No quiero vivir para trabajar: 40 horas y volver a respirar
No quiero vivir para trabajar: 40 horas y volver a respirar
No es flojera. No es moda. No es berrinche generacional.
Es cansancio real.
Es estrés acumulado.
Es una vida que ya no alcanza entre juntas, tráfico, pendientes y domingos con culpa.
En México trabajamos como si el tiempo no valiera.
Como si vivir fuera un premio al final de la quincena.
Y mientras tanto, todxs andamos reventadxs: cuerpo cansado, cabeza saturada y cero espacio para lo importante.
Las 40 horas no son un regalo.
Son una corrección.
Una forma de decir: trabajar sí, pero no hasta rompernos.
La generación Z no está pidiendo menos responsabilidad.
Está pidiendo un futuro.
Quiere trabajar, crecer, aprender… pero también vivir.
Porque ¿de qué sirve un empleo si no te deja tiempo para ser persona?
Reducir la jornada no baja la productividad.
La sube.
Cuando descansas, rindes.
Cuando tienes tiempo, piensas.
Cuando no vives con estrés constante, trabajas mejor.
El problema es que nos vendieron la idea de que entre más horas, más compromiso.
Mentira.
Entre más horas, más errores.
Entre más horas, más ansiedad.
Entre más horas, más renuncias silenciosas.
Las 40 horas significan:
Más salud mental.
Más tiempo en familia.
Más enfoque.
Menos accidentes.
Menos rotación.
Más dignidad.
Y sí, hay quien dice que no se puede.
Que el país no está listo.
Que las empresas no aguantarán.
Pero la neta es que lo que no aguanta es la gente.
Lo que no aguanta es el trabajador que vive al día.
La mamá que llega tarde a todo.
El joven que no ve salida.
El empleado que trabaja mucho y vive poco.
No se trata de producir menos.
Se trata de vivir mejor.
Porque nadie debería sentirse culpable por querer tiempo.
Nadie debería vivir con estrés como estado permanente.
Nadie debería trabajar para sobrevivir y no para vivir.
Las 40 horas no arreglan todo.
Pero son un inicio.
Un alto.
Un respiro.
Y sí, ahí la llevamos.
Pero si no cambiamos esto,
la vida se nos va a ir trabajando.




