Antes de comenzar con estos comentarios estimados lectores, deseo enviar a todas las familias que perdieron a algún familiar por los sucesos en la torre de Pemex, mi más sentido pésame, pidiendo que con resignación salgan adelante, y rogando porque en ninguna parte de nuestro país vuelva a suceder una tragedia similar.
Si bien es cierto que una tragedia como ésta no debe de dar paso al amarillismo o a la especulación, también es cierto que por desgracia otros eventos que se han sucedido en algunas refinerías como la de Cadereyta y que gracias a la “filtración” de un video de la misma refinería nos dimos cuenta de la gravedad de la explosión y los daños que causó. Sin embargo nunca supimos, ni se informó, qué causó dicho incendio y destrucción. Y no solamente ese hecho, sino muchos más, han quedado sin saber si hubo culpables o si fueron accidentes lo que los causó, y qué medidas se tomaron para evitarlos.
La explosión que el pasado 31 de enero se suscitó en el edificio de Pemex, situado en la avenida Marina Nacional, se dio por la tarde, cuando los trabajadores estaban por terminar su jornada laboral. Posteriormente nos hemos enterado, a través de los medios electrónicos y por la prensa escrita, que ya se han contabilizado 33 personas que fallecieron y más de 100 heridos.
Desde el principio nos dimos cuenta de que los medios que cubrían el suceso, tanto radio como televisión se vieron obligados a estar repitiendo los dos únicos boletines que les hicieron llegar las autoridades. Posteriormente vino el hermetismo. Lo cual dio motivo a que los comunicadores estuvieran a la caza de personas que llegaban a buscar a un familiar para entrevistarlos y luego a buscar en los hospitales a familiares de los lesionados para alguna declaración, y si la conseguían, la repetían decenas de veces, pues no había más información.
En seguida vino la solicitud de parte de las autoridades, que luego se convirtió en exigencia, de que no se especulara con este asunto. Pero en ningún momento hubo orden ni se nombró a un vocero para que atendiera a la prensa y que a los familiares de los trabajadores lesionados, o muertos, les indicaran qué hacer o dónde buscar. Al paso de las horas se comenzó a observar que los medios sólo daban información de quién entraba o salía del área del suceso, dejando un gran vacío que comenzó a llenarse con señales nada alentadoras, como la llegada del Secretario de Gobernación, del Procurador General de la República, del Secretario de Energía; ya entrada la tarde-noche, se dio la llegada del Presidente Enrique Peña Nieto y de los Secretarios de Defensa y Marina, haciéndose cargo de la seguridad los elementos de estas dos últimas Secretarías.
Se habló de que hasta las 2 de la mañana del viernes se dejó de buscar a víctimas atrapadas, pero por la mañana todavía varias personas muy angustiadas declaraban a la prensa que no sabían qué había pasado a sus familiares. Algo preocupante fue cuando el director de Pemex citó a rueda de prensa y no dijo nada nuevo acerca de lo sucedido. Emilio Lozoya Austin sólo pidió que no se especulara con esta desgracia. También acalló rumores cuando aclaró que Pemex seguía produciendo, vendiendo y surtiendo todos sus productos sin problemas, y que Pemex saldría más fortalecido y unido que nunca. Esto, creo, nadie lo había puesto en duda pero en fin.
Sin embargo resulta inexplicable que la paraestatal más importante del país, que tiene a los mejores expertos en prevenir – y manejar- explosiones, no sepa qué sucedió.
Algo que se vio, y de lo que no se encontró una explicación, fue la llegada de los elementos de la Marina y Policía Federal armados con rifles de alto poder, en lugar de arribar con equipo para desarrollar el plan DN III E. Ahí nos percatamos que las autoridades no consideraban un accidente la explosión, la cual, por cierto, no generó fuego, pues ninguno de los heridos o muertos presentaba huellas o síntomas de quemaduras.
Se suponía que la información sobre el origen del accidente comenzaría a fluir pasadas algunas horas y que por ende cualquier sombra de especulación se desvanecería, sin embargo ahora, desafortunadamente, hay más dudas y preguntas.
Por lo que considero que por el bien del país, y por el derecho a la información, lo que haya provocado este fatal percance se deberá informar puntualmente a la ciudadanía, lo mismo que qué se va a hacer para que una tragedia como ésta no vuelva a suceder. Lo más grave y que en nada abona a la credibilidad gubernamental es el permitir que se propaguen las especulaciones.
