El cineasta británico Temujin Doran ha lanzado una nueva película basada en el libro The Death of the Liberal Class (La muerte de la clase liberal) del columnista Chris Hedges.
La película Obey (Obedece), accesible en youtube, explora el futuro del mundo donde la obediencia al estado corporativo favorece al mundo del capitalismo salvaje, que ha exacerbado las condiciones de desigualdad en el mundo deteriorando el equilibrio medioambiental.
Christopher Lynn Hedges, estadounidense, es periodista ganador del Premio Pulitzer. Escribe una columna semanal para Truthdig -sitio web que contiene noticias y artículos de opinión relacionados con temas de actualidad desde una perspectiva progresista-.
Viene a colación esta reseña para evaluar la oferta de los candidatos en campañas políticas que actualmente se desarrollan en Aguascalientes y otros estados de la República. En dicho libro se cuestionan la integridad ideológica y programática de aquéllos que en los EUA -quienes supuestamente habrían de promover la defensa de los derechos fundamentales del ser humano-, han cedido ante las presiones del poder económico corporativo.
En los próximos años el poder corporativo seguirá contaminando el medio ambiente, envenenado la tierra, agotando los recursos y depredando el trabajo. Pagando cada vez menos por lo que aporta la gente al sistema, con cada vez menores sueldos, contribuimos ciega y obedientemente a la producción-depredación con la que nos hemos vuelto cómplices.
En una democracia tradicional, dice Hedges, la clase liberal, entendida en el sentido anglosajón como antítesis del conservadurismo, funciona como una válvula de seguridad. Ofrece la esperanza del cambio y propone pasos graduales hacia mayor igualdad. Dota al estado y a los mecanismos del poder con la cualidad de la virtud. También sirve como contención al desacreditar radicalismos, por lo cual la clase liberal resulta ser un componente útil dentro de la élite del poder. Pero cuando el estado corporativo asalta al estado democrático convierte a la clase liberal en una de sus víctimas, acabando paulatinamente con ella.
La clase liberal, cuando funciona, da legitimidad a la élite del poder. Si se va reduciendo a la clase liberal a simples cortesanos, que no tienen nada que ofrecer sino retórico vacío, se cierra esa válvula de seguridad a las fuerzas del descontento, forzándolas a encontrar otros cauces que terminan a menudo en violencia.
Los derechos, libertades y garantías asentados en la Constitución son inaplicables e inoperantes sin alguien que lo haga notar cuando las corporaciones han arrebatado el poder de las manos de los ciudadanos. El ciudadano común se ha quedado sin quien le otorgue voz ante el poder. La clase liberal, cooptada, ha prestado su voz a los actos huecos del teatro político, pretendiendo y haciendo parecer que la discusión y las opciones democráticas continúan existiendo. La clase liberal se abstiene de reconocer lo obvio para no perder su cómoda y a menudo bien-pagada posición. Las iglesias y universidades -en escuelas como Princeton, profesores de élite pueden ganar hasta 180 mil dólares por año- gozan exenciones fiscales mientras refrenan la crítica política abierta. Los líderes sindicales obtienen sueldos pródigos y se consideran socios menores dentro del capitalismo corporativo mientras no hablen el idioma de la lucha de clase.
Los políticos, en general leales a las demandas del estado corporativo en el poder, se retiran para enriquecerse como cabilderos o encargados corporativos. Los artistas utilizan sus talentos para fomentar los mitos e ilusiones que bombardean a nuestra sociedad para que viva confortablemente –como ellos- en las colinas de Hollywood. Los medios, las iglesias, universidades, el partido demócrata, artistas y los pilares de los sindicatos laborales -la clase liberal, pues- se han apagado con el dinero corporativo y las promesas de los desechos y migajas que les dejen caer desde los estrechos círculos del poder.
Periodistas premiados por el sistema informan, mienten y hacen propaganda para propulsarnos a una guerra irreal e inútil. Muchos de estos periodistas promovieron a los ciudadanos a confiar sus ahorros a un sistema financiero que es operado por especuladores y ladrones. Y así los ahorros simplemente se esfumaron. Los medios, sirviendo a publicistas y patrocinadores corporativos, ocultan a la población la miseria, pobreza y agravios que causa el sistema económico prevaleciente, cuando estos temas deberían ser el foco principal del periodismo.
En nombre de la tolerancia -palabra de moda- los liberales se abstienen de denunciar abusos, los aspectos peores del consumismo exacerbado, del nacionalismo a ultranza, de la avaricia, de la violencia y del fanatismo. Aceptan la globalización y el capitalismo salvaje como derecho natural. Las instituciones religiosas liberales, en vez de referirse a la justicia, abrazan una piedad acotada a lo personal, resultando inútiles a la hora de enfrentar a las fuerzas corporativas que usurpan el lenguaje religioso y moral en su beneficio financiero y político.
Las universidades no preparan más a los estudiantes para pensar críticamente, para examinar y ejercer sistemáticamente cuestionamientos al poder y a las verdades culturales y políticas impuestas. Se han transformado en escuelas vocacionales. Tienen programas para la crianza de encargados de los sistemas que sirven al estado corporativo. En un negocio “Faustiano” con el poder corporativo, muchas de estas universidades hinchan sus presupuestos con miles de millones de dólares corporativos y del gobierno.
Una vaga e inespecífica promesa de un mejor mañana, es todo lo que a los políticos de todos los partidos por igual les queda para ofrecer, sin definición alguna de ese “mejor” mañana con un mismo sistema económico. O sea, la promesa absurda de que haciendo lo que nos ha llevado a hacer de éste un mundo peor, milagrosamente llegaremos a hacerlo mejor.
El mensaje en las campañas políticas que ofrecen actos estridentes, vistosas y coloridas convenciones y mítines, es que dejemos todo como está. Que sigan gobernando los mismos haciendo lo mismo ya que el mejor futuro para los ciudadanos estará en la obediencia a quienes en verdad mandan.
Twitter: @jlgutierrez




