Como dice un amigo mío “no es amenaza de cholo, pero te vas a morir”. La muerte sin duda, es el elemento de la vida. No hay duda de ella, pues todos los seres vivos la encuentran en su camino tarde o temprano. Y bueno, al respecto, ha habido muchas apologías: ritos, costumbres, curiosidades e incluso gente que ha hecho de esta figura “un santo” en toda su ignorancia como si se tratase en verdad de un ser que viene por los vivos y se va. No. La muerte es un estado. Es como la vida, pero en silencio. La vida es un estado en movimiento, y la muerte también lo es.
Hablar de la muerte ciertamente a nadie le gusta, porque nos gusta el misterio: comprar boletos de lotería para ver si nos ganamos un premio, o ver si mañana nos encontrará en la calle el amor de nuestras vidas, o incluso dilucidar el futuro dejando al destino que sea quien nos lleve, pero de la muerte no. Primero porque según como la han dibujado en la historia, la muerte es mala y la vida es buena. La muerte se supone el gran final de un camino al que no queremos llegar. Hay incluso quienes asocian la muerte con la vejez –supongo que en esa última etapa se vislumbra más cercana– pero todos los días mueren personas de todas las edades y condiciones por múltiples razones. No nos gusta la muerte, porque no sabemos qué hay después de ella.
Esta costumbre de morirse, que proviene del latín mortis, tiene muchas referencias. La Real Academia de la Lengua Española se refiere al término de la vida, o a la separación del cuerpo y el alma.
Jaime Sabines habla de ella con dolor, con un silencio insondable cuando se refiere a la de su propio padre “el mayor Sabines”, y afirma: “La muerte ha sido una presencia constante en mi poesía. Ya lo digo en un poema: ‘¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies el día de mi nacimiento?’ Y es que mi vida ha estado marcada por la muerte. Pero desde la muerte de mi hijo Jaime a los veintidós años no he querido hablar más. Dejémosla allí, no hablemos de ella, que se olvide de mí por mucho tiempo”.
Los médicos dicen que la muerte es la cesación operativa del encéfalo, necesariamente de forma irreversible. Además, del dejo del organismo por operar continuamente.
Yo digo que la muerte es como un paso, como el paso del ecuador o el trópico de cáncer. No estoy tan seguro de haber nacido sólo para venir a ver, conocer y morirme. Creo. Pero además sé que la muerte es innegable e inevitable. Lo que más me gusta de ella, es que es un buen pretexto de reunión. Tengo recuerdos precisos, con el olor a ese día, a ese rato, de aquéllos que se han muerto y por su culpa se han reunido los que no se hablaban o los que no se conocían. La muerte nos sirve para extrañar y para valorar la vida.
Más allá de los rituales y las costumbres, la muerte es un punto de quiebra en la conciencia humana, porque mientras más la reflexionas más te aseguras de vivir cada momento al máximo, porque ese momento no se va a repetir jamás. La muerte con el tiempo, deja de ser dolor para convertirse en charla.
¡Qué bien que este viernes pudimos hablar de la muerte! Porque siempre nos pasa que no la volvemos a mirar hasta el otro noviembre. Hablemos más seguido de la muerte, para aprovechar la vida.
rserrano@up.edu.mx
@comandanteserra




