4. DE LA MERCANTILIZACIÓN A LA “CHANGARRIZACIÓN” UNIVERSITARIA
Una de las formas en que se ha manifestado el éxito de este escarnio a la cultura nacional y mundial, es en la multiplicación escandalosa de establecimientos de supuesta “enseñanza superior” que se ha dado en esta etapa funesta de globalización macroeconómica.
En la época en que nuestra generación estudió en la Ciudad de México
(1956), aparte de la UNAM había solamente diez universidades estatales.
Actualmente hay 993 instituciones de enseñanza superior registradas en
la Secretaría de Educación Pública, de las cuales la mayoría (631) son
privadas,[1] muchas de las cuales no cubren niveles mínimos de calidad;
pero aparte de ellas, las no acreditadas tan sólo en el año 2003 -en el
esplendor de la “changarrización” promovida por el “licenciado” Vicente
Fox- eran ya más de 1,800 expedidoras de títulos fraudulentos
vulgarmente conocidas como “universidades patito”.[2]
Otra de las evidentes manifestaciones del deterioro que ha producido
este naufragio de la educación pública mexicana -en que lo que importa
ya no es el conocimiento sino el documento que supuestamente lo
acredita- es el tráfico de títulos profesionales de todos los tamaños,
colores y sabores que se da de manera legal pero inmoral y que incluso
en forma abiertamente fraudulenta se llegó a dar en internet, en Tepito
y hasta con los evangelistas de Santo Domingo, “para evitarse las
molestias del estudio”. El fraude institucionalizado, pues. Porque
tanto los traficantes de títulos como esos “changarros” -tangibles o
virtuales- no son universidades, sino burdo disfraz académico para
estafar necios.
Recomiendo a ustedes la lectura de la obra “La Universidad necesaria
en el siglo XXI” de Pablo González Casanova, que es altamente
clarificadora particularmente en relación con este tema y el anterior.
5. LA EDUCACIÓN NO ES MERCANCÍA
Las encuestas de clasificación internacional de universidades
coinciden en su mayoría desde hace varios años, en que la Universidad
Nacional Autónoma de México no sólo es la única de nuestro país que
aparece en la mayoría de esos estudios dentro de las más importantes,
sino que está entre las mejores de habla hispana, incluyendo a las
españolas.
Esa es la mejor demostración de que la educación no es mercancía,
pues la UNAM -que debía suprimir la cuota simbólica que probablemente
le cuesta más cobrar- continúa abriendo sus brazos a jóvenes de escasos
recursos, como nos los abrió a muchos de nosotros.
Nuestra Universidad ha soportado enérgicos embates por parte de
mexicanos sumisos al extranjero que pretenden deformarla y
privatizarla, pero ha logrado sobreponerse con dignidad, sosteniendo
con firmeza la bandera de la educación pública, laica, gratuita,
científica y humanística.
6. DESNATURALIZAR SU SIGNIFICADO, OTRA FORMA DE DESTRUIR LA UNIVERSIDAD
En el México actual, a cualquiera que se le antoje instalar un
establecimiento “educativo de nivel superior”, sólo tiene que
registrarlo mediante una escritura pública en que establezca el
propósito de su razón social, como cualquier empresa mercantil. Ya sea
en ese documento o en otro más formal que se llama Ley Orgánica, cada
establecimiento inventa una definición de “Universidad” a su gusto y
complacencia, por la sencilla razón de que la Secretaría de Educación
Pública no ha tenido la atingencia de establecer una específica,
derivada de un consenso nacional.
Así pues, tenemos tantas definiciones de universidad como
instituciones públicas de esa índole existen, además de la multitud de
empresas que han devaluado el concepto educación, desde que predominan
en el gobierno los intereses de los mercaderes que han convertido la
enseñanza en un negocio.
El propio Estado -nacional y extranjero- inició la degeneración del
concepto al crear “universidades especializadas” como es el caso de las
tecnológicas, agrícolas, pedagógicas y hasta policíacas y militares.
Después, con la mercantilización “educativa”, los negocios particulares
continuaron la deformación llevando el problema al extremo de inventar
hasta “universidades” para payasos.
Especializar la universidad es un contrasentido colosal.
La palabra universidad deriva del latín universitas (conjunto
integral de los seres constitutivos de una comunidad cualquiera)
utilizada originalmente en el Digesto romano como oposición a singuli,
como lo señala Mondolfo.[3]
Universitas, a su vez, proviene de universum, que significa ‘reunido
en un todo’. Universidad, pues, viene del concepto Universo; es la
unidad de lo diverso. Y si es una institución de búsqueda y transmisión
del conocimiento -es decir, de la unidad orgánica de todo el
conocimiento- especializarla equivale a limitarla y limitarla equivale
a destruirla. n
(Continuará)
netz@exalumno.unam.mx
[1] ANUIES Sistemas de información en línea. Directorio nacional de
universidades e instituciones de enseñanza superior.
http://www.anuies.mx/la_anuies/diries/
[2] “Reprueban aspirantes a instalar universidad” Diario “El Universal” México, D. F., a 20 de Octubre del año 2003.
[3] “Universidad, pasado y presente” Rodolfo Mondolfo.




