A la apreciada abogada, de menudita estatura, discreta presencia, trato aseado y voz baja, la conocí en 1999 cuando llegó al estado de Aguascalientes, en calidad de delegada general del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, para hacerse cargo del proceso interno donde se eligió como candidato presidencial a Francisco Labastida Ochoa.
Desde su natal Monterrey, Nuevo León, recibí una llamada del estimado amigo para recomendarme a su paisana y “querida comadre”, quien me buscó, a escasos días de su llegada a esta tierra, para invitarme un café fuera de su oficina de López Mateos oriente.
La primera plática con la dama, nacida 17 de septiembre de 1958, se dio en los mejores términos. Hablamos del aprecio hacia sus compadres, la situación política de Aguascalientes y de otras cositas. Nos caímos bien. Hubo buena química, la suficiente para iniciar una sana amistad que a la fecha subiste, muy a pesar del tiempo, la lejanía y el escaso abono por ambas partes.
Obviamente la apoyé en los mejores términos y en las tareas específicas que acordamos: mis amistades pasaron a formar parte de sus relaciones y la conexión con los periodistas mejoró sustancialmente después de un accidentado inicio. De su gratitud quedó constancia en las letras manuscritas que me entregó a su partida, aún conservadas en mis archivos con especial afecto.
Cristina Díaz Salazar, de acendrada vocación política, ha recorrido los caminos de ésta con notoria asiduidad: primera alcaldesa de Guadalupe, NL, dos veces diputada federal, actual senadora, primera presidenta del PRI en Nuevo León, secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y presidenta interina de éste en dos ocasiones, a la salida de Humberto Moreira y a la de Pedro Joaquín Coldwell.
A raíz de segundo interinato, el PRI de Aguascalientes se vio envuelto en el más inexplicable tropiezo que lo llevó a contradecirse, al remitir el miércoles 5 de este navideño mes, dos boletines de prensa con el mismo número, el 348:
En el primero, a las 06:20 p.m., informa que Cristina Díaz “tiene todo el apoyo del Comité Directivo Estatal del PRI” durante los 60 días que tendrá “para convocar al Consejo Político Nacional para nombrar al nuevo dirigente nacional”.
Tres horas después, a las 09:37 p.m., la Secretaría de Estrategia, Información y Propaganda (SEIP) del CDE priísta manda el segundo para recular y exhibir el más elemental desconocimiento de los estatutos que rigen la vida interna del partidazo, al suprimir “los 60 días” referidos en el primero, pero además, para darle mayor énfasis a su torpeza, solicita: “Compañeros, les enviamos el boletín del día de hoy con importantes correcciones, les rogamos hacer caso omiso del enviado anteriormente pues carece de toda validez”.
El mismo miércoles 5, la SEIP redacta otro Boletín Informativo, el tercero del día, el número 349 (enviado al día siguiente), para enterar: “Priísmo local ofrece apoyo a César Camacho para que dirija los destinos del CEN tricolor”.
Suban a Cristina, bajen a Cristina, Viva el Rey, todo ocurrió el mismo día.
Porque alguien tiene que escribirlo: El reciente percance debiera preocuparle y servirle al presidente J. Guadalupe Ortega Valdivia para poner orden en la SEIP, donde continúa la beligerante intromisión del ViceGobernador para Asuntos de Comunicación.
Fuentes cercanas a Palacio de Gobierno, lastimados por su prepotencia, hacen trascender en el confesionario que maquila boletines del PRI y los envía a través de la cuenta de ese partido, a la que tiene total acceso; revisa, modifica y autoriza los redactados en la SEIP; impide la libre distribución de los materiales al vetar a periodistas despreciados por sus fobias personales, políticas y profesionales; se ufana de dictar la columna política de Página 24; es asalariado en la nómina del PRI (20 mil pesos mensuales) y funcionario del gobierno al estilo de Lula Reynoso Femat con su hermano, entonces Gobernador: trabaja pero dice no cobrar, en inexplicable estatus administrativo y jurídico, porque dispone de recursos materiales y jerarquía para dar órdenes a los jefes de prensa de las dependencias estatales que se quejan porque los proyectos de boletines sometidos a su consideración duermen el sueño de los justos.
Su paso por la SEIP, en los recientes comicios federales, está marcado por la inexperiencia que le impidió visualizar el futuro inmediato, al no haber articulado la más elemental campaña propagandista para enterar a los votantes de que el PRI y el PVEM no estaban aliados en la contienda para diputados y senadores, ocasionando el “voto confuso” que supuestamente llevó a la derrota al tricolor en Aguascalientes.
Mario Luis Ramos Rocha continúa ejerciendo el periodismo parroquial que nada tiene que ver con la comunicación gubernamental, aunque en su descargo, habrá de señalarse que es un reportero listo, responsable, ambicioso y leal a su jefe en turno, con el colmillo suficiente, la truculencia necesaria y la rudeza indispensable para lastimar al contrario, dependiendo de la fragilidad de éste.
Desafortunadamente, el hígado inflamado le llevó a dejar muchos muertos y heridos durante su paso por la columna política “Plaza de Armas” de Página 24; sus enemigos históricos y actuales se cuentan con los dedos de muchas manos.
A unos meses de la elección 2013, el PRI aguascalentense debe tener la maquinaria suficientemente aceitada, porque de lo contrario vale recordar, antes de que se acabe el mundo, la sabiduría del viejo evangelista de la política: la muerte, el infierno y la derrota se conocen demasiado tarde.
