Presencie como periodista la marcha de la llamada “Generación Z” y pude tomar nota y reporte completo de lo que ahí ocurrió el domingo 15 de noviembre.
La verdad es que presencie 2 actos totalmente opuestos y divergentes entre sí, por una parte pude constatar como miles de personas, desinformadas o no, expresan distintas preocupaciones e inconformidades por el modo en el que el gobierno federal hace las cosas, Puede estar en lo correcto o no, el hecho es que son la voz de una porción de la población que pide ser escuchada.
Por la otra mano presencié un acto de provocación inducido por una minoría de los participantes en la marcha, que buscaban a toda costa una confrontación violenta con las autoridades a cargo de la seguridad de Palacio Nacional.
Se trataba de provocar a la policía antimotines de la Ciudad de México para sacar un acto de represión, e imágenes para desatar toda una campaña para retratar al gobierno de Claudia Sheinbaum como un régimen autoritario, represor e intolerante.
No lo lograron, y de todos modos han seguido adelante con esa narrativa. Buscan a toda costa a través de sus redes y sus voceros, perpetrar la imagen de que los jóvenes no son escuchados y en todo caso son reprimidos por un gobierno de gente adulta que no los escucha y por lo tanto no los entiende.
Me parecen peligrosas ambas situaciones, creo que el gobierno de Claudia Sheinbaum debe estar atento a las expresiones e inconformidades de esos grupos que si bien son una minoría, es al final de cuentas un grupo de edad que no se siente atendido.
Si bien esos jóvenes y otros no tan jóvenes, están expuestos a una realidad alternativa, que sobre todo pulula en las redes sociales y parte de la lógica de que todo está mal con el gobierno, y que oportunamente tanto han comprado la idea de que con el PRIAN todo marchaba a las mil maravillas y teníamos un país muy chingón.
Lamentablemente ese México de no hace muchos años, del que solo pueden saber por referencias, exageraciones y mentiras; era un país que era solo para una élite y que ahora ven con desesperación como grupos de personas, que antes vivían al margen de ese paraíso, se suman porque se reinstauró la movilidad social y eso no les gusta, porque sí algo tienen bien metido en su ADN esos grupos es su clasismo, tema que aunque suene banal, es la raíz de toda esa discusión.
Creo que el gobierno de Sheinbaum tiene que atender el aviso, y no porque la marcha-manifestación del sábado haya sido muy exitosa, en los hechos no lo fue, movilizó a cerca de 40 mil personas, estaba totalmente desarticulada de un programa político o ideológico, y en todo caso fue movida por el enojo social de una clase media que se siente amenazada y por las arengas de una clase política que está desesperada por que no encuentran el camino para aparecer en el mapa.
No se debe minimizar ese aviso, creo que el gobierno está obligado a responder con una estrategia ante la inquietud ciudadana.
Claro, los actos de provocación violenta corresponden a otra agenda, una que busca a toda costa mostrar un país que no tenemos y que tiene a un grupo de duros halcones muy atentos en Estados Unidos, que busca el pretexto perfecto para desplegar sus herramientas de intervencionismo político en México ante el menor pretexto, o el primer flanco débil que encuentren.
En esa línea la propaganda de la inestabilidad política, de la violencia y la pérdida del control de lo que ocurre en el interior del país, es la presea más ansiada, porque es al final del día el punto que se busca como debilidad para actuar.
En ambos frentes la presidenta debe aguzar el oído, poner mucha atención y actuar con cautela, atender a los unos, es decir a los ciudadanos genuinamente preocupados, y poner un freno a los otros, es decir los violentos que le retan.
