Nacho Cervantes
Las canchas del césped sagrado se llenaron este año de dolor y alegría, de hechos históricos, y sorpresas. Azarenka lloraba de dolor por una caída, pero pudo salir triunfante de dicho partido; Rafa Nadal eliminado en la primera ronda, y el rey del bello césped de Wimbledon Roger Federer caía en segunda ronda.
El soleado cielo londinense pintaba para entregarnos un torneo poco interesante debido a la caída de los dos “grandes” de los últimos tiempos, tanto femeninos o masculinos. Pero como todas las historias, llega el momento en que los grandes dicen adiós, aunque sea por un tiempo, y los nuevos en busca de la grandeza muestran sus mejores partidos.
Un ejemplo claro fue la semifinal histórica entre Nole y Delpo, en la que pudimos ser testigos del partido de esa instancia de mayor duración de la historia en el torneo inglés. Djokovic y del Potro se fueron a las últimas instancias y Djokovic salió triunfador, una final adelantada, la torre argentina terminó destrozada. Pero parece que su papel de comparsa ya lo tiene acostumbrado, hace dos años en las mismas instancias el mejor partido del torneo lo protagonizó frente a Federer, hoy el número uno del mundo lo echó, pero con la cara en alto.
Nadie tomaba en cuenta que por el lado femenino la francesa Marion Bartoli, que por varias circunstancias se encontró con el camino libre, llegó a la final sin enfrentarse con ninguna tenista del top 20. Se coronó ante todas las predicciones. Porque como versaban los expertos, éste era un torneo de desconocidos, como el polaco, sorpresa del torneo sin duda, Janowicz llegó a la semifinal del torneo y perdió contra el local Murray, que tenía de su lado a todo el público, como en pocos Grand Slams, Andy en Wimbledon es favorito por encima del Rey y del carismático Djoko.
El torneo llegaba a su fin, y aunque la final no contaba con su majestad Roger Federer, y tampoco con el guerrero Rafael Nadal, podríamos presenciar un gran partido como en 2012, entre el número uno del mundo, Novak Djokovic, y el número dos, Andy Murray. Totalmente justa y pareja estaba puesta la escena.
El tenista escocés -además de luchar contra Nole, un jugador despiadado que nunca deja una pelota muerta- tendría que dejar de lado el fantasma que llevaba persiguiendo desde 1936. 77 años habían pasado desde que un jugador británico de nombre Fred Perry se había hecho poseedor de la corona inglesa del césped.
La final se jugó en todas las revoluciones posibles, y con las mayores emociones que se pueden presenciar en el tenis, reveses, quiebres, deslices, raquetazos y perfección. Las lágrimas finales de Murray y de su madre dicen todo, el partido fue perfecto, dos sets sin respuesta, un tercer set complicado, pero que resolvió con la maestría que le han dado las derrotas, no sólo vimos historia con Murray, sino que tengan por seguro que dentro de poco Andy Murray cambiará de nombre, y ya no será sólo Andy. Será para todo el mundo SIR Andy Murray, por protocolo de la nobleza. Merecido lo tiene, el trabajo y disciplina lo avalan.
