La rivalidad por obtener el ansiado trofeo de campeones se queda en el campo de juego, afuera, los jóvenes ríen, se saludan, chocan sus manos en señal de compañerismo, la competencia ha terminado, y para quienes no lograron obtener el campeonato prometen entregarse al máximo para cambiar el resultado el próximo año.
Pese a lo que podría considerarse como una limitación para el desarrollo una actividad deportiva, para estos jóvenes no significa nada, corren, buscan el balón por donde sea que éste ruede, gritan, manotean, se enojan, se apoyan entre ellos aunque error de por medio, se esfuerzan por mejorar en cada instante del partido.
Para todos ellos el futbol es su vida, muchos lo practican desde niños, y llegan a entrenar hasta 4 horas diarias, además de cumplir con otras responsabilidades, como ir a la escuela.
Para estos muchachos la derrota no existe, porque el gusto por su deporte significa más que ganar, son guerreros por naturaleza, su lucha en el campo lo demuestra y su sonrisa signo de vitalidad y fuerza.




