En los últimos años, Teen Vogue se ha posicionado como uno de los referentes del periodismo social y político, generando contenido exclusivamente dedicado a adolescentes y preadolescentes.
Durante más de dos décadas, sus escritores no se limitaron a escribir sobre moda, celebridades y estilo de vida, también analizaban con profundidad temas políticos, justicia social, identidad y cultura.
Incluso este año, recibió el Premio a la Libertad de Expresión 2025 por parte del Instituto Roosevelt. Vamos, hasta la mitad del equipo de trabajo incluía a personas de la comunidad LGBTQ+, personas afroamericanas y mujeres. Y fueron justamente las primeras personas despedidas tras anunciar su cierre.
A inicios de noviembre, se hizo oficial la noticia: Teen Vogue sería absorbido por Vogue.com y la directora editorial Versha Sharma sería reemplazada por Chloe Malle. Las secciones de identidad y política, que cubrían derechos reproductivos, temas LGBTQ+, violencia policial, educación y más, también desaparecerían con esta transición, limitándose a secciones como “desarrollo profesional” y “liderazgo cultural”.
¿El responsable? Condé Nast, la compañía y propietaria de medios de comunicación como GQ, The New Yorker, Vanity Fair y Wired, y la cara detrás de Teen Vogue. Hasta ahora, a través de un comunicado expresaron: “La publicación mantendrá su identidad editorial propia y su misión distintiva; al formar parte del grupo Vogue, ofrecerá una experiencia de lectura más unificada en todas las publicaciones.”
Pero sabemos que no será así. La desaparición de esta plataforma es más que el reemplazo de una sala de redacción, es el resultado de una agenda política conservadora que está cobrando facturas en Estados Unidos.
La importancia del periodismo dirigido para adolescentes
Aunque el cierre de Teen Vogue como medio independiente de Vogue responde a razones políticas más complejas, también es consecuencia directa de un cambio estructural en el ámbito periodístico en el que los contenidos dirigidos a adolescentes y preadolescentes se están direccionando hacia una audiencia más adulta. Y mientras tanto, las plataformas digitales y los influencers llenan cada vez más ese vacío.
De hecho, hay un texto de Teen Vogue que lo explica.
En él, se menciona lo siguiente: “Los adultos suelen ver a los preadolescentes y adolescentes como un microcosmos enigmático que utiliza la moda, las tendencias y los estilos básicos como un fin en sí mismo, un medio para encajar.” Es decir, no importa demasiado qué herramientas utilice este grupo de edad para explorar su identidad, mientras los adultos tengan el poder de moldear su estilo, sus necesidades y preocupaciones, lo van a hacer.
Y con el reemplazo del contenido de revistas a contenido digital, es mucho más fácil. La audiencia juvenil se enfrenta a un fenómeno reciente: la viralización de tendencias, la interacción rápida, un panorama mediático seleccionado para que dirijan su atención hacia conversaciones adultas y con menos espacios seguros.
¿Desde cuándo permitimos que se les impida a los niños ser niños? Ellos te responderán que es el eterno conflicto de pertenecer a algo. Pero lo que es cierto, es que al final terminan siendo víctimas de un juego más sucio: la inclusión de estrategias de marketing (hasta en la sopa) para explotar su necesidad de encajar.
