Corren por ahí muchas imprecisiones sobre qué o quién es un mitotero. De entrada hay que eliminar las más obvias. Un mitotero no es una persona mentirosa ni tampoco es un creador de mitos modernos o un recreador de viejos. En realidad se trata de un espécimen bastante común en México, por lo que es menester aclarar ciertos puntos para tratar de asentar una definición. Pues es muy probable, amigo adoptante, que le toque un mexicano mitotero, ya que casi todos lo son. De hecho, las palabras “mitotero” y “mexicano” bien podrían utilizarse como sinónimos.
Podríamos decir que el mitotero es un tanto un alborotador profesional, sin embargo, no recibe ninguna paga, tampoco se dedica a promover disturbios nada más porque sí o por oscuros intereses, ni es un insurrecto que coloca barricadas en carreteras federales o un agitador que pique crestas para levantar protestas, ni un reaccionario contra cualquier forma de autoridad.
El mitotero mexicano es un alborotador, sí, sólo que por motivos distintos a los arriba mencionados. Primero, lo hace por diversión, segundo, porque lo guía un sentido de justicia callejera inmediata, que nada tiene que ver con grandes ideales políticos o sociales, tercero, porque tiene vocación y un talento natural para transmitir informaciones diversas a sus congéneres.
El mexicano busca divertirse a como dé lugar y cuando se divierte es ruidoso: es un mitotero. Saca las caguamas y el confeti a la mínima sugerencia, es proactivo, eficiente y eficaz para la organización de “convivios” espontáneos en el trabajo, nunca queda mal con una invitación ni falla a fiesta alguna un kilómetro a la redonda de su domicilio: “hola, oí ruido y vine para ver si todo estaba bien”, “todo bien, ¿gustas pasar?”, “claro, ¿dónde pongo los Sabritones?”.
El mexicano es un justiciero que jamás callará ante cualquier iniquidad: es un mitotero. Juez y parte, vigilante celoso de la balanza de las fuerzas del bien y del mal, no duda en meter su cuchara, su cucharita o su cucharón en los asuntos de todos, el mundo es su vecindad: un carro mal estacionado, abusos de autoridad, la educación de los hijos de la vecina, las infidelidades del tendero de la esquina, el servicio en la sección de urgencias de la clínica pública, el novio de su prima.
El mexicano tiene talento natural para el periodismo, especialmente el de nota roja, el de deportes y el de sociales: es un mitotero. Sus favoritos son los accidentes de tránsito, las ligas locales de futbol llanero y de beis de veteranos cheleros y bautizos, quince años y bodas. No los puede dejar pasar, si uno de estos eventos aparece en su horizonte, se tiene que arrimar, para ver de cerca, para no perder detalle alguno, para reportear. Agencia de noticias de un solo hombre, correo de noticias que pueden o no ser falsas, corresponsal autodidacta que a diario arma un cable de noticias orales, un periódico de boca en boca con lo más relevante del deporte local, la sociedad y la policiaca, los hechos pasan por el tamiz de su perspectiva, su perspectiva es del tamaño de su lengua, su lengua es opinión, su opinión, noticia, sus dichos, hechos. Es el sueño de cualquier periodista: reportear los hechos, opinar sobre los hechos, editorializar los hechos, de un solo plumazo.
Si entre sus planes próximos está adoptar un mexicano, siga los siguientes pasos. Que no le quepa duda, amigo adoptante, es bueno tener un mitotero cerca o, en otras palabras, es buena idea adoptar un mexicano.
Primer paso: si le toca un mexicano que sea un mitotero del primer tipo, cierre todas las puertas y ventanas de la casa con llave, eso será suficiente para evitar que su mexicano escape cuando se escuchen retumbos y argüende pachanguero, en jueves, en la casa de al lado o explosiones de cohetones y resonancias de bullicio de kermés en alguna parroquia cercana. Si esto no funciona, amárrelo a la cama, y que sufra como Ulises con el canto de las sirenas.
Segundo paso: si le toca un mexicano que sea un mitotero del segundo tipo, la verdad no hay mucho que se pueda hacer. Como su mexicano cree que es una especie de Don Quijote en lucha permanente contra toda clase de molinos y cree que tiene la autoridad moral para enderezar entuertos, lo mejor será tratar de encauzarlo hacia un oficio o profesión afín. Con seguridad, seamos honestos, su mexicano no será ni la mitad de ingenioso ni de culto ni de inteligente que el famoso caballero andante, pero eso sí, seguramente será extraordinariamente locuaz, por lo que no es mala idea acercarlo a la política o a alguna agencia de relaciones públicas.
Tercer paso: si le toca un mexicano que sea un mitotero del tercer tipo, estimúlelo, el periodismo es un oficio noble, que haga periódicos murales en la escuela, boletines semanales que distribuya en la colonia, revistas de fotocopias para adolescentes, simulaciones de programas de radio o de televisión, etcétera, con el tiempo pueden pasar dos cosas, ambas muy malas: o se convertirá en un magnate de los medios o en el titular de algún noticiero por televisión.
Preguntas frecuentes: ¿El mexicano es fiestero? Sí. ¿El mexicano es pendenciero? Sí. ¿El mexicano es hablador? Sí.
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