“El siguiente paso de la democracia mexicana es la creación de una sociedad de derechos que logre la inclusión de todos los sectores sociales y reduzca los altos niveles de desigualdad que hoy existen entre las personas y entre las regiones de nuestro país”. Proposición inicial del Pacto por México, que fue firmado por el Presidente, Enrique Peña Nieto, y los presidentes de los partidos políticos: Jesús Zambrano Grijalva (PRD), María Cristina Díaz Salazar (PRI) y Gustavo Madero Muñoz (PAN), el día 2 de diciembre pasado, en el Castillo de Chapultepec. (Véase: www.presidencia.gob.mx/…/Pacto–Por–México-TODOS-los-acuerdos )
Las caras de un pentágono: 1. Acuerdos para una Sociedad de Derechos y Libertades. 2. Acuerdos para el crecimiento económico, el empleo y la competitividad. 3. Acuerdos para la Seguridad y la Justicia. 4. Acuerdos para la Transparencia, Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción. 5. Acuerdos para la Gobernabilidad Democrática. Este acuerdo pentafásico puede enlazarse a la manera de cinco aros: al centro, el aro de la Política Económica, arriba a la derecha el aro de las Garantías universales, arriba a la izquierda la Política de Buen Gobierno, abajo a la derecha el aro de la Política de Transparencia Gubernamental, y abajo a la izquierda la Política de Régimen y Estilo de Gobierno.
Es un esquema que responde estructuralmente –desde el punto de vista de la Sociología Política- al tipo de análisis sistémico, del que el Estado Mexicano ha venido siendo asiduo y aventajado alumno, por lo menos desde la era del PRI recargado bajo los presidentes civilistas y que, a la llegada de la tecnocracia contemporánea, mezcló no sin cierto virtuosismo con el análisis funcionalista; del que el programa nacional de Solidaridad es insignia imperdible y que se profundizó en el régimen del doctor Zedillo. A continuación, en la ensayada transición mexicana del año 2000-2012, se opacó la brillantez sistémica del gobierno federal, se aceleró el funcionalismo en materia del desarrollo social y política ambiental, pero en el resto del espectro político la definición de políticas estatales se deslizó por un pragmatismo rampante sobre todo en materia de seguridad pública, paz ciudadana, buen gobierno y rendición de cuentas a la ciudadanía. Algo así como sucede en el juego de cartas cuando se dice: como veo, doy.
Desde mi punto de vista, se retoma un análisis sistémico recargado con las nuevas tendencias globales de Economía Política dirigente de los países centrales, mediante la estabilización monetaria y Financiera, llevando a fondo la reestructura Fiscal –recordémoslo, la madre de todas las Políticas-; el impulso a la exigencia de democratización de los estados nacionales, la regulación estricta para decremento de las migraciones masivas sobre todo a los países centrales; la exaltación de los derechos civiles y sociales traducidos en políticas de bienestar, la garantía estatal del orden y paz pública ejercida contra todo tipo de violencias, el compromiso con el desarrollo sustentable y la mitigación del sobrecalentamiento global; y una franca competencia mundial por meterse de lleno a la Era de la Información y del Conocimiento.
En este contexto sociopolítico, tienen acomodo y se armonizan los acuerdos propuestos en el Pacto por México. Dentro de cada aro, a manera de rayos de una rueda, se organiza cada punto temático y se hace convergente en su centro propio para hacer funcional el todo relativo de su área. Así, por ejemplo, tenemos del Eje 2, Políticas Económicas, para el cual las directrices prácticas en que debe concretarse, se enderezan bajo el criterio de crecer por encima del 5 por ciento, para lo cual se debe invertir tanto en lo privado como en lo público hasta alcanzar la meta de más del 25 por ciento del PIB, al tiempo que se fomenta la productividad general. Y para ello las líneas fuerza de la acción se dirigen a: 1) Extender los beneficios de una economía formada por mercados competitivos; 2) Garantizar acceso equitativo a las telecomunicaciones de clase mundial; 3) Promover el desarrollo a través de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación; 4) Desarrollo Sustentable; 5) Realizar una reforma energética que sea motor de inversión y desarrollo; 6) Transformar la minería en una industria eficiente y socialmente responsable; 7) Transformar la banca y el crédito en palanca de desarrollo de hogares y empresas; 8) Transformar el campo en una actividad más productiva; 9) Aplicar una estrategia Nacional para el Desarrollo del Sur-Sureste; 10) Deuda de los Estados; 11) Realizar una reforma hacendaria eficiente y equitativa que sea palanca de desarrollo. En suma, así queda definida, perfilada y modelizada la Madre de Todas las Políticas.
Cada eje, cada cara pentafásica o aro de la estructuración funcional del Pacto, delinea las políticas de Estado que en esa materia se hacen explícitas, se concretan y se marcan como dianas, o blancos específicos, para ser objeto de tiros de precisión. Es un orden programático del ejercicio del poder público; no se trata de una lista de buenos deseos o trivialidades de un “wishful thinking”. Por fin, tenemos una guía segura de compromisos de parte del Ejecutivo Federal, que dan claridad a la tarea de todos, ya que involucra a la ciudadanía y a la estructura de gobierno; pero ante todo, ofrece lo que pocas veces se hace desde la instancia de poder político: definir políticas explícitas en la multiversa organización interna del Estado, pintarlas de colores bien definidos para distinguirlas en toda la gama y variedad del horizonte administrativo; y, sobre todo, fincarlas como compromisos concretos sujetos al escrutinio, evaluación ciudadana, que se traduce en exigibilidad de cumplimiento y/o rendición de cuentas, inexcusable e ineludible. Esto, para mí, es el valor y el mérito del Pacto por México. ¡Atrévase a incluirlo como pendientes en su agenda personal! P.S.-Un tributo a Emma Godoy.
