La Columna J
“Byung-Chul Han: el filósofo que cultiva el silencio”
“En los lares del destino está encerrada la existencia que evoca la esperanza perdida”.
Estimado lector de LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, aprovecho esta ocasión para agradecerle su tiempo y atención a esta columna, en la cual me refiero a la reciente intervención mediática del filósofo surcoreano Byung-Chul Han. A lo largo de los últimos años he tomado como base muchas de sus obras, las cuales se centran en una crítica férrea al capitalismo y al hecho de que vivimos en una sociedad del rendimiento y del consumo. Esta dinámica nos encierra en un laberinto de productividad y desolación ante la realidad contemporánea.
El doctor Han, quien en su tesis doctoral toma como referencia a Martin Heidegger, asume como filosofía de vida el no trabajar más de cinco horas al día. En su discurso expone de manera tácita y profunda una reflexión sobre la lejanía lacónica que existe ante la vida contemplativa. Byung-Chul Han (Seúl, 1959) quiere hablar de sus pianos -un Steinway y un Fazioli-, de su jardín, que le gusta cuidar, y de la importancia de hacer cosas con las manos. “La felicidad viene por el trabajo con las manos”, dice. “Para Heidegger, el pensamiento es un trabajo manual; para Paul Celan también lo es la buena poesía. Sin mano no cabe ni la felicidad, ni el pensamiento, ni la acción”.
“El habitar del hombre es su modo de estar en el mundo”, recordaría Heidegger, y en esa frase parece resonar el eco del propio Han, quien busca reconciliar el pensamiento con la lentitud y la creación.
Este pensador surcoreano, poco expuesto a los medios de comunicación y acostumbrado a la vida privada, concedió recientemente una entrevista al diario El País, pocos meses después de haber sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias, distinción que anteriormente recibieron Günter Grass, Jürgen Habermas y Hans Magnus Enzensberger. En dicha conversación, el filósofo del cansancio afirma que su felicidad radica en la atención que presta a su jardín, un espacio donde el tiempo adquiere otro ritmo y donde el alma puede reencontrarse con su propio silencio. Desde esa metáfora vegetal, Han formula una crítica a la sociedad sobreacelerada que ha perdido el sentido de su existencia.
El autor de La sociedad del cansancio expresó también su disgusto ante ciertos medios que lo califican como millonario. En la entrevista aclaró que, si bien vende miles de libros, no es rico. Su única riqueza -dijo- son su jardín y sus dos pianos. Aprovechó además para hacer un posicionamiento frente al tema de los teléfonos móviles: advirtió que no somos nosotros quienes usamos la tecnología, sino ella quien nos usa. Los smartphones, según Han, han claudicado nuestra capacidad creativa, nos mantienen presos en una vorágine de información y velocidad, y erosionan el sentido ontológico de la existencia.
“La técnica no piensa”, decía Heidegger, “pero su esencia no es nada técnico”. En esa sentencia se condensa la advertencia de Han: la herramienta ha dejado de servir al ser humano para convertirse en su dueño invisible.
Durante su discurso en la ceremonia de entrega del Premio Princesa de Asturias, Han volvió a lanzar una crítica severa a la democracia contemporánea. Afirmó que ésta se sostiene sobre una genealogía moral que define lo que es bueno y lo que no lo es, sometiendo al individuo a un metadiscurso de libertad que, en realidad, lo oprime. En sus palabras, la velocidad y el exceso de libertad que promueve el capitalismo conducen a la autoexplotación, al desgaste psicológico y a la esclavitud digital de los teléfonos inteligentes. Retomando el espíritu del diálogo platónico, evocó la defensa de Sócrates ante el tribunal de Atenas: el filósofo debe agitar, irritar y despertar a la sociedad como un tábano que pica al noble caballo de la polis dormida.
Heidegger escribió: “El lenguaje es la casa del ser”. Y en esa morada del pensamiento habita también la advertencia de Han: el lenguaje y la contemplación son los últimos refugios frente al ruido del mundo.
Así, Byung-Chul Han adopta la tesitura socrática para definir su función como pensador: criticar, despertar y señalar los peligros de una libertad vacía, construida sobre la ilusión neoliberal de la productividad. Porque aunque creemos ser más libres que nunca, hoy somos más prisioneros: estamos atados a cadenas invisibles que socavan nuestra capacidad de actuar, de pensar y de existir con sentido.
Estimado lector, lea a Byung-Chul Han, explore su pensamiento. La modernidad nos ha arrebatado muchas cosas, pero aún nos concede el privilegio de escuchar a mentes brillantes que nos ofrecen alternativas ante el declive de nuestros tiempos.
Con gusto le saludo hasta la próxima semana.
In silentio mei verba, la palabra es poder, la filosofía es libertad.
@robertoahumada07




