El 22 de octubre de 1968, México consiguió su novena medalla de oro olímpica en toda su historia… y la primera y única en natación. El responsable fue un adolescente de 17 años llamado Felipe Muñoz Kapamas, conocido por todos como “Tibio”.
En los 200 metros pecho, con un tiempo de 2:28.7, no solo ganó la final, sino que estableció un nuevo récord olímpico y superó a los grandes favoritos de la época como el soviético, Vladimir Kosinsky y el estadounidense, Brian Hall. Más de medio siglo después, esa hazaña sigue siendo la única medalla de oro mexicana en natación olímpica y uno de los momentos más importantes del deporte nacional. Sin embargo, el nombre de Felipe Muñoz rara vez aparece en las conversaciones habituales sobre héroes olímpicos del país.
De niño con miedo al agua a campeón nacional con 14 años
Felipe Muñoz nació el 3 de febrero de 1951 en la Ciudad de México, en una familia de clase media-alta del sur de la capital. Su padre era ingeniero y su madre tenía raíces griegas. Como muchos niños de su generación, lo inscribieron en natación para que aprendiera a defenderse en el agua. Irónicamente, al principio le tenía pánico.
A los 12 años empezó a entrenar en serio en el Club Francia con el profesor José Luis González. Dos años después, en 1965, ya era campeón nacional juvenil. En 1966, con apenas 15 años, representó a México en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, Puerto Rico, donde ganó cuatro medallas de oro y rompió dos récords continentales. El apodo “Tibio” lo llevaba desde niño por su costumbre de salir de la alberca con la piel fría y el cabello siempre mojado.
México 1968: La presión de competir en casa
Los Juegos Olímpicos de 1968 fueron el gran proyecto del gobierno mexicano para mostrar al mundo un país moderno. La Alberca Olímpica Francisco Márquez, inaugurada ese mismo año, era la más avanzada de América Latina y se construyó pensando, entre otras cosas, en darle a la natación mexicana una oportunidad real.
Felipe llegó a la justa con la séptima mejor marca mundial del año (2:29.6). Nadie lo consideraba favorito; los pronósticos apuntaban a los nadadores de Estados Unidos, la Unión Soviética y Yugoslavia.
- Eliminatorias: 2:31.2 → clasificó.
- Semifinal: 2:29.9 → tercer mejor tiempo.
- Final: 2:28.7 → oro y récord olímpico.
En la final remontó de manera espectacular. A los 150 metros iba en cuarto lugar; en los últimos 50 metros sacó una ventaja que nadie esperaba. Kosinsky llegó a 7 décimas y Hall a 1.2 segundos.
Con 17 años y 261 días, Muñoz se convirtió en el medallista de oro más joven en la historia de la natación mexicana y en el primer (y hasta hoy único) mexicano en ganar oro olímpico en una prueba de piscina.
El contexto que opacó la hazaña
Tres semanas antes de la final de natación, el 2 de octubre de 1968, ocurrió la matanza de Tlatelolco. El ambiente en el país era de luto y tensión. Aunque los Juegos continuaron, muchas celebraciones se hicieron con moderación. El oro de Muñoz fue festejado, pero no con la euforia que hubiera tenido en otro momento.
Además, la natación nunca ha sido un deporte de masas en México. Cuando se habla de héroes olímpicos del 68, los nombres que más resuenan son el de Enriqueta Basilio (primera mujer en encender un pebetero) o el que logro la plata, José Pedraza. Sin quitar que el fútbol y el boxeo siempre han acaparado la atención mediática.
La vida después del oro
Tras los Juegos, Felipe Muñoz recibió numerosos reconocimientos como:
- La Condecoración al Mérito Deportivo del gobierno mexicano.
- Un automóvil Mustang (que chocó semanas después porque no sabía manejar estándar).
- 1997: Recibió la Orden Olímpica, el máximo galardón del Comité Olímpico Internacional, en reconocimiento a su hazaña de 1968.
- 2000-2008: Director general del Comité Olímpico Mexicano.
- 2012-2015: Diputado federal por el Partido Revolucionario Institucional en la LXII Legislatura.
Estudió Administración de Empresas en la Universidad Anáhuac, se casó con María Eugenia Ramírez y tuvo tres hijos: Felipe, Eugenio y Mariana. Trabajó durante cuatro décadas en la iniciativa privada, principalmente en la industria farmacéutica y en empresas familiares y nunca vivió de su medalla ni buscó reflectores.
En el 2000 fue elegido presidente de la Federación Mexicana de Natación (1994-2000) y luego ingresó al Salón de la Fama del Deporte Mexicano y en 2008 portó la bandera mexicana en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, un honor que lo hizo llorar frente a millones de televidentes.
El legado actual
A sus 74 años, Felipe Muñoz sigue nadando tres veces por semana en el Deportivo Israeli de la Ciudad de México. Da conferencias motivacionales a niños y jóvenes, y cuando le preguntan por qué México parece haberlo olvidado, responde con la misma sencillez de siempre:
“No nadé para que me recordaran toda la vida. Nadé porque me gustaba y porque ese día pude darle una alegría a mi país”.
Su récord olímpico duró hasta Montréal 1976, cuando lo superó David Wilkie y su marca mexicana de 200 pecho se mantuvo imbatida 24 años.
Hoy la Alberca Olímpica Francisco Márquez lleva una placa con su nombre y su tiempo exacto, siendo lo único que hace falta para recordar que, algún día, un chavo mexicano apodado “Tibio” fue el más rápido del mundo en el agua.




