- Por momentos, San Francisco de los Romo parece un municipio atrapado en un viejo chiste local: “aquí solo truenan sus chicharrones”. Pero cuando los chicharrones que truenan son los de la autoridad municipal, y no los de la tradición gastronómica que presume -carnitas, gorditas y chicharrones que han cruzado generaciones- el asunto deja de ser gracioso. Empieza a oler a otra cosa.
Porque detrás del eslogan oficial, “San Francisco de los Romo, Grandeza de Aguascalientes”, hay historias que muestran que la grandeza, si existe, está secuestrada por decisiones torpes… o francamente sospechosas.
La alcaldesa con experiencia… que no sirve para gobernar
Margarita Gallegos Soto presume una carrera política que se remonta a los años noventa. Tres décadas entre oficinas, cargos y decisiones. Una trayectoria larga que, sobre el papel, debería traducirse en capacidad, orden y visión, pero la realidad es otra. Y es brutal.
San Pancho -como lo llaman sus habitantes- es un municipio de más de 62 mil personas cuya principal vocación es empresarial. Ahí conviven pequeñas y medianas empresas familiares con compañías internacionales que generan empleo, inversión y estabilidad. Empresas que, por lógica elemental, deberían ser tratadas como aliadas del desarrollo local, pero no. En San Francisco de los Romo, la autoridad prefiere amedrentar antes que impulsar. Castigar antes que acompañar. Clausurar antes que dialogar.
Clausuras por capricho: la nueva herramienta de presión
Directivos y empresarios del municipio cuentan la misma historia, casi calcada palabra por palabra: la alcaldía amenaza con clausuras por motivos tan ridículos que cuesta creerlos. El pretexto favorito: la supuesta falta de pago predial, aunque ese pago corresponde legalmente al arrendador del inmueble, no a la empresa que solo ocupa el espacio. En otras palabras, clausuras por algo que no es su responsabilidad, no procede legalmente y no tiene sustento administrativo.
Entonces, ¿por qué ocurre? No existe razón técnica. No existe razón legal. Solo queda una razón política: porque pueden. Y cuando una autoridad actúa “porque puede”, sin importar la ley, el ciudadano o la empresa, estamos frente a dos posibles diagnósticos: ineptitud o corrupción. Ambos igual de graves. Ambos igual de peligrosos.
¿Ineptitud o corrupción? La sombra del caso Vargas
El comportamiento recuerda peligrosamente a episodios ya conocidos cinematográficamente: autoridades que confunden poder con derecho, ley con capricho, y servicio público con intimidación. Casos como el de un tal Vargas, cuyo nombre sigue retumbando como advertencia. Los empresarios de San Pancho no quieren “privilegios”; quieren reglas claras, respeto a la ley y una autoridad que no utilice las clausuras como arma de control; no obstante, parece que en la alcaldía no lo entienden… o no quieren entenderlo.
El doble discurso: ética en papel, abusos en la práctica
Mientras la alcaldesa presume orden, transparencia y “grandeza”, basta revisar el Código de Ética publicado en el Periódico Oficial el 9 de agosto de 2021, página 56, para descubrir la contradicción monumental. En su Artículo 3°, el documento dice: “Constituir un elemento de la política de integridad de este Ente Público, para fortalecer la prestación de servicios públicos de manera ética e íntegra”.
Ética, Integridad, Servicio Público: tres conceptos que hoy parecen sarcasmo. Porque mientras el Código de Ética promete integridad, el gobierno municipal actúa como si la palabra “ética” fuera un adorno retórico para conferencias y folletos.
Mientras las leyes establecen límites, la autoridad los cruza. Mientras los ciudadanos esperan apoyo, reciben amenazas. Mientras los empresarios generan empleos, la alcaldesa genera problemas.
La pregunta incómoda que hoy domina conversaciones: ¿Esto es producto de falta de capacidad… o de exceso de ambición? ¿Ineptitud o corrupción? Y aunque la alcaldesa tal vez intente ignorarla, cada clausura arbitraria, cada acto de intimidación, cada abuso administrativo, hace la respuesta cada vez más evidente. Mientras tanto, en las calles de San Pancho, el aroma de carnitas y chicharrones sigue siendo parte de su identidad. Lástima que, desde la alcaldía, lo que más truena últimamente no es la tradición, sino la prepotencia.




