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viernes, diciembre 5, 2025

El Estado debe tratar con sumo cuidado la gestación de políticas culturales

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De lo contrario peligraría la libertad de expresión: Rodríguez Varela

Contraproducente estatuir una secretaría para regir sobre esta materia

Foto: Roberto Guerra

Una de las conclusiones obtenidas del foro de reflexión sobre la práctica de las políticas culturales en las instituciones públicas, realizado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, fue que el Estado debe evitar gobernar dicha materia a través de una secretaría.

Para aterrizar su postura Otto Granados Roldan, ex gobernador de Aguascalientes y ex embajador de México en Chile, citó palabras que Gabriel García Márquez pronunciara hace 18 años acerca de una disyuntiva política generada en su patria, Colombia.

“Hay que hacer algo muy grande y urgente, si el nuevo presidente quiere de veras tener la cultura como guantera de su gobierno, si no quiere que sea un banco de clientelistas y un paraíso de burócratas que se roben la plata, que la agarre con su propia mano, sin oficinas intermedias, y la ponga bajo su responsabilidad personal como un órgano inmune y bien inventado. Conozco a la comunidad cultural, y sé que no le negará su ayuda y gratitud”.

En su momento Granados señaló que el Partido Acción Nacional pretende emprender una empresa como la criticada por el Nobel de Literatura.

Por otro lado, cuestionó a dónde debe el gobierno orientar una política si se quiere trascender los límites de la preservación de monumentos históricos con vistas en llevar mayor cantidad de gente a museos, galerías, teatros y salones de conciertos.

El reto está, refirió, en saber distinguir entre política cultural y actividad cultural.

Así, comentó, que México por ahora no puede considerarse como un país “culto”, pues se sitúa en el peldaño 57 del Índice de Desarrollo Humano que publica la Organización de las Naciones Unidas.

“Hay que ser realistas en ese sentido”.

Enrique Rodríguez Varela, sociólogo de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, coincidió en que en pos de la libertad de expresión el Estado debe guardarse de ser “sensor” y detentar el control de la cultura.

Señaló el emblemático caso de una artista estadunidense cuya obra fue censurada por presentar un crucifijo empotrado en un mingitorio. A partir de entonces, añadió Rodríguez, el gobierno comenzó a decidir qué objeto podía ser expuesto y qué otro no.

Anotó al blindar con autonomía la política cultural del país, también se sortean “lacras” como los malos sindicatos y la burocratización.

“Imagínense un SNTE dentro de la cultura”.

Del mismo modo, anotó, que el fenómeno de la globalización debe ser enfrentado, pues con la expansión de la tecnología el público prefiere escuchar un concierto o ver una película de calidad en su casa y evitar cualquier clase de traslado y gasto mayor.

Sobre esta línea Otto Granados opinó que a diferencia de la década de los sesenta, cuando la asistencia a los sitios de difusión artística se daba de manera “presencial”, hoy día las redes sociales demandan encontrar la manera de trasladar tales espacios hacia una pantalla de ordenador.

Asimismo consideró que la política exterior mexicana es otro punto endeble en la expansión del rubro. La cancillería, dijo, recibe un presupuesto totalmente insuficiente.

A su vez, ambos ponentes también coincidieron en que para legitimarse en el poder y atenuar “los excesos del monopartidismo y la falta de una democracia homologable”, el Revolucionario Institucional absorbió a muchos artistas e intelectuales al incorporarlos a distintas ramas de la burocracia.

“Los intelectuales por su parte encontraron una zona respetable de relación con el Estado, porque significaba gozar de las ventajas de la cercanía en un terreno más o menos neutral, pero sin los costos de una alianza abierta y explícita con los gobiernos” de quien mantuvo durante 71 años el Ejecutivo federal, señaló el propio Granados.

Por último, dejó sobre la mesa un par de cuestiones, pues en el diálogo participaron estudiantes de la licenciatura en Ciencias del Arte y Gestión Cultural.

¿Hay alguna manera de medir los efectos de determinada política cultural? Consumo de libros, aforo en teatros, cines y bibliotecas. ¿La eficacia es un concepto válido en este terreno?

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