En la historia del fútbol mexicano hay nombres que, sin necesidad de copar portadas o levantar trofeos mundiales, dejaron una huella imborrable. Uno de ellos es Daniel Osorno Calvillo, mediocampista ofensivo oriundo de Guadalajara, Jalisco, conocido cariñosamente como “Dani Boy”, un futbolista de técnica elegante, zurda privilegiada y amor eterno por los colores del Atlas, equipo con el que escribió las páginas más destacadas de su carrera.
Nacido el 16 de marzo de 1979 en la Perla Tapatía, Daniel Osorno creció respirando fútbol desde muy pequeño. Desde las calles de su barrio en Guadalajara soñaba con representar a los Zorros del Atlas, el club de su tierra. Su calidad técnica, visión de juego y capacidad para jugar tanto como volante ofensivo como extremo izquierdo llamaron la atención de los visores rojinegros, quienes pronto lo integraron a las fuerzas básicas del club.
Los primeros sueños con el Atlas
El sueño se volvió realidad en el Verano de 1997, cuando Osorno debutó en Primera División con el Atlas, bajo la dirección de Ricardo La Volpe, quien sería uno de los entrenadores que más influyó en su estilo. Su zurda, su habilidad para encarar y su inteligencia táctica le ganaron un lugar en el primer equipo y, en poco tiempo, se convirtió en uno de los pilares de aquella generación dorada de los Zorros que enamoró al fútbol mexicano a finales de los 90.
Junto a jugadores como Rafael Márquez, Juan Pablo Rodríguez, Miguel Zepeda, Erubey Cabuto, y Hugo Castillo, el Atlas de La Volpe se volvió un equipo protagonista, jugando con un estilo ofensivo y vistoso que lo llevó a disputar la final del Torneo Verano 1999 ante el Toluca, una de las más recordadas en la historia moderna del fútbol mexicano. Aunque el título se les escapó en los penales, aquel equipo marcó época, y Daniel Osorno fue pieza fundamental, anotando goles, asistiendo y siendo parte del corazón creativo del conjunto rojinegro.
Consolidación y estatus de ídolo rojinegro
Durante su primera etapa con el Atlas (1996-2003), Osorno disputó más de 200 partidos oficiales y anotó alrededor de 40 goles, convirtiéndose en uno de los máximos referentes ofensivos del club. Su consistencia y lealtad con los Zorros lo convirtieron en ídolo de la afición tapatía, que veía en él a un jugador diferente, de casa, con magia en los pies y carácter para enfrentar los grandes retos.
Su rendimiento no pasó desapercibido para el fútbol mexicano ni para la Selección Nacional, donde comenzaría a escribir una de las páginas más recordadas de su carrera.
El héroe de la Copa Oro 2003
En 2003, Daniel Osorno fue convocado por Ricardo Antonio La Volpe para integrar la Selección Mexicana que disputó la Copa Oro de 2003. México avanzó con firmeza en el torneo, y el 27 de julio de ese año llegó la gran final frente a Brasil en el Estadio Azteca.
En un partido cerrado y tenso, Osorno ingresó desde la banca y, con su característica zurda fina, definió el encuentro con un gol histórico en tiempo extra que le dio a México el campeonato de la Copa Oro 2003. Ese tanto no solo quedó grabado en la memoria colectiva del fútbol nacional, sino que también consolidó a Daniel Osorno como héroe tricolor y uno de los símbolos del Atlas en la selección.
Monterrey, Puebla y la aventura en la MLS
Tras su primera etapa con el Atlas, Osorno fue fichado por Rayados de Monterrey en 2003, donde compartió vestidor con figuras como Luis Pérez, Jesús Arellano y Guillermo Franco. Con los regios mostró su calidad, aunque las lesiones y la competencia interna limitaron su protagonismo. No obstante, dejó una buena impresión y sumó experiencia en un club con grandes aspiraciones.
En 2004, regresó al Atlas para una segunda etapa (2004-2007), donde volvió a brillar por momentos y a reencontrarse con la afición rojinegra. Su talento seguía intacto, y aunque el equipo atravesaba altibajos, su presencia en el campo era sinónimo de liderazgo y amor por la camiseta.
Posteriormente, en 2007, vivió una breve etapa con los Colorado Rapids de la Major League Soccer (MLS), una aventura que le permitió conocer otro fútbol, más físico y estructurado, aunque regresó pronto a México al no adaptarse completamente a la vida fuera del país.
Más adelante, Osorno se unió al Puebla FC, donde fue parte fundamental del equipo que logró mantener la categoría en momentos críticos y más tarde, bajo el mando de José Luis Sánchez Solá “Chelís”, vivió una etapa de renacimiento futbolístico. Su experiencia, toque y capacidad para anotar goles importantes le dieron un papel clave en el plantel.
El regreso del hijo pródigo
En 2009, Daniel Osorno regresó una vez más al Atlas, para cumplir su tercera etapa con el club de sus amores (2009-2011). Aunque ya no tenía la velocidad de sus primeros años, mantenía la visión y la técnica que lo habían caracterizado, y su liderazgo dentro del vestuario fue fundamental para las nuevas generaciones.
Durante sus tres etapas con los Zorros, Osorno disputó más de 300 partidos oficiales y se convirtió en uno de los jugadores más representativos de la institución en la era moderna. En cada regreso al club, demostraba que su vínculo con el Atlas era mucho más que profesional, era una relación de identidad y corazón.
Últimos años y retiro
Después de cerrar su etapa en Primera División, Osorno continuó participando en categorías inferiores y en torneos amateurs, siempre ligado al fútbol. Su amor por el deporte lo llevó a seguir colaborando en proyectos formativos y mantenerse cerca de las canchas.
Aunque nunca fue convocado para disputar una Copa del Mundo, Daniel Osorno siempre fue considerado un jugador de talento especial, un zurdo distinto que supo representar a su país con orgullo y dejar su marca en una generación inolvidable.
El legado de “Dani Boy”
Más allá de los números, Daniel Osorno representa la esencia del futbolista tapatío: talentoso, pasional y fiel a sus raíces. Su gol a Brasil en la Copa Oro 2003, su identificación con el Atlas y su aporte al fútbol nacional lo convirtieron en un símbolo de perseverancia y orgullo rojinegro.
Hoy, su nombre sigue siendo recordado entre los aficionados como uno de los últimos grandes exponentes de la cantera del Atlas que llenó de orgullo al Jalisco y a todo México. Daniel Osorno no solo fue un mediocampista talentoso, fue un emblema del fútbol romántico, ese que aún se juega con el corazón.




