas de Mundiales, Copa América, Champions League y Liga MX. Su estilo directo, conocimiento táctico y carisma lo convirtieron en una de las voces más reconocidas de la televisión deportiva mexicana.
Su capacidad para analizar con equilibrio, sin caer en polémicas innecesarias, y su sentido del humor lo han hecho un personaje querido tanto por aficionados americanistas como por el público en general.
Goles, historia y orgullo
Hablar de Zague es hablar de una era. De un futbolista que combinó el toque brasileño con la garra mexicana. De un delantero que se convirtió en bandera del América y en un ícono de la Selección Mexicana de los 90.
Su legado va más allá de los 188 goles con el América o los 23 con la Selección. Representa la constancia, el profesionalismo y la pasión por el juego. Hoy, a más de veinte años de su retiro, su figura sigue presente en el imaginario colectivo del fútbol mexicano: “El fútbol me dio todo. Me enseñó a ganar, a perder, a respetar. Pero sobre todo, me enseñó a no olvidar de dónde vengo”, expresó.
Zague, el inmortal
Zague no fue solo un delantero, fue un símbolo. Representó una época en la que los futbolistas eran ídolos por su entrega y lealtad, no solo por sus cifras. En una carrera marcada por goles inolvidables, títulos y lecciones, Zague dejó una huella imborrable en el Club América y en el corazón de millones de mexicanos. Su historia es la de un hombre que convirtió su herencia en grandeza, su disciplina en récords y su nombre en sinónimo de gol.
