El sábado pasado se llevó a cabo la reunión anual de cronistas del estado y sus agregados jaliscienses y zacatecas, correspondiente a la crónica del municipio capital, a propósito del aniversario que se nos viene encima.
Bajo el mural del descanso de la escalera monumental del Palacio Municipal; bajo el águila republicana de la exedra, Nuestra Señora de la Asunción; bajo las efigies de algunos personajes destacados o característicos de la urbe, los cronistas del estado fueron desgranando sus recuerdos de su experiencia sobre la ciudad, tal y como se muestra en la imagen.
De esta forma, los locales se refirieron a sus barrios, sus juegos, los personajes de sus colonias, su niñez; aquel vendedor de gallinas tan frescas que todavía estaban vivas, y ahí mismo el cliente las escogía y el vendedor las sacrificaba; ahí mismo, tal y como contó Jorge Esparza Osorio. ¡Habrase visto pollo más fresco?, la época de las madereadas, que recordó Jaime Muñoz, etc., en tanto los foráneos hablaron de su experiencia de venir a la capital, lo que significaba subirse a uno de esos camiones llamados guajoloteros, en los que aparte de personas viajaban pequeños animales, la asistencia a las corridas de toros durante la Feria de San Marcos, tal y como platicó el pabellonense Salvador Villanueva, o el viaje a Aguascalientes para vender deshilados, según informó el cronista de Calvillo, Jesús Santos Esparza, o los viajes a los grandes cines del centro del también pabellonense Mario Molina Meraz.
Hubo mucho de nostalgia en esta reunión, esa rara mezcla de alegría y tristeza por lo que se vivió, por lo que se perdió. Fue este un ejercicio que todos deberíamos practicar; todos, no en función del suspiro romántico, o también, pero más bien para valorar evaluar la ciudad de nuestra vida, y asumir una actitud más fecunda hacia ella; hacia nosotros mismos. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).




