En el vasto universo del fútbol, pocos nombres resuenan con la fuerza y la pasión de Javier Aguirre, conocido cariñosamente como “El Vasco”. Nacido el 1 de diciembre de 1958 en la bulliciosa Ciudad de México, este ícono del deporte mexicano no solo conquistó campos de juego con su garra y visión, sino que también transformó equipos enteros desde el banquillo. Su trayectoria, marcada por goles decisivos, rescates milagrosos y un estilo irreverente que enamora a los aficionados, es un testimonio vivo de perseverancia y amor por el balón.
Un joven con sueños grandes
La aventura de Javier Aguirre en el fútbol profesional comenzó en las categorías inferiores del Club América, uno de los gigantes de la Primera División de México. Debutó con el primer equipo el 7 de octubre de 1979, a los 20 años, como un mediocampista versátil que combinaba fuerza física con una inteligencia táctica innata. En su primera etapa con las Águilas, entre 1979 y 1980, disputó solo nueve partidos y anotó un gol, pero ya mostraba destellos de lo que sería: un jugador combativo y leal al equipo.
Para ganar experiencia, fue cedido al Los Angeles Aztecs de Estados Unidos en la North American Soccer League durante la temporada de 1980. Allí, en un fútbol más físico y abierto, brilló con 30 encuentros jugados y cuatro tantos, adaptándose rápidamente al estilo estadounidense. Regresó al América fortalecido, y entre 1980 y 1984 se convirtió en pilar indiscutible. En 128 partidos, marcó 31 goles, contribuyendo a una era dorada del club gracias a refuerzos extranjeros que elevaron el nivel competitivo.
El clímax de su paso por el América llegó en la temporada 1983-1984. En la final de la Primera División de México contra el Guadalajara, Aguirre anotó el gol decisivo, sellando un triunfo que coronó a las águilas campeonas en la denominada “Final del Siglo”. Aquel momento, bajo la lluvia del Estadio Azteca, no solo le dio su primer y único título liguero como jugador, sino que lo inmortalizó como un héroe capaz de cambiar el destino de un partido con un remate preciso. Esa victoria fue el pináculo de una carrera que ya apuntaba hacia horizontes más amplios.
De la gloria local a la prueba internacional
En 1984, un intercambio con el Atlante por el defensor, Gonzalo Farfán, llevó a Aguirre a un nuevo desafío. Durante dos temporadas, jugó 31 partidos y anotó tres goles, consolidándose como un líder en el mediocampo. Fue en esta etapa cuando recibió la llamada de la Selección Mexicana para la Copa Mundial de 1986, celebrada en casa. Como parte del equipo que alcanzó los cuartos de final, eliminado por Alemania Occidental en penales, Aguirre disputó tres encuentros, demostrando su temple en el escenario más grande del fútbol. Aquella experiencia, con 59 partidos internacionales y cuatro goles entre 1983 y 1992, forjó su carácter y le enseñó el valor de la unidad nacional.
La ambición lo llevó a Europa en 1986, firmando con el Osasuna de la Primera División española. Sin embargo, el sueño pamplonés duró poco ya que en solo 13 partidos, sin goles, sufrió una fractura grave de tibia y peroné derecho el 26 de octubre de 1986, durante un choque contra el Sporting de Gijón. Aquella lesión, que lo dejó fuera por meses, cortó abruptamente su aventura europea y lo obligó a replantear su carrera. Regresó a México en 1987 para unirse al Guadalajara, donde encontró su hogar definitivo. Vestido de rojiblanco hasta su retiro el 21 de febrero de 1993, disputó 181 partidos y anotó 17 goles, convirtiéndose en uno de los jugadores más longevos y queridos del club. Su retiro no fue un adiós al fútbol, sino una transición natural hacia el rol que lo elevaría a la inmortalidad: el de director técnico.
El salto al banquillo
Tras colgar las botas, Aguirre se sumergió en el mundo del entrenamiento. En 1996, asumió el Atlante en plena crisis, salvándolo del descenso en solo 11 partidos (dos victorias, cuatro empates y cinco derrotas). Aquel debut amargo, una derrota 2-1 ante el Atlético Celaya en el Estadio Azteca, no lo desanimó; al contrario, lo impulsó a estudiar en España, donde pulió su visión táctica. Regresó en 1998 al Pachuca, transformando un equipo modesto en campeón. En el Torneo Invierno de 1999, levantó su primer título como entrenador, tras un debut empatado 3-3 contra el América. En 110 partidos con los Tuzos, logró 44 victorias y un 48 por ciento de rendimiento, demostrando su habilidad para construir desde cero.

La llamada de la patria llegó en 2001, como interino, clasificó a México al Mundial de 2002, alcanzando octavos de final. Subcampeón de la Copa América 2001 y cuarto finalista en la Copa Oro 2002, su 66 por ciento de victorias en 27 partidos lo catapultó al estrellato. Pero Aguirre no se conformó; en 2002, cruzó el Atlántico nuevamente para dirigir al Osasuna. En cuatro temporadas y 177 encuentros (66 triunfos), estabilizó al club en Primera División, llevó una final de Copa del Rey, participó en la Copa de la UEFA y sorprendió con un cuarto lugar en la Liga 2005-2006, clasificando a la previa de la Champions League. Su “Osasuna revelación” fue un bálsamo para los aficionados navarros.
El “especialista en supervivencias”
El 2006 marcó su llegada al Atlético de Madrid, donde en 131 partidos (61 victorias, 54 por ciento de rendimiento) revivió al conjunto colchonero. Ganó la Copa Intertoto en 2006, alcanzó el cuarto puesto en la Liga 2007-2008 y clasificó a la UEFA Europa League tras una década de ausencia. Destituido en 2009 por presiones internas, regresó a México para su segunda etapa con la selección (2009-2010). Campeón de la Copa Oro 2009, aunque empañado por el infame incidente de la “patada a Phillips” en semifinales contra Panamá, un arrebato de frustración que Aguirre admitió como error de “desesperación”—, llevó al Tri a octavos en el Mundial de Sudáfrica 2010, cayendo ante Argentina. Renunció post-torneo, pero su legado de garra permaneció.
En España, su maestría en rescates brilló; con el Real Zaragoza (2010-2011), evitó el descenso en la última jornada con un 2-1 ante el Levante, un partido envuelto en polémicas de amaño, del que fue absuelto en 2019. En el Espanyol (2012-2014), aseguró la permanencia dos veces, con un 40 por ciento de victorias en 69 juegos.
Fuera de Europa, Aguirre conquistó títulos en los Emiratos Árabes Unidos con el Al Wahda (2015-2017): Copa de la Liga 2016 y bicampeón de la Copa Presidente (2016-2017), en 78 encuentros con 52 por ciento de rendimiento. En México, con el Monterrey (2021-2022), ganó la Liga de Campeones de la CONCACAF 2021, su quinto título continental como técnico. En el Leganés (2019-2020) y Mallorca (2022-2024), repitió hazañas de salvación y evitó el descenso con el Mallorca en 2022 y lo llevó a la final de la Copa del Rey en 2024, rozando Europa con 50 puntos en la 2022-2023.
De los samuráis azules a los faraones invencibles
La versatilidad de Aguirre como director técnico se extendió más allá de los clubes, llevándolo a dirigir selecciones nacionales en continentes distintos, donde su pragmatismo y capacidad para unir culturas demostraron su genialidad universal. En agosto de 2014, tras dejar el Espanyol, asumió el cargo de entrenador de la selección de Japón, conocida como los Samuráis Azules, reemplazando a Alberto Zaccheroni después de una decepcionante eliminación en la fase de grupos del Mundial de Brasil 2014. Con un contrato de dos años y un salario cercano a los 2.5 millones de dólares anuales, Aguirre debutó con una victoria ante Jamaica y se enfocó en un estilo de alta presión y ataques rápidos, adaptándose al fútbol técnico y veloz de los nipones.

Su paso por Japón fue prometedor al inicio. En la Copa Asiática de las Naciones 2015 en Australia, los Samuráis Azules avanzaron invictos en la fase de grupos, concediendo cero goles y mostrando una solidez defensiva envidiable. Sin embargo, cayeron en cuartos de final ante los Emiratos Árabes Unidos en penales, un resultado que generó expectativas para las eliminatorias mundialistas. Lamentablemente, su etapa duró solo seis meses. En febrero de 2015, la Asociación de Fútbol de Japón canceló su contrato prematuramente debido a la investigación por presunto amaño de partidos en su etapa con el Zaragoza, que lo vinculaba como posible implicado. Aunque Aguirre negó cualquier irregularidad y el caso se resolvió años después a su favor, el escándalo interrumpió lo que podía haber sido una era dorada. En 15 partidos, logró nueve victorias, tres empates y tres derrotas, dejando un 70 por ciento de efectividad y una huella de resiliencia en un equipo que necesitaba confianza mental.
Tres años después, en agosto de 2018, Aguirre cruzó el Mediterráneo para tomar las riendas de la selección de Egipto, “los Faraones”, sucediendo a Héctor Cúper tras el fallido Mundial de Rusia 2018, donde el equipo perdió los tres partidos de grupo pese a contar con estrellas como Mohamed Salah. Firmó un contrato de cuatro años, ignorando las sombras del caso Zaragoza que aún pendían, y se propuso transformar a Egipto en una potencia africana con un fútbol más ofensivo y atractivo. Su debut competitivo fue en septiembre de 2018, en las eliminatorias para la Copa Africana de Naciones 2019, donde clasificó cómodamente al torneo que se jugaría en casa.
La Copa Africana de Naciones 2019 fue el gran escenario. Egipto avanzó en la fase de grupos con victorias sólidas, incluyendo un 1-0 ante el Congo y un 2-0 contra Uganda, y un empate ante Zimbabue. En octavos, superó a la República Democrática del Congo en penales, pero en dieciseisavos de final, una sorprendente derrota 1-0 ante Sudáfrica lo eliminó del torneo en su propia tierra, generando decepción masiva y críticas por no maximizar el talento local. A pesar de ello, en 12 partidos oficiales, Aguirre acumuló nueve victorias, dos empates y una derrota, con un impresionante 77 por ciento de triunfos, revitalizando la confianza de un equipo que soñaba con el título continental. Su salida en julio de 2019, tras solo 11 meses, se debió a la presión por resultados, pero dejó un legado de organización táctica y pasión inyectada en los Faraones, preparándolos para futuras batallas.
El regreso triunfal a la Selección Mexicana
En julio de 2024, Aguirre asumió su tercera etapa con México, ganando la Liga de Naciones de la CONCACAF 2025 y la Copa Oro 2025, con un 61.9 por ciento de victorias en 21 partidos hasta noviembre de 2025. Su enfoque pragmático, enfocado en la solidez defensiva y la contraataque letal, ha revitalizado al Tri rumbo al Mundial 2026.
Con 903 partidos dirigidos (370 victorias, 49.64 por ciento de rendimiento), Aguirre acumula un palmarés envidiable: dos Copas Oro, una Liga de Naciones, una Liga de Campeones CONCACAF, un campeonato mexicano y tres copas emiratíes. Reconocido como Mejor Entrenador de México en 1999 y ganador del Premio Nacional de Deportes en 2005, su carrera es un mosaico de resiliencia. De la fractura que lo humilló en Osasuna a los rescates que lo glorifican en Mallorca.
Javier “El Vasco” Aguirre no es solo un nombre en las páginas del fútbol; es un símbolo de que el verdadero éxito nace de la pasión inquebrantable. En un deporte de efímeros héroes, él perdura como el guerrero que nunca se rinde.




