Frente a sus compañeros, que pretenden dictar un veredicto sin analizar a fondo el caso, basándose en los argumentos del fiscal, el jurado número 8 los increpa:
Ese chico sólo ha recibido patadas, ha nacido en una chabola y perdió a su madre a los nueve años, ha vivido en un orfanato… es arisco y rebelde, porque es lo único que ha conocido, alguien le ha estado propinando golpes un día sí y otro también, durante 18 años ha sido desdichado y creo que le debemos unas pocas palabras.
Esta escena forma parte del gran clásico 12 hombres en pugna (12 Angry men, 1957) una maravillosa película que no se puede pasar por alto. La trama es llevada a cabo en la sala de discusión del jurado que analiza y debate si un joven es culpable de asesinar a su padre; la utilización de los recursos cinematográficos es exacta, llevada con maestría. La cámara viaja de uno a otro de los 12 protagonistas, retratando no sólo semblantes, sino aspectos psicológicos, diversos momentos álgidos y endebles de la discusión y sobretodo sus orígenes sociales y la repercusión que estos tienen en su papel en el jurado. Los elementos físicos como el calor, cansancio, una sala incómoda, un ventilador averiado, permiten transportar al espectador a la situación tensa de 12 hombres que debaten sobre la vida o la muerte de una persona.
El clímax es fenomenal, la fuerza de los rostros apasionados en close ups. Con un guión perfecto, la actuación de Henry Honda (de la que sólo se puede decir que es excelsa) en todo momento nos acerca y retrata a ese hombre preocupado por el presunto criminal, el único de los 12 al que la más mínima duda, le basta para defender la dignidad y vida de un joven al que se pretende condenar a la silla eléctrica.
El drama de Sidney Lumet da para muchos y variados temas de carácter judicial, es sumamente detallista en estos aspectos: la pena de muerte, los juicios orales, el papel del abogado en la defensa, el debate jurídico, el principio de presunción de inocencia, y un largo etcétera. Me interesa uno por su especial trascendencia: la necesidad de que en los cuerpos colegiados de carácter judicial existan diversas voces y opiniones, que permitan la pluralidad de ideas.
Y es que en las 12 personas que integran el cuerpo de jurados de este filme, se representan los diversos estratos sociales, y esto tiene consecuencias fundamentales con respecto a su forma de apreciar lo jurídico: desde el comerciante con una postura utilitarista y con la idea de que el derecho debe servir para extirpar a los malos elementos de la sociedad, de eliminar sus propios demonios, el fanfarrón al que le da lo mismo la ley, pasando por el ciudadano convencido del estado y la convivencia social, hasta aquel al que le preocupa fundamentalmente, por encima de los formalismos o tecnicismos judiciales, la persona, el otro. La pluralidad que caracteriza este jurado, es buena y benéfica para el proceso judicial que se sigue, permite abrir diversas aristas del conflicto, desentrañar aspectos además de jurídicos, sociológicos. Todos sus miembros van aportando algo fundamental en la discusión.
Justamente viene a colación este viejo filme, pues en próximos días el presidente de la República enviará su propuesta al Senado para suplir al ministro recién fallecido Gudiño Pelayo. A petición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la terna estará integrada exclusivamente por miembros del poder judicial para, justifica el órgano, equilibrar la composición del máximo órgano jurisdiccional del país. Y parece que no es descabellado, a lo largo de los años el Máximo Tribunal ha estado integrado tanto por funcionarios de carrera judicial, académicos y especialistas en otras áreas del derecho, para la Corte es necesario calibrar ese equilibrio, pues actualmente predominan los académicos. Armonía que no sucede, por cierto, en nuestro Supremo Tribunal de Justicia compuesto exclusivamente por miembros de la judicatura.
Pero la diversidad del Alto Tribunal no sólo proviene del origen profesional de las personas, sino además de la corriente de opinión o filosofía que toman en relación a ciertos temas fundamentales lo que ha llevado a encasillar a los diversos ministros en liberales o conservadores, denostando –según la postura personal- a unos u otros. Esto debemos rechazarlo de manera tajante, se provoca la radicalización de un país demasiado maniqueo per se, pero más aún, tenemos que defender firmemente que en un órgano colegiado jurisdiccional se representen al menos la mayoría de las formas de pensamiento, llámeseles como se les llame, sea cual sea el istmo en el que se les encasille.
Como en el caso de 12 hombres en pugna, 11 ministros en pugna, se traducen en 11 diversas voces, en un debate más abierto, democrático, y me atrevo a decir que incluso, más justo y certero.
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