l proceso de renovación del liderazgo del Partido Acción Nacional se suscitó de manera inesperada luego de las pasadas elecciones del 5 de julio y por ello los diferentes líderes morales del partido ya han expresado su sentir en torno a la renovación de la dirigencia nacional. Coincido en el sentido de que los resultados recientes ameritan que se haga un alto en el camino para reflexionar las causas y las circunstancias del resultado de la elección, lo cual no tiene nada de extraño pues es cierto que si no se analiza qué fue lo que ocasionó dicho resultado el 5 de julio de nada servirá una nueva dirigencia que repita los mismos errores, sin importar a qué grupo pertenezca el nuevo dirigente. Algunos militantes, tanto a nivel local como nacional, atacan a quienes consideran que les obstaculizan sus pretensiones o no son afines a sus insidias y se dedican a ensuciarlos, a difamarlos, sin importarles en lo absoluto la ética partidista pues sólo van en pos de su ambición muy particular. Se les olvida que la política es sin duda empresa inquietante, pero que es menester entenderla en calidad de función creadora y hacer de ella un instrumento al servicio de los más altos valores. Se les olvida que en política una cosa es la habilidad y otra muy distinta la falta de delicadeza y la ausencia de principios morales. El poder, y aquí lo estamos comprobando de manera cotidiana, transforma a los hombres, a algunos los sublimiza pero a otros los revela en su verdadera pequeñez.
Por eso trato de hablar alto cuando sé que tengo la razón; con gallardía, con valor y sin temer a la traición de los Iscariotes, obligados servidores de las sombra, y huyo siempre de dar cobijo al resentimiento y a la timidez.
La semana que pasada nos reunimos los senadores del grupo parlamentario del PAN para analizar la situación y llegamos a la conclusión de que nada nos va a dividir pues en el PAN se privilegian las opiniones de todos y no porque alguien no piense igual será un traidor. No, en este momento la mística es llegar a vernos como un solo hombre, fortalecidos para seguir ostentando el poder, concibiendo el poder como fe en una causa y posición de servicio. Hoy abrimos una etapa en la cual requerimos de definir el liderazgo mediante el convencimiento y el servicio, no mediante la demagogia y la coacción. Considero importante subrayar que esto no significa abrir la puerta de la dirigencia del partido a todo el que quiera franquearla cuando sus móviles sean inconfesables o sus convicciones opuestas a las que nos inspiran. La grandeza de un partido no siempre se mide por el número de sus prosélitos, sino por la cohesión de sus afiliados, que depende de la unidad de pensamiento y de propósito, de la limpieza de las miras que se tienen y de la ausencia de enemigos emboscados o de convenencieros a quienes el deseo de medrar conduce a teñirse de cualquier color político que les sea favorable. El partido a través de los años, ha cumplido con sus objetivos a cada momento porque sabemos que debemos servir de catálisis a la unidad de la patria.
No debemos temer a la libertad; ella nos conducirá a la solidez política del partido no debemos temer a la democracia, debemos buscarla y defenderla porque ella demostrará siempre que el pueblo está con nosotros; no debemos temer a la ciudadanía, su voz y su voluntad se manifiestan por el partido, y eso es lo que necesitamos para llevar a su culminación la grandeza de la patria; una ciudadanía libre y democrática es lo que pedimos; esto es lo que el país exige de nosotros. Aquel que ostenta un deber moral, dice Confucio, ni siquiera ante su maestro debería ceder.
Domingo Faustino Sarmiento moribundo en Paraguay decía como últimas palabras a su nieto: “Dame la vuelta para ver la luz del día”.
En política yo creo que el fin no justifica los medios, porque no concibo la política sin moral, porque soy un convencido de que sólo por el camino real de la virtud se puede llegar a la cumbre de la grandeza humana. Y en este proceso de renovación del liderazgo partidista debemos eliminar los procedimientos anacrónicos que auguran nubarrones sombríos si se escoge no al mejor sino al que se ordena. Esto tarde o temprano va a conducirnos a una encrucijada peligrosa, que podríamos evitar con el sistema de democratización. Soy un convencido que la democracia es el camino para crear nuevos valores, para fortalecer la mística de nuestro partido y atraer, por ejemplo, a la juventud que debe ser educada para servir a la patria mejor que nosotros, con la experiencia de nuestros errores y la enseñanza de nuestros aciertos.




