El Museo José Guadalupe Posada alberga más de 2,600 piezas entre placas e impresiones del grabador aguascalentense
La polémica del “tornillo de Posada” abrió el diálogo sobre los procesos de conservación y autenticidad de su obra
El recinto, inaugurado en 1972, continúa siendo un referente nacional de arte gráfico y memoria social
En el corazón del tradicional barrio de Triana, el Museo José Guadalupe Posada se levanta como un emblema de identidad y memoria cultural para Aguascalientes. Fundado en septiembre de 1972, este recinto fue el primer museo del estado y desde entonces ha resguardado el legado del grabador más universal de México, cuya obra trascendió fronteras y épocas para retratar con agudeza la vida social de su tiempo.
Ana Cabrales, responsable del museo, recuerda que el espacio fue inaugurado como Centro Cultural José Guadalupe Posada, antes de recibir su actual denominación. Hoy, abre sus puertas de miércoles a domingo, de 11:00 a 18:00 horas, y cada miércoles ofrece entrada libre para el público general: “Es cultura básica de cualquier mexicano conocer a José Guadalupe Posada”, enfatiza.
La polémica del tornillo (y lo que sí importa)
Recientemente, este emblemático espacio volvió a los reflectores por una razón insólita: un tornillo. O mejor dicho, una pequeña perforación metálica visible en una de las piezas del acervo, Formidable Choque de un Tranvía, generó un torbellino de opiniones en redes sociales. Algunos usuarios insinuaron negligencia o daño reciente, pero la historia detrás del orificio resulta ser tan interesante como el grabado mismo.
La pieza fue enviada al Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (CENCROPAM) para su revisión. El dictamen confirmó que la perforación no era producto de un descuido moderno, sino parte del proceso técnico original. “Las placas de zinc solían fijarse con clavos o tornillos según el tipo de impresión”, explica Cabrales. Así, lo que en redes fue escándalo, en el museo se convirtió en oportunidad pedagógica: una manera de explicar cómo se hacía arte antes de que llegara lo digital.
Porque eso también es el legado de Posada: un recordatorio de lo manual, lo táctil, lo artesanal. Un arte que se hacía con cuchilla, sudor y tiempo. Donde una placa podía registrar no solo líneas y sombras, sino el pulso mismo de una época.
Un museo, no un mausoleo
El museo alberga 2,600 piezas, entre impresiones y placas, además de un acervo temporal que se renueva constantemente mediante intercambios con otros museos. Su sala permanente exhibe más de 500 obras, de las cuales 197 son placas originales. En ellas se refleja no solo el talento del artista, sino también su visión crítica: las estampas sobre la Revolución, la Independencia o las desigualdades del Porfiriato muestran cómo Posada utilizó el arte como medio de denuncia y testimonio social.
“Posada era como un fotógrafo de su época, retrataba el contexto, lo que estaba pasando día a día”, comenta Cabrales. De hecho, se estima que su producción alcanzaba hasta veinte piezas diarias, muchas de ellas creadas por encargo para periódicos, panfletos o espectáculos.
El museo también prepara nuevas exposiciones temporales, como la próxima muestra sobre los 60 años del Premio de Arte Joven, que abrirá el 23 de octubre. Con dos salas dedicadas exclusivamente al arte gráfico, el recinto continúa honrando la tradición del grabado, pero también su función social: recordarnos que conocer el pasado es comprender mejor quiénes somos.
Entrada libre y cultura sin pretextos
Aunque a veces la cultura se percibe como un lujo, controversias y polémicas como la del tornillo de Posada nos invitan a voltear al arte una vez más; a cruzar la puerta del museo más allá de la contemplación del turista, sino como herederos de este gran artista.
Ahí, entre calaveras, imprentas, sombras y zinc, hay una historia que sigue latiendo. La historia de un país que alguna vez se vio reflejado en el arte de un hombre que no firmaba para el ego, sino para el pueblo.
Y sí, también hay un tornillo. Uno pequeño, oxidado y honesto. Que lejos de ser símbolo de error, nos recuerda que las obras no caen del cielo: se fijan, se trabajan, se ensamblan. Como la memoria. Como el arte. Como la identidad.




