Éste que más bien pareciera un título de película del nuevo cine mexicano, o de un poema de esos que escribimos los poetas anónimos. Es pues, una referencia obligatoria, que no está tan vigente pero que es necesario recordar. La sociedad necesita volver a vivir sin miedo.
Nuestras pláticas cotidianas, han pasado de ser el remedio casero para la acidez o el insomnio, o de la receta de la abuela para el mole ranchero, a una serie de “novedades” diarias que legitiman las charlas sobre la violencia y la muerte. Todos los días la gente sale a trabajar, y cada vez menos sabe si regresará a casa con bien. El origen tiene muchos nombres y las consecuencias también: depresión, estrés, suicidio, homicidio, delincuencia, acompañado de un largo etcétera.
La violencia humana, provocada por las irracionales decisiones en sociedad, ha provocado que fenómenos como la guerra se conviertan en un negocio y una profesión. No se diga aquéllo que es ilícito y que tiene que ver con el crimen organizado: los niños no quieren ser doctores ni empresarios, sino sicarios para poder comprar aquéllo que anhelan tanto y que han aprendido como valioso, gracias a su niñera la televisión y a otros medios que desde tempranita hora publican en sus espacios cibernéticos o en sus programas matutinos y amanecen avisando que el mundo es un caos y que todo está en rojo o que anda en patrulla. No podemos negar la realidad, pero tampoco podemos decir que esa sea toda la realidad, haciéndonos creer al mero estilo sartreano que cualquier esfuerzo es en vano porque de todos modos el destino nos alcanzará.
Es necesario vivir sin miedo. Porque además, para vivir se necesitan muchos esfuerzos. El ser humano, único por su naturaleza y por su distinción: es inteligente y se distingue porque no podría vivir solo sino que depende siempre de la vida en sociedad, no debe quedarse al margen de su propia ignorancia. El que ignora mucho, teme mucho. Por ejemplo, en estos días, resulta que casi llegamos a 90 suicidios y parece que la suma tiende a incrementar. No es el tema sólo de los suicidios lo que nos debe alertar y sorprender, es el tema de que a casi nadie le sorprende que el suicidio sea la única salida para quienes tienen problemas.
Todos los humanos tenemos problemas, pero no todos la capacidad –desarrollada– para superarlos o afrontarlos. A esa ignorancia me refiero. No podemos comprender que haya quien se plantee como única solución para sus problemas, la muerte provocada por sí mismo, sin analizar el contexto que lo rodea. Analicemos los casos, pero no con el morbo de quien tiene miedo –como si el suicidio se tratara de una lepra contagiosa– de que será el siguiente.
Es necesario enseñar a los jóvenes y a los no tanto, que la vida es buena, y que además, vivirla es un privilegio –como dijera el sabio Xenón–. No es suficiente exponer estas cifras que antes que nos llenen de morbo, nos deben doler como sociedad (cuando un ciudadano decide quitarse la vida, todos en absoluto, hemos reprobado como grupo social que interactúa para convivir). No es posible además, que el único contexto que conozcamos sea lo negativo. Los medios tienen una obligación de informar, pero hemos dicho en anteriores comentarios, que tienen una responsabilidad cultural que supera el mero tema informativo. No puede seguir siendo que este pánico radial y mediático cunde en muchos que amanecen pensando que será lo peor que escucharán hoy.
Adjunto a lo anterior, es importante hacer una referencia al miedo a la vida: supongo que también se refiere a una desilusión de vivir. La gente últimamente se cansa pronto y se desanima porque no encuentra los porqués que hallara en aquel campo de concentración Victor Frankl, o los porqués de quien sabe lo que significa tener un hijo (resulta que encontraron ayer a un bebé solo en casa, abandonado porque su madre se iba de juerga seguido), y ello provoca que la gente como quien se arrepiente de comprar una televisión, quiere que le devuelvan su dinero para regresar una vida que no quiere vivir. Si lo que nos rodea no nos motiva, tomaremos decisiones equivocadas siempre. Esta es la parte que sí nos toca como gobierno y sociedad civil: se llama prevención y poco le hacemos caso cuando nos defendemos en un sistema que se construye por las consecuencias y no por las causas. Hacer una ley contra el suicidio sería tanto como imponer multas administrativas a los que se mueran por causas naturales, sin avisar. La prevención va en el sentido integral de lo que he dicho: medios que contribuyen a decir toda la realidad no una parte policiaca; educación pública que promueva el valor de las cosas no su precio (que promueva los valores y no los erróneos senderos por donde quieren llevar a los niños y jóvenes hoy en día), y sobre todo, el apoyo a la familia como un instrumento conciliador y educativo donde los hombres y mujeres aprenden a quererse a sí mismos y a los demás. Mientras esto no exista, no será el suicidio lo que nos siga sorprendiendo, sino que cada vez sea por razones más absurdas y en poblaciones cada vez más jóvenes.
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@comandanteserra




