En años recientes, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) -Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar- se han convertido en importantes actores en el escenario global. El abrupto incremento en los precios del petróleo a principios de este siglo y las transformaciones económicas internacionales de años atrás han posibilitado este proceso de forma notable. Estos Estados han ampliado sus horizontes y se han acercado a regiones cultural y geográficamente distantes. El caso de Latinoamérica es ilustrativo, ya que su relevancia en la agenda de política exterior de estos países ha aumentado considerablemente en los últimos años. La apertura de embajadas y la realización de visitas oficiales han acompañado al establecimiento de vínculos comerciales y de inversión. Sin embargo, ha habido diferencias entre el nivel y el tipo de acercamiento de cada uno de ellos con esta región. Los contrastes han estado relacionados con el interés de los Estados Árabes del Golfo de involucrarse en cuestiones de gobernanza global y con su deseo de incrementar sus activos extranjeros.
En virtud de mejorar su posición en los ámbitos interno y regional, los países del CCG han intentado mejorar su perfil internacional mediante el involucramiento en asuntos de gobernanza global. Temas relacionados con las normas financieras internacionales, la regulación energética y el cambio climático han atraído gran parte de la atención de sus líderes. Por un lado, los flujos de capital y la estabilidad financiera han permitido la consolidación de estos regímenes, mientras que, por el otro, las percepciones y regulaciones hacia los combustibles fósiles son aspectos que han afectado su economía política de forma inmediata.
Uno de los determinantes económicos más importantes en la política exterior de los Estados Árabes del Golfo durante la última década ha sido su intención de incrementar sus activos extranjeros. Según datos de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), de 2001 a 2010 el valor de sus inversiones en el exterior aumentó en 1 074%. Durante ese mismo período, el incremento de ese monto fue de 218% en Arabia Saudita, 234% en Omán, 301% en Bahréin, 2 482% en los Emiratos Árabes Unidos, 2 933% en Kuwait y 27 995% en Qatar. Aunque la mayor parte de estos capitales se dirigió a Europa y Norte América, mercados emergentes como Brasil han sido destinos importantes para las inversiones árabes en años recientes.
A principios de la década de los setenta, casi todos los países del CCG habían establecido relaciones diplomáticas con sus contrapartes en Latinoamérica. Sin embargo, la mitad de sus 21 embajadas en esta región se inauguró hasta después del 2006. En una visita a Argentina en 2010, el director ejecutivo de la aerolínea Qatar Airways, Akbar al-Baker, dijo: “nuestros gobiernos han estado trabajando juntos para promover el turismo e incrementar las relaciones comerciales. Latinoamérica fue descubierta por el Medio Oriente hasta hace poco”. A pesar de ser un fenómeno reciente, el acercamiento de los países del CCG a esta zona puede profundizarse y ampliarse. Proyectos políticos y económicos recientes indican que la consolidación de Latinoamérica como destino importante de las inversiones árabes y el aumento de la importancia de esta región en la agenda global del CCG son escenarios muy probables en las décadas siguientes.
Conforme profundizamos en el análisis de las sociedades al interior de los Estados Árabes del Golfo, nos vamos percatando de las enormes diferencias que los rodean. No obstante la existencia de ciertos rasgos comunes como la persistencia de estructuras monárquicas, la excesiva dependencia en los ingresos por la venta de hidrocarburos y las identidades tribal, árabe y musulmana, estos países han seguido trayectorias distintas tanto en el terreno político cuanto en el económico. El caso de su política exterior hacia Latinoamérica es un buen ejemplo. El nivel de acercamiento entre los gobiernos y la intensidad de los flujos comerciales y de inversión presentan divergencias notables. Sin embargo, es difícil ser escéptico ante la idea de que los intercambios y la formalización de los vínculos entre estos bloques aumentarán en los años por venir.
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