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viernes, diciembre 5, 2025

Valor público / ¿Qué enseña Protágoras?

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En el interludio vacacional del verano tuve la oportunidad de releer el Protágoras de Platón, y registré una de las definiciones más interesantes de los deberes del ser humano. Durante la presentación que el filósofo Sócrates hace del joven Hipócrates ante el viejo Protágoras, éste gran maestro ofrece que todo aquél que lo escuche será un mejor hombre y progresará porque lo que él enseña es la prudencia en los asuntos familiares para que se administre mejor la casa, y en los asuntos públicos para ser el mejor en el actuar y en el hablar.

Retomando la enseñanza de Protágoras, podemos suscribir que ha de ser la prudencia el mejor instrumento de comunicación política que pueden practicar los gobernantes para justificar los resultados obtenidos en el ejercicio de una administración pública. Por mi parte tengo la convicción de que nuestros gobernantes, posiblemente por exceso de trabajo, no han tenido la oportunidad ni la paciencia de leer con detenimiento las enseñanzas del maestro Protágoras; y por supuesto que menos lo han hecho algunos de sus más cercanos colaboradores. En tal entendido, me permito escribir estas líneas.

Parece evidente la deformación comunicativa que muestran algunas áreas estratégicas de los actuales gobiernos pues confunden la divulgación de una acción pública, que debe ser enfocada hacia la satisfacción de la comunidad social, con la promoción política de las personalidades que tienen a su cargo la ejecución de los programas de gobierno. Debido a esa deformación se anula el impacto de las acciones del gobierno, pues la ciudadanía no alcanza a registrar el grado de vinculación que existe entre el servicio, o la obra realizada, y el beneficio real que le representa a su comunidad.

Por otra parte, el protagonismo mediático de los funcionarios del gobierno se refleja en un exceso de propaganda política orientada a la promoción de su personalidad para aparecer mejor ubicados en las encuestas oficiales, especialmente en el índice de reconocimiento de su nombre (IRN). Esta infructuosa búsqueda termina por nulificar la debida divulgación de la obra pública, y por supuesto, le resta valor a la propia obra entre los individuos beneficiados por los programas sociales. En esta hipótesis, se puede explicar el fracaso de una política de comunicación orientada hacia la promoción de algunos funcionarios, porque a la vista de los resultados electorales resulta indiscutible que el protagonismo mediático de los actuales funcionarios de gobierno ha sido en vano.

Hasta el día de hoy la divulgación de la obra pública no parece haber tenido un impacto suficiente como para que el ciudadano modifique su percepción con respecto de sus gobiernos. Me explico. Por lo general, entre el ente social, muy pocos ciudadanos valoran los esfuerzos financieros y administrativos del Gobierno municipal, del Estado y el Federal, para generar mejores condiciones de bienestar general entre la comunidad. Los millones de pesos que los gobiernos gastan en los programas sociales no parecen haber tenido el mayor impacto en la opinión pública. Para el ciudadano común, el actual gobierno sigue siendo corrupto; las obras públicas son asignadas a los amigos del gobernante en turno; no existe la menor transparencia en la licitación de compras; y en todo caso, todo el enredo administrativo obedece al cochupo; de la transparencia ni hablar sólo cabe en la cabeza del propio gobernante. Para el ciudadano común la actuación de sus gobiernos no merece la menor confianza; se muestran hartos de oír tanta palabrería, y de recibir mensajes y discursos que ya no convencen a nadie.

¿Pero esta situación a qué puede obedecer? Posiblemente al diseño erróneo de una política de comunicación orientada hacia la exhaltación de la personalidad de los gobernantes en turno. Pero tengo la impresión de que es mayormente debido al evidente fracaso en la construcción de una organización social renovada, ad hoc, que conforme a los fines de la nueva administración sea capaz de propagar, de boca en boca, los reales beneficios de los programas sociales más solicitados en el entorno familiar para mejorar la seguridad y apoyar en la productividad de todas y todos.

No hay fuerza sin materia y no existe la materia sin la fuerza, escribía Luis Büchner, por allá en 1855. La idea de una fuerza que no estuviese unida a la materia y que vagase libremente por encima de ella, es absurda, afirma Moleschott, y agrega que la fuerza no es un dios que da impulso, y no es un ser separado de la sustancia material de las cosas. Por supuesto que esta argumentación se sostiene en el ámbito de la experimentación científica, y la ciencia parece haber sido ignorada por los nuevos gobernantes que se deleitan en complacer a los personeros de las visiones dogmáticas, y que ingenuamente idealizan y promueven la generación espontánea de la materia.

Por supuesto que no es mi objeto esgrimir una varita mágica para explicar racionalmente algunos resultados obtenidos en el pasado referéndum comicial del 1 de julio; y desde luego que no comparto las culpas ni las excusas que algunos difunden como instrumento para satisfacer venganzas personales. Observo sí, los resultados objetivos que se encuentran a la vista de quien quiera verlos. Y sin duda sostengo que los actuales gobiernos carecen de la fuerza requerida para refrendar sus triunfos electorales, porque ingenuamente han abandonado a su suerte a la materia que los formó; porque han desmovilizado a sus partículas temiendo a su crecimiento; por consecuencia, hoy son más débiles que nunca antes.

Con una visión de futuro, el objeto consiste en reencauzar los fines de una administración pública que fue elegida por seres humanos, que creyeron y viven con la esperanza de que se puede construir un modelo de desarrollo más justo y equitativo. De ciudadanos que tienen fe en que se pueden ejecutar programas de desarrollo social que brinden un mayor bienestar para las familias y seguridad a las comunidades.

Finalmente, me atrevo a exponer una recomendación extraída de las palabras del gran maestro Protágoras: los gobernantes deben actuar y hablar con prudencia. Y también recordarles que la materia no desaparece tan sólo se transforma.

davidperezcalleja@yahoo.com.mx

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