El sistema económico de libre mercado y de libre competencia que bajo la denominación de neoliberal impera en el mundo occidental desde hace cuatro décadas, ha trastocado por completo la escala de valores humanos y sociales. El capitalismo neoliberal en que vivimos sumidas las sociedades globalizadas es resultado de la invasión del poder público por los dueños de las fuerzas de producción apoyados por los gobiernos con base en las nuevas doctrinas que pregonan algunas escuelas de economía de las universidades nacionales y extranjeras de supuesto mayor prestigio. Sus egresados –quienes en muchos casos llegan a ocupar los principales puestos públicos del país– gustosos implementan en México las salvíficas teorías macroeconómicas de punta aprendidas de los grandes filósofos del capital.
Estas modernas teorías, dicen ellos, fomentan el crecimiento de los pueblos en torno a la implementación de estrategias de mercado que buscan obtener altos niveles de competitividad de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas: mercadotecnia para maximizar la imagen y la comercialización; distinción por la calidad de los servicios; personalización a los gustos y necesidades de los clientes; estrategias de precios y promocionales; monitoreo de la productividad y efectividad del personal; control de calidad; organización y regulación administrativa; conocimiento del potencial de ventas y rentabilidad de los diferentes segmentos del mercado, clientes, territorios, productos, servicios y canales de distribución; búsqueda de financiamientos para mejorar las tecnologías, maquinarias y equipo; uso de efectivos sistemas de información; prácticas financieras sólidas apoyadas por políticas gubernamentales; innovación; generación y transferencia de conocimiento a través de universidades y cámaras empresariales; liderazgo en costos; mano de obra calificada y barata; políticas fiscales que estimulen el crecimiento; comercio internacional; importaciones y exportaciones; tratados comerciales; trasnacionalización y globalización; monopolios, holdings, trusts…
Todo ello, que suena a cuento de hadas económico, con el fin de posicionarse por encima de las demás empresas no involucradas en ese esquema fantasioso, con un afán desmedido y en competencia voraz por posicionarse como la mejor empresa para conquistar el mundo y más allá, o sea, dentro de una ofensiva y absurda ley de la selva que coloca como principal valor la adquisición y acumulación de riqueza a toda costa, generando entre los individuos una competencia feroz hasta grados de deslealtad, la cual redunda en la degradación y pérdida de los principios de dignidad y solidaridad humana. Además de ello, la triste paradoja es que “todos” tenemos la oportunidad “si queremos” de salir adelante, pues “tenemos libertad y nada ni nadie nos impide ser exitosos”…
La cruel realidad nos muestra otra cosa. En las maquiladoras, por ejemplo en las de Ciudad Acuña, Coahuila, los empleados (en su mayoría madres solas) ganan 105 pesos por jornada de ocho horas de lunes a viernes con “derecho” a Seguro Social que ellos mismos pagan cada dos meses. Con estos bajísimos salarios, los obreros ocupan sus horas de descanso para dedicarse al comercio u otras actividades para aumentar sus muy parcos ingresos, en detrimento de la vida y del desarrollo familiar. Muchos de estos trabajadores sobreviven en condiciones de extrema pobreza, sin educación ni sindicato que los represente ni proteja.
Por ello es indignante escuchar a un líder patronal decir que es un “ignorante” quien se manifiesta en contra de la reforma a la Ley Federal del Trabajo, pues es de todos conocido que dicha reforma lo único que pretende es incrementar “la competitividad internacional y el crecimiento macroeconómico” aun a costa de los niveles de vida y bienestar de los asalariados mexicanos. La reforma de Calderón, promovida desde su origen por el sector empresarial, busca facilitar la explotación de los trabajadores al flexibilizar las relaciones laborales, denostando como antigua y anquilosada a la actual Ley Federal del Trabajo, Tutelar y Protectora de los Trabajadores. Apoyado en el hecho real de que es necesario liberar a los asalariados de los cacicazgos de unos corruptos líderes sindicales charros, el gobierno pretende camuflar su apoyo incondicional a los patrones a través de esta reforma que es una de las peores maniobras en contra de los derechos humanos e instituciones de los trabajadores.
El pago por hora (de hasta 7 u 8 pesos), el despido promovido por deficiencias en el desempeño donde “no se considerarán discriminatorias las distinciones, exclusiones o preferencias que se sustenten en las calificaciones particulares que exija una labor determinada” (según texto de la iniciativa), el outsourcing que libera de la supuesta carga de los contratos colectivos y de los sindicatos, el trabajo eventual o por temporada, ¿es acaso consecuente con el actual artículo tercero de la LFT que dice que: “El trabajo es un derecho y un deber sociales. No es artículo de comercio, exige respeto para las libertades y dignidades de quien lo presta y debe efectuarse en condiciones que aseguren la vida, la salud y un nivel económico decoroso para el trabajador y su familia”?
De ser aceptada la reforma a la Ley, íntegra o “calafateada” con algunos cambios, el gobierno presumirá demagógicamente menores niveles de desempleo y los patrones un aumento de la competitividad nacional, lo cual nunca se ha dado en otros países que adoptaron cambios laborales en detrimento de los trabajadores, como hoy lo pretende la iniciativa señalada, sino todo lo contrario. Ésta es una humillación histórica que no se debe permitir.
marcelapomar@yahoo.com.mx




